sábado, 19 de noviembre de 2011

La ansiada sangre artificial, cada vez más cerca


Foto from elpais.com


Desde tiempos remotos, la sangre ha sido símbolo de vida y, por tanto, su derramamiento abundante significaba la muerte. Hoy la sangre significa mucho más, no sólo es un símbolo de vida, sino de generosidad: Cada año, se realizan 92 millones de donaciones de sangre en el mundo, lo que implica alrededor de 46 millones de litros de sangre moviéndose por nuestro planeta. Sólo en España (uno de los países con mayor conciencia de donación), se produjeron casi 2 millones de donaciones de sangre en 2010.
Hoy día, sangrar en abundancia ya no implica una muerte segura, pero la necesidad de sangre es constante (se degrada a las 4-6 semanas tras su extracción) y cada vez más acuciante, especialmente entre los países con servicios sanitarios más desarrollados, donde la demanda crece más y más cada día que pasa. Además, ante la aparición de grandes desastres naturales o de guerras, la necesidad de sangre se desborda. Cuando ésta escasea, los principales afectados son aquellas personas con ciertos grupos sanguíneos, que sólo pueden aceptar a determinados grupos (especialmente los del 0-, que sólo son compatibles con su mismo grupo y Rh). Tampoco hay que olvidar que las transfusiones no están exentas de peligro y, aunque sea extremadamente bajo, existe el riesgo de transmisión de enfermedades infecciosas.
Ante esta necesidad, múltiples investigadores a lo largo y ancho del mundo llevan décadas investigando sustitutos al vital oro rojo que puedan estar siempre disponibles. Las líneas de investigación encaminadas a este fin son muchas pero pueden dividirse globalmente en sangre artificial de síntesis química y sangre artificial de síntesis biológica.
Lo primero de todo, tenemos que ser conscientes de que la sangre está implicada en gran cantidad de funciones biológicas: El transporte de oxígeno y de dióxido de carbono es, quizás, su papel más vital pero también interviene en la coagulación, en la distribución de nutrientes, en reacciones inmunes contra microorganismos extraños, en el transporte de hormonas...
Los científicos, centrados en la sangre artificial de síntesis química, han construido sustitutos de sangre simulando lo máximo posible las propiedades de la hemoglobina (la proteína que se encarga de transportar el oxígeno y el dióxido de carbono). A grandes rasgos, se pueden distinguir dos grupos: La sangre artificial basada en hemoglobina y la sangre artificial basada en perfluorocarbonos. Muchos de ellos se encuentran todavía evaluándose en ensayos clínicos, aunque alguno como el Perftoran llevan utilizándose muchos años como transportador de oxígeno en algunos países.
Las ventajas de la sangre artificial de síntesis química son variadas. Por un lado, su investigación es más sencilla que la sangre artificial de producción biológica. Además, su producción es barata, se conservan bien a temperatura ambiente y son compatibles para todos los grupos sanguíneos. Suelen ser excelentes transportadores del oxígeno (incluso mejor que la hemoglobina) lo que ha hecho que sean muy apreciados para tratar casos de hemorragias masivas donde interesa oxigenar los órganos lo más rápido posible.
Por lo demás, son sustitutos de la sangre muy restringidos, sólo suplen su papel cómo transportador de oxígeno y dióxido de carbono y no actúan fisiológicamente como lo haría la sangre de verdad. Por si esto fuera poco, pueden producir una variada serie de efectos adversos: trombosis, fiebre, hipertensión, incremento del riesgo de muerte... En definitiva, son el primer acercamiento a la sangre artificial pero su potencial es muy limitado. De hecho, técnicamente, no es correcto llamarles sustitutos de sangre, sino transportadores de oxígeno.
Otra historia muy distinta es el campo de la sangre artificial de síntesis biológica, el campo más prometedor en la búsqueda de la sangre artificial ideal. Dado que construir químicamente una sangre artificial equivalente a la sangre real es una labor titánica, ¿por qué no utilizar células en el laboratorio que produzcan la sangre artificial por nosotros? La gran ventaja es que los glóbulos rojos producidos podrían ser normales y, con el avance en las investigaciones, podrían desarrollarse otros elementos celulares presentes en la sangre (plaquetas, leucocitos, etc...) y, en última instancia, conseguir una sangre prácticamente idéntica a la que corre por nuestras venas.
Las células elegidas para la producción de sangre en cultivo pueden ser varias: Las células madre hematopoyéticas (que se encuentran en la médula ósea, en el cordón umbilical o en sangre y producen las células que componen este rojo fluido) son las más accesibles y sencillas de utilizar. Pero también se pueden emplear células madre embrionarias o células madre pluripotentes inducidas (células iPS). Sobre estas últimas, en el Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, han logrado recientemente convertir células normales de la piel a células iPS y, tras ello, convertirlas en glóbulos rojos.
Justo hace unos días, tuvimos constancia de que se había probado por primera vez en la historia y con éxito la infusión de sangre artificial producida a partir de células madre hematopoyéticas en cultivo que se habían obtenido de la propia persona a la que, posteriormente, se le administró la sangre. Eran unos escasos 2 mililitros de sangre, pero fue una prueba de concepto prometedora que nos dice que la producción de sangre equivalente a la real es factible en la práctica.
Sin embargo, este enfoque para obtener la ansiada sangre artificial tiene sus contras: Los costes de producción de sangre serían, por el momento, elevados (aunque con el tiempo y con producciones industriales es de esperar que se abaratasen) y aún no disponemos de datos clínicos para evaluar sus resultados. Tampoco hay que olvidar que al hablar de sangre propiamente dicha, también existe el obstáculo de los grupos sanguíneos. Aunque eso no es problema si se produce en abundancia sangre del grupo O-. Científicos del Pentágono se encuentran ahora mismo desarrollando, a partir de células madre del cordón umbilical, cantidades industriales de sangre (a partir de 1 cordón umbilical obtienen 20 unidades de sangre). Para 2013 se espera el comienzo de los ensayos clínicos con esta sangre y, quizás, estén disponibles para uso militar en 5 años.
Nunca se ha estado tan cerca de la ansiada sangre artificial. Sabemos que es factible y, dentro de pocos años, sabremos si es segura y eficaz. Si el segundo requisito se cumple asistiremos a una revolución médica: la producción industrial de células humanas que generen sangre para salvar vidas. Mientras tanto, las donaciones de sangre seguirán siendo indispensables.
Por: Esther Samper  from blogs.elpais.com   16/11/2011

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