sábado, 13 de febrero de 2016

Los científicos acuden a un viejo conocido para combatir bacterias cada vez más resistentes


Un científico recoge bacterias de una placa de Petri durante un experimento con bacteriófagos.
Un científico recoge bacterias de una placa de Petri durante un experimento con bacteriófagos. PHOTO: JEFF CHIU/ASSOCIATED PRESS

Una enfermera sumergió un vendaje en un líquido incoloro que contenía virus de una cloaca tóxica de París, un pozo de Malí y un río sucio de India. Luego, lo aplicó suavemente sobre la espalda severamente quemada de una mujer mayor.
“Está sanando”, dijo Ronan Le Floch, el doctor que supervisaba el cuidado de la mujer. El matiz verdoso de la dolorosa herida, una señal de una posible infección bacteriana mortal, había desaparecido.
El tratamiento líquido era un cóctel de unos 1.000 millones virus llamados bacteriófagos, o fagos, que tienen la capacidad de matar bacterias. Los fagos son poco conocidos por los doctores de Occidente, pero han formado parte del arsenal antibacteriano de los países de la ex Unión Soviética desde hace décadas.
Los doctores de Estados Unidos y gran parte de Europa dejaron de usar los fagos para combatir bacterias cuando la penicilina y otros antibióticos fueron introducidos en los años 40. Ahora, sin embargo, científicos de estos países han vuelto a recurrir a esta cura de la era de Stalin para frenar el dramático avance de la resistencia de las bacterias a los antibióticos.
Tal resistencia ha pasado a ser una de las mayores crisis de salud de nuestros tiempos, y los expertos en salud pública están desesperados por hallar nuevas armas para luchar contra las bacterias. “Corremos el riesgo de perder la carrera”, advierte Tom Frieden, director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés). “Esto tiene el potencial de socavar gran parte de la medicina moderna”.
Keiji Fukuda, representante especial de resistencia antimicrobiana en la oficina del director general de la Organización Mundial de la Salud, añade: “Esperamos evitar que mundo caiga al precipicio donde los antibióticos dejan de funcionar”.
La resistencia bacteriana se desarrolla de forma natural. Debido a mutaciones genéticas, algunas bacterias son capaces de soportar un antibiótico y luego multiplicarse libremente sin competencia de cepas sensibles.
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Los humanos han convertido este proceso natural en una crisis de salud al usar indebidamente y abusar de los antibióticos. Mientras más ocurra esto, mayor la resistencia. Muchos de los antibióticos utilizados en EE.UU. y Europa se emplean para engordar ganado y aves para consumo humano. Además, la mitad de los antibióticos recetados por doctores en EE.UU. no producen ningún beneficio, según los CDC y algunas investigaciones. Ambas situaciones han fortalecido a las bacterias.
La resistencia global a los microbios, incluyendo bacterias, virus y hongos, mata a al menos 700.000 personas cada año, de acuerdo con un análisis encargado por el gobierno británico. El informe vaticina que no si no se contienen los microbios resistentes a los medicamentos para 2050, se producirán 10 millones de muertes más al año. El costo económico podría ascender a US$100 billones.
Sin antibióticos efectivos, pequeños cortes y heridas podrían convertirse en graves problemas de salud. Procedimientos comunes como una cesárea, una cirugía, un reemplazo de cadera, quimioterapia y una amputación podrían volverse mortales.
Un estudio publicado en octubre en la revista especializada Lancet Infectious Diseases estimó que hasta la mitad de las infecciones posoperatorias y más de 25% de las infecciones después de someterse a quimioterapia en EE.UU. son causadas por microbios que resistentes a los antibióticos comunes.
En muchas partes del mundo, antibióticos comunes usados para tratar la neumonía y otras infecciones del flujo sanguíneo y el tracto urinario ya no funcionan. La gonorrea, que solía ser destruida con una sola dosis, es cada vez más resistente.
Las superbacterias son especiales. Una familia de microbios mortales, llamadas enterobacterias resistentes a carbapenems (ERC), puede resistir prácticamente cualquier antibiótico. Detectadas por primera vez en Carolina del Norte en 2001, se han propagado a todo EE.UU., Europa, Medio Oriente y Sudamérica.
“Es una bacteria de pesadilla”, dice Frieden. “Queremos detenerla antes de que salga a la comunidad”.
