Detalle de 'El Retrato Chandos', atribuido a John Taylor. (Wikipedia)
Las sospechas de que fuera una mujer la verdadera autora de las obras no para de crecer entre ciertos sectores de la academia. Ahora, las pesquisas apuntan a una mujer italiana
Mucho se ha especulado sobre la verdadera identidad del mayor dramaturgo de las letras inglesas. Aunque la versión de que William Shakespeare no era el verdadero autor de sus obras sigue siendo minoritaria, se han dedicado ríos de tinta a criticar la versión oficial. Al igual que sucede con Mary Shelley o Charlotte Brontë, muchas autoras de la época debían firmar con seudónimo para que sus obras tuvieran el impacto que se merecían. Por ello, los estudiosos del literato han especulado mucho sobre su vida, sexualidad e, incluso, sobre su género. Tal es así que desde hace más de cien años, hay dos corrientes en permanente choque al respecto: los “stratfordianos” (aquellos que verdaderamente creen que es el autor legítimo) y los “anti-stratfordianos” (los que defienden que se trataba de otra persona).
“Shakespeare no tiene héroes, solo heroínas”. Esta apreciación atribuida al escritor y crítico de arte del siglo XIX John Ruskin (famoso por ejercer una notable influencia en el propio Mahatma Gandhi), no es precisamente baladí. A lo largo de su exquisita producción, el dramaturgo supo retratar personajes femeninos cargados de fuerza y rebeldía: al menos diez de ellas desafían a sus padres por obligarlas a amar a alguien a quien no quieren y otras ocho se disfrazan de hombres con el fin de burlar los controles patriarcales. En resumen, la obra shakespiriana contiene más intercambios de género de los que se pueden encontrar en la obra de cualquier dramaturgo inglés anterior.
¿Por qué fue capaz de escribir como si fuera una de ellas, de una manera tan perfecta e inigualable?
Esta es la opinión de Elisabeth Winkler, una veterana periodista que ha publicado un artículo en 'The Atlantic' con el que ha vuelto a reavivar el debate sobre la verdadera autoría del escritor. “Venid aquí, espíritus / que os ocupáis de los pensamientos mortales, privadme de mi sexualidad / haced que mi sangre se vuelva espesa / haced que nunca me arrepienta”, cita en un párrafo extraído de 'Macbeth'. Según ella, este fragmento es uno de los muchos en los que se deja entrever la rebelión femenina contra su estado de sumisión por el hecho de ser mujer.
No es la única: Beatriz en 'Mucho ruido y pocas nueces' reniega enfurecida de las condiciones impuestas por su sexo (“Oh Dios, ¡ojalá fuera un hombre! Me comería este corazón en el mercado”), Isabella en 'Medida por medida' teme que su palabra no sea tenida en cuenta a la hora de juzgar a Angelo, un violador ( “¿A quién debo llevar mi queja? Yo le dije, / quién podría creerme?”), Kate en 'La fierecilla domada' se niega a ser silenciada por su marido (“Mi lengua transmitirá la ira de mi corazón / o sino, mi corazón oculto se romperá”) o, incluso, el personaje de Emilia en 'Otelo', antes de que Iago la mate, estalla en una gran lamento por la igualdad de las mujeres (“Que todos los esposos sepan / que sus esposas tienen tanto raciocinio como ellos”).
La única obra publicada por Emilia Bassano es un libro de poesía que "aboga por la liberación femenina contra la opresión masculina"
Otra de las razones de peso para creer que existió una autoría femenina detrás de estos clásicos del teatro es el profundo conocimiento de la psicología de las mujeres que, en muchos casos, dibujaba la trama bajo estos ojos femeninos. “¿Por qué Shakespeare fue capaz de ver con claridad la posición social y vital de la mujer, escribir como si fuera una de ellas, de una manera tan perfecta que no pudo ninguno de los otros dramaturgos de la época?”, se pregunta Tina Packer, actriz y especialista mundial en el dramaturgo, quien actualmente dirige la compañía de teatro Shakespeare & Company. Del mismo modo, también existen múltiples alianzas entre mujeres en el argumento de los dramas y comedias para realizar alegatos feministas. “Conspiremos juntas contra este caballero grasiento”, resuelven las protagonistas de 'Las alegres esposas de Windsor' cuando deciden vengarse del malvado John Falstaff.
