La mítica casa del acantilado (Foto: Pablo Gil y Jaime Bartolomé)
Dos arquitectos madrileños han diseñado esta vivienda unifamiliar que a pesar de ser igual de cara que una casa normal se ha convertido en un icono arquitectónico de la zona
La localidad granadina de Salobreña, a menos de una hora en coche de la capital, cuenta desde hace cuatro años con un "dragón" sobre el mar. Así es como conocen los habitantes de la zona a la Casa del Acantilado, una espectacular vivienda en pendiente firmada por dos arquitectos españoles - Pablo Gil y Jaime Bartolomé - que, pese a lo que pueda parecer, no salió cara: por el precio de construcción de un chalet habitual, que las fuentes del mercado cifran entre 1.300 y 1.600 euros el metro cuadrado.
"El presupuesto era bajo, muy bajo. El cliente no nos deja dar la cifra exacta, pero de chalet normal. O lo hacíamos por ese dinero o no había proyecto", explica Gil desde su estudio en el barrio de Usera, en Madrid. "Fue una batalla conseguir el menor precio. Trabajamos con una constructora local, medios, tecnologías y gente de allí. Descubrimos que la gente que trabaja en obras en España es buenísima, pero se cansa de hacer siempre lo mismo. A esto le ponían mucha pasión porque era un trabajo especial y divertido".
La historia de la Casa del Acantilado se remonta a 2012. Los clientes, un matrimonio madrileño que ahora vive fuera de España, habían comprado un terreno inclinado en una urbanización a los pies de Salobreña, de cara al mar. "Estaría a mejor precio por estar en pendiente", continúa Gil. "Hicieron un concurso y enviamos una propuesta. Les gustó. A partir de ahí, la cuestión era cómo llevarlo a cabo: una vez que has adelantado el diseño que el cliente quiere, hay que conseguirlo".
Pablo Gil y Jaime Bartolomé son dos jóvenes arquitectos que han desarrollado su carrera entre Londres - ambos son doctores por la UCL - y Madrid - se licenciaron en la ETSAM, la escuela de arquitectura de la Politécnica. Fundaron su estudio en 2008 y actualmente construyen la extensión del aeropuerto de Allama Iqbal, el segundo más grande de Pakistán, una obra pública que también ganaron por concurso.
Ilustración de la ampliación del aeropuerto de Allama Iqbal (Pakistán) que preparan Pablo Gil y Jaime Bartolomé. (Foto: Pablo Gil y Jaime Bartolomé)
La solución para abaratar su casa en el acantilado fue utilizar técnicas locales y ahorrarse el transporte de materiales de fuera. A saber: construir una cueva (la cueva es una vivienda típica granadina) sin muros que la encarecieran, usar una patente local para reducir el coste del tejado y contratar artesanos para hacer a mano a las tejas o "escamas" del dragón. El resultado, un proceso artesanal que comparan con el de modernistas como Josep María Jujol y Gaudí.
"Ellos aunaban nuevos materiales y sistemas de fabricación industrializada con artesanía. Y conseguían hacerlo a buen precio, sobre todo Jujol", explica Gil. "El Parque Güell está hecho con trozos de azulejo [el trencadís]. Dirás: qué complejo. Y en realidad son trozos bien puestos", continúa. "Ésa es la cuestión: procesos artesanales sobre materiales industriales. A la persona que lo trabaja se le puede pedir inteligencia y sensibilidad, porque la tiene. Si no, matas su creatividad. Los operarios están hartos de hacer muros de ladrillo".
La solución para abaratar su casa en el acantilado fue utilizar técnicas locales y ahorrarse el transporte de materiales de fuera. A saber: construir una cueva (la cueva es una vivienda típica granadina) sin muros que la encarecieran, usar una patente local para reducir el coste del tejado y contratar artesanos para hacer a mano a las tejas o "escamas" del dragón. El resultado, un proceso artesanal que comparan con el de modernistas como Josep María Jujol y Gaudí.
"Ellos aunaban nuevos materiales y sistemas de fabricación industrializada con artesanía. Y conseguían hacerlo a buen precio, sobre todo Jujol", explica Gil. "El Parque Güell está hecho con trozos de azulejo [el trencadís]. Dirás: qué complejo. Y en realidad son trozos bien puestos", continúa. "Ésa es la cuestión: procesos artesanales sobre materiales industriales. A la persona que lo trabaja se le puede pedir inteligencia y sensibilidad, porque la tiene. Si no, matas su creatividad. Los operarios están hartos de hacer muros de ladrillo".