Los científicos normalmente han combatido la resistencia bacteriana inventando medicamentos que los microbios no habían enfrentado. En la actualidad, sin embargo, hay pocos antibióticos en desarrollo a nivel mundial. La última vez que una nueva clase de antibióticos fue lanzada al mercado fue hace casi tres décadas.
La escasez ha llevado a algunos científicos de Occidente a considerar nuevamente los fagos. Tienen 1% del tamaño de las bacterias, pero son la forma de vida más abundante del planeta. Viven en tierra, cloacas y la piel. Son inofensivos para los humanos pero mortales para las bacterias.
Los fagos tienen una variedad de formas y tamaños. Uno tiene una extraña cabeza hexagonal, piernas larguiruchas y una cola filosa para perforar la pared celular de la bacteria y depositar su ADN. La descendencia del fago se multiplica rápidamente y sale en un estallido que mata a la bacteria.
Los fagos fueron descubiertos hace más de un siglo. Ya en los años 30, Eli Lilly & Co., E.R. Squibb & Sons y Abbott Laboratories vendían una variedad de productos de fagos a los consumidores estadounidenses. Sin embargo, con la llegada de los antibióticos, los doctores de Occidente perdieron su entusiasmo por los fagos. No obstante, varios países de la ex Unión Soviética los siguieron usando.
En Georgia, cerca de 20% de todas las enfermedades bacterianas son tratadas con fagos, dice Mzia Kutateladze, directora del Instituto George Eliava de Bacteriófagos, Microbiología y Virología en Tiflis. La farmacéutica rusa Microgen produce fagos para la disentería e infecciones bacterianas. Doctores en Polonia están probando con fagos en pacientes que ya no responden a los antibióticos.
El mayor obstáculo en otras partes es que la terapia con fago no ha sido estudiada con rigurosidad en pruebas clínicas, pero se está formando un movimiento para llevarla a la medicina cotidiana. Más laboratorios y firmas biotecnológicas están investigando los fagos lo más rápido posible. La lista incluye la estadounidense AmpliPhi Biosciences Corp., la portuguesa TechnoPhage y la francesa Pherecydes Pharma.
No es fácil preparar virus vivos para pruebas en humanos, ya que los reguladores imponen normas estrictas para asegurar que cualquier organismo extraño vivo sea seguro.
Una enfermera en Nantes, Francia, remoja un vendaje en un cóctel con unos 1.000 millones de bacteriófagos.ENLARGE
Una enfermera en Nantes, Francia, remoja un vendaje en un cóctel con unos 1.000 millones de bacteriófagos. PHOTO: GAUTAM NAIK/THE WALL STREET JOURNAL
En julio, Pherecydes lanzó una prueba clínica llamada Phagoburn para tratar víctimas de quemaduras. El proyecto es financiado con un subsidio de 3,85 millones de euros de la Unión Europa y busca conseguir 110 pacientes durante tres años en 11 hospitales de Bélgica, Francia y Suiza para ser tratados con un cóctel de fagos. Una cantidad similar de pacientes recibe sulfadiazina argéntica, el antibiótico estándar.
El objetivo primordial es ver si los fagos pueden reducir las bacterias de la herida más rápido y de forma más eficaz que la sulfadiazina.
Una paciente es Jacqueline Benhamou, una mujer de 73 años que sufrió quemaduras de segundo grado en su espalda y nalgas cuando su vestido entró en contacto con una vela.
En septiembre, fue admitida en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Universitario de Nantes, a unos 400 kilómetros al oeste de París.
Benhamou fue tratada inicialmente con antibióticos y un injerto de piel de sus pantorrillas y muslos. Sin embargo, pese a cuidado hospital, sus vendajes se volvían verde azulados, un indicio de una peligrosa infección de Pseudomonas aeruginosa.
Aceptó someterse a la prueba Phagoburn y fue una de las primeras en ser tratada con fagos. “Estaba preocupada”, cuenta sobre el uso de virus tomados de cloacas. “Pero lo acepté porque tenía curiosidad”.
Le Floch, su doctor, recogió dos hisopos del área quemada, los puso en probetas y los envió al laboratorio para ser analizados.
El médico observó la espalda de Benhamou y luego dijo: “Las porciones verdes han desaparecido; ahora es más blancuzco. Eso significa que ella está mejorando”.
Poco después, Benhamou fue trasladada de cuidados intensivos a otro hospital para su rehabilitación. Sus quemaduras han cicatrizado en su mayor parte y los doctores esperan que se recupere por completo.

Por GAUTAM NAIK  martes, 9 de febrero de 2016 0:06 EDT
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