Staphilococus aureus resistente a la meticilina o SARM
Los expertos alertan de la que se nos viene encima con motivo del Congreso Europeo de Enfermedades Infecciosas que se celebra estos días en Madrid. En España la cosa pinta mal
Estos días se dan cita en Madrid 12.000 personas de 120 países diferentes para hablar animadamente de enfermedades que podrían dañar seriamente a la humanidad, cuando no acabar con ella. El Congreso Europeo de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas (ECCMID) no es solamente todo un planazo para hipocondríacos, también es una de las principales citas científicas para quienes tratan de apagar una de las principales emergencias de nuestra época: el aumento de la resistencia a los antibióticos y los problemas que está causando en países del primer mundo.
España es, según un reciente estudio publicado en 'PNAS', el país importante que más antibióticos utiliza y, no sorprendentemente, uno de los que lideran la creciente resistencia a estos medicamentos. Quizá por ello somos también el cuarto país del mundo en producción científica sobre enfermedades infecciosas y los científicos españoles tienen incluso más trabajos aceptados en este congreso europeo que los propios estadounidenses, 468 contra 311.
Hace años que las enfermedades infecciosas son, por desgracia, noticia en nuestro país. En 2015 fue el ébola, en 2016 el Zika y poco después, la fiebre hemorrágica Crimea-Congo.
José Miguel Cisneros, desde hace unos meses presidente de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), recibe a Teknautas en un momento de respiro para analizar el presente de todas estas cosas que dan tanto miedo.
Pregunta. Llevamos varios años con epidemias que nacen en África o Sudamérica y acaban llegando a países como el nuestro, ¿cuál es este año el tema del que todo el mundo habla?
Respuesta. Pues del mayor problema de salud mundial no resuelto: las resistencias microbianas. Es un tema muy amplio porque incluye investigación a varios niveles: una para usar mejor los antibióticos que tenemos y que nos duren más tiempo. Otra más básica para desarrollar nuevas moléculas y antibióticos para tratar a los pacientes, que están muriendo en los hospitales por infecciones de bacterias multirresistentes, que tienen un impacto en la salud superior al de los accidentes de carretera o al de la propia hepatitis C que nuestro país supo resolver con éxito. Esto no está sucediendo con las resistencias bacterianas.
P. ¿No está habiendo respuesta política a las plegarias de los infectólogos?
R. Creo que hemos fracasado a la hora de trasladar la urgencia de la situación y que es muy importante que haya una financiación, central y autonómica, acorde a la magnitud de este problema. En los Presupuestos Generales del Estado de este año no hay ninguna partida específica para ello y, si seguimos a este ritmo, la estimación es que en 2050, en Europa morirán cada año un millón de personas —ahora mismo mueren 27.000— y desplazará al cáncer como primera causa de muerte. Esto significa que los antibióticos que tenemos están dejando de ser útiles.
Un 47% de españoles declara haber tomado antibióticos en los últimos 12 meses, lo que nos sitúa a la cabeza de Europa (Eurobarómetro)
P. Muchos de los contagios con superbacterias se dan, como ha mencionado, en los propios hospitales. ¿Cuál es la situación de España ahora mismo?
R. Estamos en una situación en la que, en ese contexto mundial de resistencia antibiótica, España es el primer país del mundo en consumo de antibióticos, en humanos y en animales. Y en humanos no hay ninguna razón epidemiológica que lo justifique. Y eso tiene una consecuencia ecológica, que estamos en rojo en el mapa europeo de las resistencias. Son fármacos maravillosos y han salvado más vidas que ningún otro en la historia de la humanidad, pero tienen un impacto ecológico. Si yo le prescribo a usted un tratamiento, éste puede curarle pero también aumentar su resistencia a estas bacterias, y usted puede transmitir esto a su familia, a sus amigos o a su entorno.
España es el primer país del mundo en consumo de antibióticos y, en humanos, no hay ninguna razón epidemiológica que lo justifique
Los antibióticos tienen una condición social que no tiene ningún otro fármaco, porque al derecho individual de tomar estos fármacos se une un derecho social para evitar su impacto negativo. Los ciudadanos españoles, que según el Eurobarómetro estamos a la cola de Europa en conocimiento de antibióticos, tienen que mejorar este conocimiento y abandonar esa costumbre tan común de automedicarse. También los profesionales tenemos que mejorar nuestro conocimiento, porque este área se ha vuelto tan compleja que para un médico de familia o un hematólogo por ejemplo, los antibióticos no forman ya parte de su conocimiento básico. Esta es la razón por la que el uso de estos fármacos en España es muy mejorable: se estima que una de cada dos prescripciones es inadecuada.