Una cueva para fiestas en Granada
"El terreno tiene una inclinación de 42º: está el mar debajo y hay una única vía de acceso", explica Gil. "¿Qué pasa? Puedes excavar o volar el edificio[construirlo hacia fuera]. No hay más opción".
Acantilado en el que está construido la casa (Foto: Pablo Gil y Jaime Bartolomé)
Siendo Granada, tenía sentido apostar por la cueva, una construcción típica de la zona (el barrio del Sacromonte o el pueblo de Guadix son lugares con cuevas habitadas).Vivir en una cueva tiene una particularidad ventajosa: la temperatura se mantiene constante, fresca en verano y templada en invierno, con el consecuente ahorro energético.
Siendo Granada, tenía sentido apostar por la cueva, una construcción típica de la zona (el barrio del Sacromonte o el pueblo de Guadix son lugares con cuevas habitadas).Vivir en una cueva tiene una particularidad ventajosa: la temperatura se mantiene constante, fresca en verano y templada en invierno, con el consecuente ahorro energético.
Interior de la casa con el anfiteatro exterior al fondo (Foto: Pablo Gil y Jaime Bartolomé)
"Hay un libro de Javier Neila, catedrático de la Politécnica, que lo explica. A partir de seis metros de profundidad tenemos la temperatura media anual. Eso en Granada es casi temperatura de confort", explica Gil. "Pero las cuevas tienen otros problemas: estás en contacto directo con la Tierra y se produce un efecto de radiación. Hicimos la versión intermedia: meter una cámara que circula ese aire a unas máquinas que suben la temperatura. También sirve para su renovación".
Eso por un lado. Por otro, los arquitectos no construyeron muros dentro de la cueva para separar las estancias. ¿El resultado? La planta principal es un gran anfiteatro mirando al mar. "Al ser un terreno con tanta pendiente, necesitábamos escalonarlo. Si excavábamos más, íbamos a tener que poner muros más grandes, más caros y complicados de construir, además de un sistema de anclajes que hubiera subido el precio", relata. "El anfiteatro evita que haya tanta altura. Y luego apareció ese valor añadido: caben 80 personas para fiestas. Me consta que ahí se hacen buenas cosas".
"Hay un libro de Javier Neila, catedrático de la Politécnica, que lo explica. A partir de seis metros de profundidad tenemos la temperatura media anual. Eso en Granada es casi temperatura de confort", explica Gil. "Pero las cuevas tienen otros problemas: estás en contacto directo con la Tierra y se produce un efecto de radiación. Hicimos la versión intermedia: meter una cámara que circula ese aire a unas máquinas que suben la temperatura. También sirve para su renovación".
Eso por un lado. Por otro, los arquitectos no construyeron muros dentro de la cueva para separar las estancias. ¿El resultado? La planta principal es un gran anfiteatro mirando al mar. "Al ser un terreno con tanta pendiente, necesitábamos escalonarlo. Si excavábamos más, íbamos a tener que poner muros más grandes, más caros y complicados de construir, además de un sistema de anclajes que hubiera subido el precio", relata. "El anfiteatro evita que haya tanta altura. Y luego apareció ese valor añadido: caben 80 personas para fiestas. Me consta que ahí se hacen buenas cosas".
La cubierta: hormigón armado granadino
Una vez cavada la cueva, había que cubrirla. El tejado se diseñó con una estructura de acero, pero rápido vieron que subiría los costes.
"Había que traerlo de fuera, fabricarlo en talleres especializados y se complicaba la cosa", recuerda Gil. "Pero había otras posibilidades. Un constructor nos sugirió utilizar una estructura de hormigón de doble lámina, una patente del ingeniero local Manuel Rojas. Lo presupuestamos y salía un 20% más barato que en acero".
Sistema que usaron para construir el tejado
Manuel Rojas es profesor de materiales de construcción en la Universidad de Granada y presidente de Elesdopa, la empresa que comercializa su patente. "Es un elemento estructural de doble pared de hormigón armado. Entre las dos paredes hay aire o poliestireno expandido", explica Rojas. "La filosofía es que el hormigón que no trabajas, no se pone. Es más barato porque ahorras material: gastas la tercera parte para la misma resistencia. Y además es aislante".
