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Imagen de uno de los quioscos de Pekín, en los que empiezan a colarse publicaciones con reportajes de denuncia
Pekín y las protestas políticas siguen siendo tabús en un país que aún bloquea a medios occidentales pero el periodismo de investigación se abre paso para destapar corruptelas y acosar a gobiernos locales.
Las facultades chinas enseñan que el buen periodista no pregunta. Históricamente, publicitaban al poder y recogían hong bao (sobres rojos con dinero) en las ruedas de prensa. Ni siquiera era un gremio desprestigiado porque nada se esperaba de él.
El nacimiento del periodismo de investigación es una de las mejores noticias en China en los últimos años. Son un puñado de tipos heroicos sin preparación académica útil y con su ética como única brújula, que flotan en un ecosistema de podredumbre y se arriesgan a palizas a cambio de sueldos miserables y la satisfacción de servir al pueblo.
El periodismo clásico, una reliquia en Occidente, reverdece en Caijing, Economic Observer o China Economic Times. Hay semanas invertidas en reportajes, funcionarios y grandes compañías en aprietos, periodistas aguerridos y editores inmolados en su defensa. La prensa e internet mejoran a China, hoy un lugar menos impune, más libre y respirable. «¿Quién imaginaba hace cinco años a periodistas investigando corrupciones y abogados defendiendo derechos humanos?», pregunta desde Hong Kong Han Dongfang, conspicuo defensor de los derechos de los trabajadores y brillante analista de China.
Gobiernos locales y provinciales han sido sus víctimas, pero Pekín sigue siendo tabú. Desvelar detalles sobre la vida de los líderes chinos asegura el cierre. La sacrosanta estabilidad social impide pensar en cambios. Hay temas que permanecen fuera del debate. Los medios nacionales se autocensuran y los internacionales sufren el bloqueo. El último ejemplo es el Nobel de la Paz al disidente Liu Xiaobo, que ha provocado cortes en la señal televisiva y las webs de la CNN y la BBC.
El reciente caso de Qui Ziming es revelador. Qiu desveló las corruptelas de una poderosa empresa papelera vinculada al gobierno local y la policía lo incluyó en la lista de criminales más buscados por libelo. Durante su huida por el sur de China recibió apoyos en bloque del gremio, de los internautas y de la sociedad civil. La retirada de la orden y las disculpas policiales se entendieron como una victoria de la prensa y la opinión pública.
Pero los días posteriores acumularon recordatorios de los riesgos del periodismo. Los familiares de dos reporteros que denunciaron a una compañía contaminante sufrieron misteriosos accidentes de coche. La sede de un diario que acusó a una empresa de champús de contener cancerígenos fue asaltada por sus trabajadores. Fang Zhouzi y Fang Xuanchang, dos célebres periodistas científicos dedicados a desenmascarar a embusteros, sufrieron palizas.
UN 'WATERGATE' CHINO / Buena parte del gremio aún conserva una concepción funcionarial del periodismo como correa de transmisión del poder a la ciudadanía. Conseguir un sobresueldo masajeando a gobiernos locales o empresas es una práctica habitual y estimulada por los bajos salarios.
Pero el auge del periodismo de investigación y el fin de la impunidad han creado una corrupción aún más grave. Un empresario pillado con las manos en la masa y ante la perspectiva de una condena de cárcel untará con gusto. Los chantajes de periodistas o de quienes dicen serlo no son raros. «Los incentivos para el fraude son constantes. El ecosistema para el periodismo es hostil, y de eso tiene gran parte de culpa el Gobierno. Se solucionaría permitiendo la plena profesionalización y definiendo el papel social de la prensa», responde desde Hong Kong David Bandurski, director de China Media Project.
Los márgenes del periodismo se estiran cada día. Pekín lo promueve como arma de «supervisión de la opinión pública» contra la corrupción. Los límites son cada vez menos, no por relajación gubernamental sino por el proceso de madurez de la sociedad. En los pasados terremotos de Sichuan y Qinghai, muchos editores enviaron a periodistas ignorando las directrices de Pekín.
Continúa Bandurski: «Los periodistas han hecho grandes avances en la última década empujados por sus ideales. Se las han apañado para abrir nuevas áreas, pero aún hay muchos obstáculos para la libertad de expresión plena. Eso dependerá de las reformas políticas en los próximos años. Cuando veo la lucha de esos periodistas solo puedo ser optimista».
Wang Keqin es el padre del periodismo chino. «Todavía no se puede luchar contra el gran tigre. Los colegas de Estados Unidos han tumbado a un presidente; los japoneses, a dos. Algún día habrá un Watergate chino. Sin periodismo no hay democracia», opina.
Por ADRIÁN FONCILLAS from elperiodico.com 12/12/2010
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