sábado, 10 de septiembre de 2011

El mal del Muro


Foto from bbc.co.uk

A medio siglo del levantamiento del Muro de Berlín, los ciudadanos del otrora este continúan sufriendo de "Mauerkrankheit", la llamada enfermedad del muro. BBC Mundo le cuenta de qué se trata.
Incluso hoy, Gitta Heinrich no tiene paredes alrededor de su casa en Berlín. Sus tapias están hechas de árboles y arbustos en vez de ladrillos.
Adentro, mantiene las puertas abiertas entre los diferentes cuartos.
Evita los espacios cerrados con multitudes.
Gitta sufre de "Mauerkrakheit" -mal del muro- y todo proviene de su vida anterior confinada por el Muro de Berlín, en la villa de Klein Glienicke, en los límites de la ciudad.
Este lugar extraño debe haberlo sido aún más el 13 de agosto de 1961, cuando el alambre de púas la separó de las casas vecinas, apenas a una calles de distancia, a la distancia de un sólo salto para aquellos que subían a sus balcones y se dejaban caer por encima del alambrado.
Cuando se levantó el muro, Klein Glienicke se transformó en una isla de Alemania Oriental en la isla de Berlín Occidental.
El límite entre la zona soviética y la zona estadounidense zigzagueaba en esa parte de Berlín, cerca de Postdam. Su villa quedó separada por el muro de la carretera que entraba y salía.
Gitta andaba en un viaje en bicicleta con su novio por el Báltico cuando se levantaron las barreras. Al alambre de púas siguió el Muro y, a éste, las torres de vigilancia.
Cuando oyeron la noticia, trataron de regresar por tren, pero sólo encontraron los servicios de ferrocarriles suspendidos en Berlín.
Rodearon la ciudad y cuando llegaron a la villa, el novio de Gitta no fue autorizado a entrar por los guardias porque no estaba registrado en Klein Glienicke.
Camino estrecho
Y ahí vivió ella, yendo y viniendo a través del angosto camino que llevaba a la relativa apertura del resto de la República de Alemania Democrática.
"Toda la villa era como una prisión", dice hoy. "Donde uno fuera, tenía que ver el muro".
Cuando el muro cayó, Gitta fue a ver al doctor porque se sentía incómoda y ansiosa. El doctor le diagnosticó "Mauerkrakenheit".
"Se trataba de una enfermedad de profundo impacto sobre la psiquis. Una especie de real sentimiento de estrechez".
El muro permanece dentro de ella, afectando su actitud hacia el espacio y las multitudes.
Lo que podría parecer extraño es que "Mauerkrakheit" fuera sólo una enfermedad del este y no del oeste. Al fin de cuentas, quienes parecían encerrados eran los ciudadanos de Berlín Occidental.
Cuando el líder de Alemania Oriental, Walter Ulbricht, ordenó la construcción del muro, éste fue descrito como una barrera para mantener aislado al facista occidente, lo que llegó a ser conocido como la Muralla de Protección Antifascista.
Pero, en la actualidad, se entiende que su función era mantener a los ciudadanos encerrados. Después de todo, "la franja de la muerte" de minas y guardias con los dedos en el gatillo estaba en la República Democrática Alemana.
De manera que "Mauerkrankheit" era un síndrome del alemán oriental. Fue diagnosticado por un siquiatra en un hospital para enfermedades mentales de Berlín Oriental, el que detectó un cierto erratismo y falta de propósito en sus pacientes.
Nombre
El doctor Dietfried Müller-Hegemann acuñó el término en un breve y erudito ensayo en el que describía, por ejemplo, a un dentista de 31 años que fue encontrado vagando en un puerto del Báltico, en busca de un barco para ir a China; y el caso de una vendedora de 40 años que, simplemente, se sentaba con las mandíbulas separadas por cuatro centímetros, o una costurera que se sentía acosada por lesbianas.
Müller-Hegemann fue testigo de unos cien casos en el hospital con una capacidad para 1.600 enfermos en que trabajaba, hasta que él mismo decidió huir a Occidente en 1971.
Los síntomas incluían depresión, delirio de persecución y repetidos intentos de suicidio, que surgían de una "situación muy deprimente en la vida, a partir del 13 de agosto de 1961".
Y si ésa era la situación general de la población de Berlín Oriental, hay que imaginar cuánto peor habrá sido en Klein Glienecke.
En 1962, por ejemplo, hubo un funeral en la villa. O parcialmente en la villa, para ser más exactos.
Una mujer de 89 años murió y dejó tras sí un hijo y tres hijas, dos de las cuales vivían en el oeste, al otro lado del alambre de púas.
El pastor ofició el funeral junto a la alambrada, con la mitad de la familia a cada lado, levantando bien la voz para que lo pudieran escuchar todos.
Un periódico de Berlín Occidental mandó un fotógrafo, quien tomó algunas penosas instantáneas de deudos mirando a través del alambre de púas.
El pie de foto rezaba: "Sin flores. Estas dos hermanas no pueden ni arrojar un puñado de tierra a la fosa de su madre".

Por Stephen Evans  from BBC, Berlín   13 de agosto de 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.