La solución, que comercializan desde hace 5 años, se ha empleado en España para renovar un antiguo puente en Granada (metiendo la estructura por dentro y manteniendo el ladrillo original) y para casas de particulares, que pueden certificarse así como casas pasivas. Para hacernos una idea, una casa hecha con esta estructura sale por 34.000 euros según Rojas. "El hormigón es barato, sí. Pero más barato es el aire", concluye.
Manuel Rojas es profesor de materiales de construcción en la Universidad de Granada y presidente de Elesdopa, la empresa que comercializa su patente. "Es un elemento estructural de doble pared de hormigón armado. Entre las dos paredes hay aire o poliestireno expandido", explica Rojas. "La filosofía es que el hormigón que no trabajas, no se pone. Es más barato porque ahorras material: gastas la tercera parte para la misma resistencia. Y además es aislante".
La solución, que comercializan desde hace 5 años, se ha empleado en España para renovar un antiguo puente en Granada (metiendo la estructura por dentro y manteniendo el ladrillo original) y para casas de particulares, que pueden certificarse así como casas pasivas. Para hacernos una idea, una casa hecha con esta estructura sale por 34.000 euros según Rojas. "El hormigón es barato, sí. Pero más barato es el aire", concluye.
Así quedó finalmente el tejado
"Fue una sorpresa", continúa Gil. "Los operarios no eran especialistas, pero se adaptaron rápido. Utilizamos los mismos procesos que una obra convencional pero con distintas geometrías. Si un operario sabe hacer una cosa, sabe hacer la otra".
"Fue una sorpresa", continúa Gil. "Los operarios no eran especialistas, pero se adaptaron rápido. Utilizamos los mismos procesos que una obra convencional pero con distintas geometrías. Si un operario sabe hacer una cosa, sabe hacer la otra".
Las escamas y los muebles, a mano
Sobre la cubierta se pusieron las tejas: compraron bobinas de zinc y contrataron artesanos para que las pusieran a mano.
"El contexto de la crisis nos llevó a pensar a qué destinar el presupuesto: si a productos industrializados o a más mano de obra", relata. "Fuimos a productos menos manufacturados. Compramos material en bruto y lo procesamos con artesanos. Está cortado a mano y plegado a mano. Salía un tercio más barato. Fue un aprendizaje alucinante: detrás de la fabricación industrial hay empresas con muchos gastos generales de producción, representación, etc. Frente a eso, puedes hacerlo tú directamente con personas. Al principio es más lento, pero cuando aprenden, la capacidad es brutal".
Uno de los balcones que se encuentran en los 'ojos' del dragón. (Foto: Pablo Gil y Jaime Bartolomé)
Para rematar su trabajo, Gil y Bartolomé construyeron el mobiliario del hogar. "Se hizo artesanalmente, a partir de diseños digitales y procesos de prueba y error, como la cubierta y la estructura de hormigón. Yo creo que esa es la clave. Gaudí también trabajaba con prototipos a escala", añade. Los muebles son tal parte de la obra que van anclados al suelo - excepto la cama, que es independiente. "Ahí hubo que parar por presupuesto. Si no, hubiéramos seguido".
Para rematar su trabajo, Gil y Bartolomé construyeron el mobiliario del hogar. "Se hizo artesanalmente, a partir de diseños digitales y procesos de prueba y error, como la cubierta y la estructura de hormigón. Yo creo que esa es la clave. Gaudí también trabajaba con prototipos a escala", añade. Los muebles son tal parte de la obra que van anclados al suelo - excepto la cama, que es independiente. "Ahí hubo que parar por presupuesto. Si no, hubiéramos seguido".
Maqueta de la casa (Foto: Pablo Gil y Jaime Bartolomé)
La casa está en venta por 1,5 millones de euros
La Casa del Acantilado terminó de construirse en 2014 y se puso a la venta a finales del año pasado por un millón y medio de euros. "El propietario es un enamorado de la zona que ha veraneado toda su vida en Salobreña. Le encanta la arquitectura moderna, pero está destinado en el extranjero, no suele venir a España y sabe que no la va a usar", explica Silvia Hengstenberg, socia fundadora de The Sibarist, la inmobiliaria que lo tiene en venta. Hasta que alguien la compre, se alquila para rodajes y eventos. "No es nada fácil venderla", continúa Hengstenberg. "Son casas muy personales y no todo el mundo las entiende. La gente piensa en otro tipo de construcción cuando piensa en una casa unifamiliar. Y no es tan cara: esta casa en Ibiza costaría fácilmente 6 millones de euros".