P. Además, las bacterias que provocan estas enfermedades están cada vez más cerca.
R. El cambio climático está posibilitando también que los mapas epidemiológicos que conocíamos estén cambiando. Esto lo sabíamos de la malaria, que el tipo de plasmodium que la contagia se restringía a áreas concretas y ahora está a gran escala.
O por ejemplo, el año pasado tuvimos los dos primeros casos de Crimea-Congo, gracias a una garrapata que antes no existía aquí pero ahora se ha instalado en bóvidos. Picó a un señor que paseaba y desgraciadamente se la transmitió también a una enfermera, aunque ella pudo salvar la vida. Esto es el ejemplo de que las bacterias resistentes no entienden de fronteras y no sólo afecta a la salud humana, también a los animales e incluso a la agricultura.
P. ¿Hay algún motivo para el optimismo?
R. Esto es una guerra biológica y la estamos perdiendo, nosotros atacamos a las bacterias con antibióticos pero ellas se defienden de nosotros mejor y más rápidamente. Ahora mismo, las infecciones producidas por una bacteria común, Klebsiella pneumoniae, pero resistente al antibiótico carbapenem, tiene una mortalidad cuatro veces superior. Esto nos transporta a cifras pertenecientes a la era preantibiótica.
Esto es una guerra biológica y la estamos perdiendo, atacamos a las bacterias con antibióticos pero ellas se defienden mejor
Si esto prosigue así, nos quedaremos sin antibióticos, y sin antibióticos no habrá cirugía de trasplantes, cirugía compleja o cirugía del cáncer: se va a poner en juego toda la medicina moderna.
P. Muchos de los contagios con superbacterias se dan, como ha mencionado, en los propios hospitales. ¿Cuál es la situación de España ahora mismo?
R. Estamos en una situación en la que, en ese contexto mundial de resistencia antibiótica, España es el primer país del mundo en consumo de antibióticos, en humanos y en animales. Y en humanos no hay ninguna razón epidemiológica que lo justifique. Y eso tiene una consecuencia ecológica, que estamos en rojo en el mapa europeo de las resistencias. Son fármacos maravillosos y han salvado más vidas que ningún otro en la historia de la humanidad, pero tienen un impacto ecológico. Si yo le prescribo a usted un tratamiento, éste puede curarle pero también aumentar su resistencia a estas bacterias, y usted puede transmitir esto a su familia, a sus amigos o a su entorno.
España es el primer país del mundo en consumo de antibióticos y, en humanos, no hay ninguna razón epidemiológica que lo justifique
Los antibióticos tienen una condición social que no tiene ningún otro fármaco, porque al derecho individual de tomar estos fármacos se une un derecho social para evitar su impacto negativo. Los ciudadanos españoles, que según el Eurobarómetro estamos a la cola de Europa en conocimiento de antibióticos, tienen que mejorar este conocimiento y abandonar esa costumbre tan común de automedicarse. También los profesionales tenemos que mejorar nuestro conocimiento, porque este área se ha vuelto tan compleja que para un médico de familia o un hematólogo por ejemplo, los antibióticos no forman ya parte de su conocimiento básico. Esta es la razón por la que el uso de estos fármacos en España es muy mejorable: se estima que una de cada dos prescripciones es inadecuada.
P. Además, las bacterias que provocan estas enfermedades están cada vez más cerca.
R. El cambio climático está posibilitando también que los mapas epidemiológicos que conocíamos estén cambiando. Esto lo sabíamos de la malaria, que el tipo de plasmodium que la contagia se restringía a áreas concretas y ahora está a gran escala.
O por ejemplo, el año pasado tuvimos los dos primeros casos de Crimea-Congo, gracias a una garrapata que antes no existía aquí pero ahora se ha instalado en bóvidos. Picó a un señor que paseaba y desgraciadamente se la transmitió también a una enfermera, aunque ella pudo salvar la vida. Esto es el ejemplo de que las bacterias resistentes no entienden de fronteras y no sólo afecta a la salud humana, también a los animales e incluso a la agricultura.
P. ¿Hay algún motivo para el optimismo?
R. Esto es una guerra biológica y la estamos perdiendo, nosotros atacamos a las bacterias con antibióticos pero ellas se defienden de nosotros mejor y más rápidamente. Ahora mismo, las infecciones producidas por una bacteria común, Klebsiella pneumoniae, pero resistente al antibiótico carbapenem, tiene una mortalidad cuatro veces superior. Esto nos transporta a cifras pertenecientes a la era preantibiótica.
Esto es una guerra biológica y la estamos perdiendo, atacamos a las bacterias con antibióticos pero ellas se defienden mejor
Si esto prosigue así, nos quedaremos sin antibióticos, y sin antibióticos no habrá cirugía de trasplantes, cirugía compleja o cirugía del cáncer: se va a poner en juego toda la medicina moderna.
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