miércoles, 23 de marzo de 2022

Buenos Aires, por qué vuelve a estar de moda el Manhattan porteño (sobre todo de noche)



Fachadas multicolores del barrio de Caminito.



La capital argentina bulle como nunca. Recorremos sus barrios más emblemáticos entre bistrós, 'templos' de la carne, azoteas de lujo y muchas ganas de vida nocturna.




Desde esa azotea se ve todo. Hacia el oeste, la enorme e interminable ciudad que es Buenos Aires se pierde en un horizonte de edificios antiguos, construcciones modernas y arquitectura ecléctica. Tanto cemento hace pensar en Sao Paulo. Hacia el sur se ve La Boca, la zona a la que llegaron inmigrantes de todo el mundo, pero en especial italianos. Son las típicas casas y calles de una ciudad portuaria. Es Caminito, con sus famosas fachadas multicolores, su ambiente animado, sus restaurantes clásicos y sus parejas de tango bailando a cualquier hora. Hay algo de Barcelona allí.

En dirección al norte, el verde, las anchas avenidas de cuidado diseño y los palacios franceses no ofrecen dudas. Hay bastante de París ahí. Y al este, Puerto Madero, el barrio más nuevo de la ciudad. Allí se respira la humedad del Río de la Plata. Allí asombran las torres vidriadas que perforan el cielo. Sí, ese pasaje tiene muchas cosas de la china Shanghai.

Panorámica de las construcciones de Puerto Madero.


Buenos Aires es una ciudad y muchas a la vez, pero si hubiera que buscarle una hermana a la hora de la noche y la diversión, ésa sería Nueva York. Es, con permiso de Sao Paulo, el Manhattan del Sur. Y ahora, abierta nuevamente al turismo internacional, ofrece un circuito nocturno muy diferente al de los tiempos prepandémicos.

La capital argentina no tiene por qué ser (solamente) carne a la parrilla, tango y fútbol. Hay que subirse a esa azotea, la de Trade Sky Bar, para entenderlo. Y verlo. Ese bar, ubicado en los últimos pisos del Edificio Comega, un rascacielos de estilo racionalista sobre la Avenida Corrientes, es uno de los hitos de la vida nocturna porteña (porque sus habitantes son eso, porteños, y no bonaerenses). Allí se puede beber y comer al aire libre mientras el sol se esconde tras el muro de concreto que se ve hacia el oeste. Pero también se puede cenar y beber en dos pisos inferiores que muestran una de las mejores ambientaciones de Buenos Aires, además de disponer de un servicio impecable.


NOCTÁMBULOS Y TURISTAS

El jefe de la barra es Fran Muñoz, un patagónico de apenas 24 años que atiende con mucho mimo y disciplina. "Hay pocos bares en el mundo como éste", dice orgulloso. "La carta de cócteles está inspirada en las Bolsas de comercio de diferentes partes del mundo y en todo tipo de divisas extranjeras. En Trade se puede disfrutar de la urbe de una manera distinta. Y hay un comentario que suelo escuchar mucho entre los clientes: Me siento como en Nueva York", añade Muñoz. Punto de observación para decidir qué hacer si se visita Buenos Aires, desde Trade se puede enfilar cinco kilómetros al norte para llegar al corazón de Palermo, el barrio más grande y la meca a la que inevitablemente acuden los turistas.


Ambiente nocturno en el Trade Sky Bar.


O no, quizás convenga antes caminar 500 metros desde Trade y hacer una parada en Dadá, un pequeño local en pleno centro financiero que, desde los 90, se mantiene como uno de los sitios más especiales. ¿Qué es Dadá? Es un bistró francés de toques bien argentinos, pero también un bar de tragos notables. Y es, sobre todo, el lugar en el que convergen actores y políticos, noctámbulos y turistas avisados, jóvenes y adultos entrados en años. En resumen, el sitio de la música sorprendente y el encuentro impensado. Antes de la pandemia, no cerraba hasta las cinco. Ahora, a las tres.

Una escala más antes de llegar a Palermo, Damblee, una brasería en el barrio de Almagro que es, probablemente, el mejor sitio para comer pescado. Todo un detalle en un país adicto a la carne vacuna que ignora en general las riquezas de su mar, que se consumen mucho más en países como España que en la propia Argentina.


Restaurante El Preferido del barrio de Palermo.


Palermo, finalmente. Un barrio en el que vale la pena quedarse unos cuantos días. El hotel ideal para hacerlo es CasaSur, en el sector denominado Hollywood, dueño de una de las azoteas más bellas de la metrópoli. Si el presupuesto escasea, una buena opción es el Selina, ubicado en el Soho, otra área del interminable Palermo, el barrio en el que creció el escritor Jorge Luis Borges cuando todavía no había turistas, sino recios varones batiéndose a duelo cuchillo en mano.

A apenas unos metros de Selina está Tres Monos, uno de los bares más innovadores de la ciudad, multipremiado internacionalmente. En una esquina, pintadas de negro sus paredes y su interior, la música siempre es perfecta y los tragos nunca defraudan. "Somos un bar pequeño y genuino, un lugar para beber y conocer gente", resume uno de sus dueños, Sebastián Atienza.


Las clásicas empanadas argentinas.