El pintor Francis Bacon, el decimoséptimo conde de Oxford, Edward de Vere, o el también poeta y dramaturgo Christopher Marlowe son las opciones que más se han barajado como candidatos alternativos a ser los verdaderos autores. Los “anti-stratfordistas” se apoyan en supuestas lagunas y ambigüedades en la documentación histórica del dramaturgo, el convencimiento de que las obras escritas requerían un nivel cultural más elevado del que se le atribuye o simplemente mensajes en clave dispersos por sus obras.
"Apropiciacionismo cultural de género"
Winkler va más allá y se reafirma en su suposición de que, verdaderamente,Shakespeare era mujer: “Sentí que había llegado el momento de reconsiderar el debate sobre su autoría: ¿alguna vez alguien ha propuesto que el creador de estos personajes femeninos extraordinarios fuera una chica? Cada uno de las posibilidades de que fuera hombre requiere una teoría elaborada y ninguno de los candidatos ha logrado destronar al oficial. Tan solo una sencilla razón haría que el de Stratford necesitara un seudónimo en la Inglaterra isabelina: ser mujer”.
Portada de 'Shakespeare's Dark Lady', de John Hudson.
En realidad, es una opción que ya se ha puesto sobre la mesa. John Hudson, uno de los mayores especialistas en la obra shakespiriana del mundo, apuesta por Emilia Bassano Larnier, la primera mujer de la historia en reafirmarse como poeta profesional. Nacida en Londres en 1569 en el seno de una familia de inmigrantes venecianos judíos, fue una de las primeras mujeres en Inglaterra en publicar un solo volumen de poesía, titulado 'Salve Deus Rex Judaeorum', “sorprendententemente feminista que aboga por la liberación femenina contra la opresión masculina”.
¿El motivo? Haber estado toda la vida sirviendo a hombres. Ya desde su adolescencia sirvió como doncella para Lord Chamberlain, Henry Carey, gran organizador de las representaciones teatrales y patrón de la compañía de Shakespeare. Esto hace pensar en los roles secundarios desempeñados por el género femenino en la dramaturgia de la época, ya que como Winklers vuelve a apreciar, “los académicos han establecido que las mujeres estaban involucradas en el negocio de compañías como patrocinadoras, accionistas, proveedoras de disfraces o taquilleras”.
Esta serie de datos hace suponer que, de hecho, ya sea por la apropiación del talento de otras mujeres que permanecían detrás del telón, ya sea por parte del propio autor oficial (en este caso Shakespeare) como por los dueños de las compañías u hombres del mundo del teatro que le sucedieron, se ocultó la verdadera autoría de las obras más famosas del dramaturgo para asignárselas posteriormente al de Stratford.
Una de las razones con más peso para sospechar de que Amelia Bassano estaba detrás de algunas de sus obras es que Shakespeare no salió de Inglaterra en toda su vida. Teniendo en cuenta que muchos escenarios están ambientados en países como Italia (como por ejemplo el de la más famosa, 'Romeo y Julieta'), con su correspondiente folclore en los objetos y costumbres representadas, no resulta nada difícil señalar a Bassano y a su personalidad latina y mediterránea como quien verdaderamente estaría detrás de la confección de los textos.
“La vida de Shakespeare está muy bien documentada; sin embargo, ningún registro de su vida lo identifica de forma inequívoca como escritor", concluyeWinklers en el diario norteamericano. "Los más de 70 documentos que existen lo muestran como un actor, un accionista de una compañía de teatro, un prestamista y un inversor inmobiliario. En ellos, se demuestra que evadió impuestos, se le multó por acumular grano durante una escasez, presentó demandas menores y fue sujeto a una orden restrictiva. El perfil es coherente con el de un empresario mercenario de la industria del entretenimiento en la época del Renacimiento”.
AUTOR
E. ZAMORANO 01/06/2019
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