"Si la vende a un millón y medio, se va a forrar", afirma asombrado Gil al conocer el precio de salida. "Sé que los dueños la disfrutan, pero la parte económica fue importantísima desde el control de la obra, para que aquello no se fuera de presupuesto. Hay ahí una revalorización importante gracias al diseño, que convierte lo convencional en algo que ya no lo es. Y con el impacto que esta casa tuvo en los medios, tendrá más potenciales clientes".
La casa está en venta por 1,5 millones de euros
La Casa del Acantilado terminó de construirse en 2014 y se puso a la venta a finales del año pasado por un millón y medio de euros. "El propietario es un enamorado de la zona que ha veraneado toda su vida en Salobreña. Le encanta la arquitectura moderna, pero está destinado en el extranjero, no suele venir a España y sabe que no la va a usar", explica Silvia Hengstenberg, socia fundadora de The Sibarist, la inmobiliaria que lo tiene en venta. Hasta que alguien la compre, se alquila para rodajes y eventos. "No es nada fácil venderla", continúa Hengstenberg. "Son casas muy personales y no todo el mundo las entiende. La gente piensa en otro tipo de construcción cuando piensa en una casa unifamiliar. Y no es tan cara: esta casa en Ibiza costaría fácilmente 6 millones de euros".
"Si la vende a un millón y medio, se va a forrar", afirma asombrado Gil al conocer el precio de salida. "Sé que los dueños la disfrutan, pero la parte económica fue importantísima desde el control de la obra, para que aquello no se fuera de presupuesto. Hay ahí una revalorización importante gracias al diseño, que convierte lo convencional en algo que ya no lo es. Y con el impacto que esta casa tuvo en los medios, tendrá más potenciales clientes".
Los 'ojos' del dragón granadino (Foto: Pablo Gil y Jaime Bartolomé)
Ante la duda de por qué, si ni es tan caro ni existen trabas para construir así, no se construyen casas tan especiales en nuestro país, Gil - que reivindica pertenecer a la tradición manierista, de ruptura con la arquitectura racional - lo tiene bastante claro. "El mercado de la vivienda es sumamente conservador en España. Es así. No hay limitaciones: los arquitectos tenemos un poder y una capacidad inmensa para hacer todo tipo de cosas. Pero la vivienda también es una inversión y ahí se valora el riesgo: no desde el punto de vista técnico, sino desde el económico", afirma. Para muestra, cualquier ampliación de ciudad española en los últimos cincuenta años. "Si haces un edificio como el que hay al lado, sabes lo que cuesta y por lo que se ha vendido. Para que el producto se pueda valorar dentro de mercado, hace falta cierta homogeneización".
"¿Por qué no se hace más? No lo sé", concluye. "Recuerda lo que dijo Gehry cuando vino a España: el 98% de la arquitectura del mundo es basura. Así es la cosa. Tiene que haber razones, pero no hay ningún buen estudio sobre por qué eso es así".
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Ante la duda de por qué, si ni es tan caro ni existen trabas para construir así, no se construyen casas tan especiales en nuestro país, Gil - que reivindica pertenecer a la tradición manierista, de ruptura con la arquitectura racional - lo tiene bastante claro. "El mercado de la vivienda es sumamente conservador en España. Es así. No hay limitaciones: los arquitectos tenemos un poder y una capacidad inmensa para hacer todo tipo de cosas. Pero la vivienda también es una inversión y ahí se valora el riesgo: no desde el punto de vista técnico, sino desde el económico", afirma. Para muestra, cualquier ampliación de ciudad española en los últimos cincuenta años. "Si haces un edificio como el que hay al lado, sabes lo que cuesta y por lo que se ha vendido. Para que el producto se pueda valorar dentro de mercado, hace falta cierta homogeneización".
"¿Por qué no se hace más? No lo sé", concluye. "Recuerda lo que dijo Gehry cuando vino a España: el 98% de la arquitectura del mundo es basura. Así es la cosa. Tiene que haber razones, pero no hay ningún buen estudio sobre por qué eso es así".
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