Las relaciones no funcionan porque nos empeñamos en ir adelante con gente que sabemos que no va con nosotros y luego nos quejamos. El secreto no es aguantar, el secreto es valorar lo que se tiene y no estar pensando que se puede tener todo el rato algo mejor.
Una pareja para toda la vida, amor eterno, hasta que la muerte nos separe, para siempre… al principio de una relación esto es lo que los enamorados suelen repetir, ese amor idílico, sin fin, perfecto. Pero si la mayoría de la gente (los alérgicos al compromiso y personas con traumas especiales son excepciones) es lo que quiere, ¿por qué hay tan pocas parejas que sean, efectivamente para siempre? ¿Por qué es tan difícil encontrar o mantener a ese compañero hasta la muerte?
La respuesta más socorrida es porque ya no tenemos por qué aguantar, como ocurría antes. Es decir, nuestros padres (me refiero a los de los que tienen más de 40 años), nuestros abuelos y no digamos nuestros bisabuelos, se casaban y sabían que aquello era para siempre. Así lo explica, con una sencillez aplastante Carmen Aguirre, viuda, de 70 años, que pasó toda su vida con su marido. “49 años, exactamente estuvimos juntos”, cuenta. “Yo tuve un novio antes, pero le dejé porque no quería casarse y ya llevábamos dos años viéndonos. Fue conocer a Francisco, nos enamoramos e hicimos las cosas como se hacían entonces. Pidió mi mano, nos casamos… y no, nunca pensé en separarme”.
La septuagenaria reconoce que vivió momentos complicados, discusiones e, incluso, afirma Carmen, “él me puso los cuernos una vez, que yo sepa, y yo no es que se los pusiera, pero estuve a punto con un compañero de trabajo. Vamos, que no éramos de esas parejas que ella se queda en casa esperando que él llegue y que tragan lo que les echen. Pero para nosotros la familia y que los hijos crecieran felices era muy importante. Si hubiéramos discutido mucho o nos hubiésemos llevado mal me hubiera divorciado sin problema. Pero no, en lo importante nos entendíamos, veíamos las cosas de manera muy parecida y éramos un equipo. Sí, con el tiempo casi como hermanos, no teníamos esa pasión loca. Pero es lo que yo le digo a mis hijos, que la pasión es una maravilla, pero que lo complicado y lo más bonito, lo que te hace sentir bien, seguro, tranquilo, es saber que cuentas con alguien, que si te pasa algo bueno es la primera persona en la que piensas y si es algo malo también. El secreto no es aguantar, el secreto es valorar lo que se tiene y no estar pensando que se puede tener todo el rato algo mejor”.
Complicidad y admiración, más importantes que el romanticismo
El psicólogo clínico y experto en conflictos de parejas Agustín Duarte coincide en mucho de lo que dice Carmen. En su consulta ha visto miles de parejas en crisis y, después de advertir que su trabajo no sólo consiste en conseguir que una pareja siga junta sino a veces en hacer que rompan de una vez, pero de una manera constructiva, explica algunas claves de porqué las parejas no duran toda la vida. “Es evidente”, comenta, “que ahora es más fácil que las personas emprendan caminos distintos. No por el tópico de que antes las mujeres tenían que aguantar porque si se divorciaban eran casi unas parias o que la educación social y religiosa no ha visto nunca bien a una separada, no. Simplemente, al ser independientes, trabajar, relacionarse con gente distinta, etc., la mujer tiene capacidad para evolucionar, para cambiar y pasar distintas etapas en su vida. Eso era algo que hace años era exclusivo del hombre y la mujer, al estar en casa sin mas, se limitaba a adaptarse. Ahora no, ahora ambos pueden descubrir caminos distintos y eso hace necesaria una serie de negociaciones en las que muchas veces llega la crisis y la ruptura. Uno sigue siendo como cuando se casó y el otro no o cada uno ha cambiado sus valores o su forma de querer continuar la vida”.