Desde allí se puede ir caminando a Niño Gordo, un restaurante que fusiona lo japonés con lo argentino. Sus mollejas glaseadas son un ejemplo perfecto de esa mixtura, en la que se adivina mucho de la gastronomía peruana actual. Su jefe de cocina recomienda otro plato muy especial, el katsu, con el cerdo como materia prima. "Una clienta lo probó y se puso a llorar: no hay nada como esto, me dijo", confiesa.

Una esquina más allá sorprende Paquito. Cae el sol y comienza a sonar música española, una invitación a probar sus tortillas, gambas y boquerones. Apenas 300 metros de caminata y aparece La Carnicería, un restaurante que reversiona con éxito el plato más típico de los argentinos. Es carne, sí, pero parece otra cosa. ¿Quiere carne? Ahí nomás está Don Julio, otro multipremiado restaurante, pero también El Preferido, un bodegón modernizado que es quizás el mayor éxito gastronómico de todo el barrio: difícilmente encontrará mesa si no reserva el día anterior. Y eso, como muy tarde.


Un grafiti del cantante Cardos Gardel.


Pese a todo lo que ofrece, merece la pena salir de Palermo. La confluencia de las avenidas Sarmiento y del Libertador marca la entrada a los Bosques de Palermo. Allí se levanta un monumento bellísimo, conocido como de los españoles. "Se llama en realidad Carta Magna y fue regalado por España a la Argentina con motivo del primer centenario de la independencia", explica Gimena Bilbao, historiadora del Arte y profunda conocedora de Buenos Aires. "Demoró 18 años en construirse, parte de las piedras y las piezas se perdieron en un naufragio en el que murieron 30 personas. Recientemente, encontraron una de esas piedras en Brasil", relata la experta.


DISEÑO MONUMENTAL

Todo ese sector, verde, amplio e impactante, se debe al diseño del arquitecto francés Carlos Thays, que proyectó a fines del siglo XIX el eje monumental de la ciudad, los Bosques de Palermo y los jardines Botánico y Zoológico. La misión que se encomendó a Thays era transformar Buenos Aires para convertirla en una auténtica metrópoli. Impulsado por el alcalde Torcuato de Alvear, se puede decir, sin lugar a dudas, que lo logró con creces.


La librería Ateneo Grand Splendid.


Camino nuevamente al centro, en la margen derecha de la Avenida del Libertador aparece un asombroso edificio brutalista, la Biblioteca Nacional. Cuenta Bilbao que Clorindo Testa, el arquitecto que la diseñó, se encontró con el fósil de un gliptodonte que lo terminó de inspirar. A pocos metros se encuentra el monumento a Eva Perón, erigido donde estaba la residencia del que fuera presidente, Juan Domingo Perón. Las dos Buenos Aires, frente a frente. Quien quiera visitar la tumba de la primera dama (icono nacional al igual que Carlos Gardel) debe ir al cementerio de la Recoleta, frecuentado por los turistas. En esta zona también se sitúa el Ateneo Grand Splendid, una de las librerías más bella del mundo levantada en un antiguo teatro.

Vamos al Palais de Glace, donde hasta 1900 funcionaba una pista de patinaje sobre hielo, clara señal de la Buenos Aires que añoraba Europa. "Había familias adineradas que comían el pollo con las manos y escupían los huesos. Les traían profesores de modales de Europa", dice Bilbao, quien, 15 minutos después, señala el Parque Lezama. El lugar donde todo empezó.


UN REPASO A LA HISTORIA

Buenos Aires tiene algo especial: es una ciudad que fue fundada dos veces. El conquistador Pedro de Mendoza lo hizo en 1536, pero la hostilidad de los aborígenes locales impidió sostener el plan. "Sesenta mancebos nativos de Paraguay, 10 españoles y una mujer, Ana Díaz, la única mayor de 25 años, soltera o viuda...", lee Bilbao de documentos antiguos que cuentan detalles de los primeros expedicionarios que llegaron a la ciudad. Tras el fracaso de 1536, vuelve a ser fundada en 1580 por Juan de Garay. Y ésa es la fecha que celebra hoy esta joven que ya cuenta con 441 años de historia.


Interior del Mercado de San Telmo.


A tres kilómetros, la Plaza de Mayo, esa gran explanada frente a la Casa Rosada que marca el pulso político de todo el país, es un paso obligado. Asombran las pequeñas historias de pasadizos secretos, de lo que era y lo que es esta zona, entrada al emblemático San Telmo, el barrio colonial con su mercado de 1897 que permite entrever algo de lo que fue aquella antigua urbe.

Quince minutos más de paseo y aparece la fuente de Las Nereidas, también conocida como Lola Mora por haber sido diseñada por esta escultora, cuyo nombre completo es Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández. Contemplarla supone un sutil viaje en el tiempo. De fondo, los edificios modernos de Puerto Madero. Un giro de 180 grados y se asoma el Río de la Plata, ese curso de agua marrón, el más ancho del mundo, al que los porteños le dieron históricamente la espalda. Hoy, lo están volviendo a mirar. Es el nuevo desafío de la capital: recuperar su relación con el agua y ese horizonte sin fin desde el que llegaron tantos y tantos barcos desde Europa.



SEBASTIÁN FEST
Argentina
Actualizado Martes, 22 marzo 2022 - 01:30
https://www.elmundo.es/viajes/america/2022/03/22/61c1f2f2fdddff61128b459a.html