Un hombre frente a una casa de cambio en Brasil. (EFE)
La caída de las monedas de Argentina y Turquía tan solo es una llamada de alerta sobre la peligrosa relación que mantienen las economías emergentes con el dólar
Ha sido un agosto caliente para las divisas emergentes — tanto en el hemisferio norte como en el sur —. Los grandes protagonistas de estas vacaciones fueron la lira turca y el peso argentino, que han llegado a acusar caídas a dos dígitos en apenas días. Sin embargo, su mala racha no es flor de un día, ni tampoco son casos aislados: las divisas de varias potencias en vías de desarrollo se desploman más de un 10% en lo que va de año a raíz de los cambios macroeconómicos en EEUU.
En Turquía, la lira se devalúa frente al dólar un 42% desde enero — un desplome que se ha visto acelerado en las últimas semanas pero, que sin embargo, llevaba ya de camino varios meses —. La gota que colmó el vasofueron las tensiones políticas con EEUU (que, de hecho, acabaron en aranceles), pero la moneda ya venía con carrerilla: el gobierno de Tayyip Erdogan, presidente desde 2014 y reelecto con una victoria contundente en junio, ahuyenta a los inversores por la heterodoxa manera que tiene para dirigir la política económica del país.
En cuanto la lira empezó a derrumbarse a principios de agosto, Argentina se llevó las manos a la cabeza y subió de forma inesperada los tipos de interés (lo cual ha vuelto a hacer este jueves). Con todo, el peso argentino alcanzó esta semana mínimos históricos al anunciarse que el presidente Mauricio Macri había pactado con el FMI adelantar un rescate multimillonario al país. También sería incorrecto pensar en estas caídas como algo puntual: el peso se desploma en 2018 un 52% por culpa del mal endémico de la inflación que sufre Argentina y su endeudamiento con EEUU.
Pero la tendencia es mucho más grande que Turquía y Argentina: se expande a otros países emergentes. También el real brasileño cae frente al dólar un 20% en lo que va de 2018, seguido del rand sudafricano (-16%) o el rublo ruso (-15%). Todos estos países se enfrentan a cierto riesgo de incertidumbre política. Por ejemplo, está previsto que el pueblo brasileño acuda a las urnas el próximo octubre, y el panorama es, lo menos, desalentador: las encuestas electorales están lideradas por Lula da Silva (encarcerado) y Jair Bolsonaro (de tintes autoritarios)
También en Rusia hay lío. A principios de agosto, EEUU anunció la imposición de nuevas sanciones al país presidido por Vladmir Putin en respuesta al presunto ataque de Moscú contra el exespía Sergei Skripal en el Reino Unido. A su vez, Sudáfrica vivió a principios de año una renovación política con el relevo de Jacob Zuma por Cyril Ramaphosa como presidente del país africano. La llegada de Ramaphosa ha sido una bocanada de aire fresco tras el mandato del polémico Zuma — pero los problemas económicos heredados por el nuevo presidente no se arreglan de la noche a la mañana.
La pieza clave: 'el billete verde'
No obstante, no es a raíz del miedo por la palabra 'emergentes' que los inversores huyen y no vuelven a estas monedas. La causa vinculante y duradera de los males generalizados de las divisas emergentes reside en el extranjero: la subida de los tipos de interés de la Reserva Federal de EEUU (Fed) atrae a los inversores hacia la rentabilidad del dólar y los lleva a retirar su dinero de los países emergentes, que a su vez tienen el añadido de una volatilidad que este mes se ha visto destacada por lo ocurrido en Turquía y Argentina.
Los efectos del deplome de las divisas emergentes frente al dólar se ven agrabados, además, por la fuerte inflación que sufren estos países. Ante la subida de los precios y, por ende, la pérdida de valor del dinero, los ahorradores deciden refugiarse en el dólar, guardando su dinero en 'billetes verdes'. Así, los propios lugareños engrosan la huida hacia la moneda extranjera en detrimento de la nacional.
La debilidad de las divisas es especialmente preocupante si se tiene en cuenta el endeudamiento en dólares de estos países, ya que las deudas contraidas en la moneda extranjera crecen en valor según la moneda nacional de las empresas y demás entidades cae, volviéndose insostenible de afrontar. Es decir: los emergentes se sitúan al borde de una gran crisis de deuda.
De momento, parece que la tendencia va para largo. Según explica Witold Bahrke, responsable sénior macroeconómica de la gestora Nordea AM, "los mercados individuales y la economía en general se están comportando como un bucle de retroalimentación disruptivo, lo que supone un riesgo: la divergencia en el plano macroeconómico propicia la fortaleza del dólar, que afecta principalmente a los mercados emergentes, lo que, a su vez, impulsa una mayor divergencia macroeconómica, dando lugar a una nueva apreciación del dólar, y así sucesivamente".
AUTOR
CARLA RAFFIN0 1/09/2018
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