Para Duarte, “si no hay amor, si no hay un verdadero plan de futuro en común, los caminos se separan. Por eso yo siempre recomiendo que se piense no sólo en el amor romántico, que es a lo que todo el mundo recurre para explicar el distanciamiento o para justificar que se debe estar con la otra persona. El típico ‘es que ya no es como antes’ o ‘es que nos queremos mucho’. El amor y la atracción son importantes, pero con el tiempo lo es más la admiración, la complicidad y tener claro que se quiere estar con esa persona. Parece de Perogrullo, pero es así”.
Pero el asunto, según algunos expertos como el psicoterapeuta y escritor Henry Cloud, autor de varios libros sobre relaciones sentimentales, como ¿Cómo hacer que una cita vaya adelante? (que no está publicado en España), está más bien en saber elegir. “Muchas veces”, explica en la citada obra, “el asunto está en que se escogen parejas que no van con nuestra personalidad o con valores totalmente opuestos a los nuestros y al final, no funciona. Hay que tener claras las prioridades, si hay que hacer una lista, se hace, y analizar si la persona con la que empezamos a tener una relación coincide con ellos. Si no es así, no tener miedo y dejar a esa pareja para buscar la que realmente nos llene. A veces las relaciones no funcionan porque nos empeñamos en ir adelante con gente que sabemos que no va con nosotros y luego nos quejamos. Hay que empezar por la base, es esencial”.
Hay que ser realistas
Jorge A. de 43 años, reconoce que su problema ha sido siempre ese. “Mis amigas siempre me han dicho que cómo es posible que tenga tan mala suerte en las relaciones”, explica, “que con lo encantador que soy y con las ganas que tengo de formar una familia cualquier mujer estaría feliz conmigo. Y durante mucho tiempo también lo he pensado. Es cierto que no todos los hombres están, a priori, desde jóvenes, tan ilusionados con algo así, prefieren ir de flor en flor, pero yo nunca. Durante mucho tiempo no entendía por qué fallaban siempre mis relaciones. Acababa rompiendo porque ellas eran demasiado raras o ellas me dejaban porque precisamente me acusaban de que las agobiaba…”.
Gracias a un terapeuta me di cuenta de que el asunto es que yo realmente no quería una pareja estable, me horrorizaba la idea, aunque dijera lo contrario y acababa atraído por mujeres que no paraban de viajar, que no querían tener hijos, que no consideraban importantes valores como la fidelidad… Mujeres que claramente, o al menos en ese momento de su vida no querían establecer una familia y yo me empeñaba en convencerlas de que lo hicieran. Ahora llevo tres años con una mujer así. Independiente, fuerte, que nunca ha querido ser madre y con la que tengo una relación maravillosa, sí que creo que puedo estar con ella para siempre. El error estaba en que yo pensaba que quería una cosa y la vida me demostraba que realmente me gustaba lo opuesto, lo acepté y estoy feliz”.
El caso de Jorge A. no es de los más comunes, aunque según el doctor Agustín Duarte, el asunto de elegir a alguien una y otra vez que según parece no casa con nuestros valores es importante analizarlo porque a lo mejor esa persona nos está explicando mucho de nosotros mismos. En cualquier caso, aunque ninguno de los expertos consultados se atreve a dar esa clave para encontrar el amor eterno, el doctor Duarte sí se arriesga a recomendar dos conceptos: “Dejar a un lado el orgullo y no tener miedo”, dice, “el orgullo y el miedo, esa reacción de dejar antes de que te dejen, tan habitual en muchas parejas actuales, son la raíz de la mayoría de las rupturas. Y, por supuesto, ser realista.
Hollywood y las novelas románticas nos han hecho ver la pareja como algo casi mágico y no lo es. Es un trabajo, precioso, diario. Pero de magia no tiene nada. Hay que querer que dure y que dure bien. El problema es que no todo el mundo lo quiere, por mucho que todos lo digan”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.