Cuando los estadios olímpicos, los estadios de la Copa del Mundo y otras costosas infraestructuras para eventos deportivos se acercan al final de los coloridos despliegues para los cuales fueron diseñados, no a todos les depara un destino feliz.
Muchos se convierten en sede de clubes deportivos locales. Otros, sin embargo, se convierten en colosales "elefantes blancos", sobreviviendo como zonas de estacionamiento, caminos de tierra para carreras de automóviles de serie e incluso, como en el caso del espectacular Estadio Olímpico de Montreal, como un centro de vacunación de gripe porcina.
En realidad, estos grandes edificios (que tienen el tamaño de manzanas enteras de una ciudad o más aún), pueden convertirse en cualquier cosa que la imaginación, las limitaciones estructurales, el dinero, la voluntad política y las leyes de planificación lo permitan.
Aun así, es notable cuántos quedan sin uso. Al realizar una película en 1999 acerca de las Grandes Exposiciones del mundo, me sorprendí al encontrar que las salas abandonadas de la Exhibición Franco-Británica de 1908, que habían sido sede de parte de los Juegos Olímpicos de ese año, en el lugar donde poco después se construiría un enorme centro comercial.
Lo que casi un siglo antes había sido el escenario gigante de un cuento de hadas llamado White City (Ciudad Blanca) eran restos fantasmales, convertidos en enormes nidos de paloma.
Este verano, el centro de atención ha estado en los estadios de la Copa del Mundo en Brasil, un país donde se dice que hay una escasez de más de cinco millones de hogares, precisamente una de las razones por las que se criticó la inversión de varios millones de reales brasileños en costosas infraestructuras, como el Arena de Amazonas en Manaus y el Arena das Dunas en Natal.
Sede de tan sólo cuatro partidos del Mundial, el ambicioso estadio Manaus de 44.000 asientos está destinado a convertirse en el hogar del equipo de fútbol local de cuarta división, que atrae a multitudes de poco más de mil personas por partido. Un juez brasileño sugirió convertirlo en una prisión.
El Arena das Dunas enfrenta un desafío parecido. Incluso el nuevo Estadio Nacional de Brasilia, de US$900 millones, sede de siete partidos en la Copa del Mundo, servirá a equipos de cuarta división. Habrá que esperar hasta los Juegos Olímpicos de 2016 para volver a llenar sus 72.000 asientos.
Del espectáculo al servicio
Esta es la razón por la cual dos jóvenes arquitectos franceses, Axel de Stampa y Sylvain Macaux, han publicado coloridas propuestas para lo que ellos llaman "Casa Futebol".
Los arquitectos sugieren encajar unidades de viviendas de bajo costo, algo así como contenedores de carga con ventanales, en los distintos niveles de los estadios de la Copa del Mundo.
Con un tamaño que varía entre 50 y 150 metros cuadrados, podrían entrar hasta 350 en el Estadio Nacional, mientras que un montón de asientos quedana la disposición para quienes asisten a los partidos y otros eventos.
La idea es fomentar el debate acerca de lo que se debe hacer con estas gigantes infraestructuras brasileñas, de cara a la pobreza y a la grave escasez de viviendas.
Los arquitectos franceses podrían haber ido más lejos y sugerir la apertura de tiendas, una clínica, una guardería y otras actividades comerciales y cívicas. ¿Por qué no? Ciertamente traerían vida, dinero y color a estos "elefantes blancos".
En cualquier caso, la idea ha sido probada con éxito en Estados Unidos. El verano pasado, tomaron posesión de sus apartamentos los residentes de las unidades construidas en el Estadio Bush de Indianápolis.
Espacio de sobra
Algo similar pasó con el estadio Art Deco, inaugurado en 1931 como sede del equipo de baloncesto Indians, y que fue clausurado en 1997.
Tras ser utilizado como circuito de carreras de tierra durante un par de años, entre 2008 y 2011 se lo convirtió en depósito de almacenamiento de coches viejos que habían sido desechados en el marco del programa de US$3 mil millones "Cash for Clunkers" del gobierno estadounidense, cuyo objetivo era incentivar a la ciudadanía a cambiar sus automóviles viejos.
Luego lo compró un desarrollador local que lo transformó en nuevas viviendas, diseñadas por los arquitectos de Heartland Design. El estadio mantiene su apariencia, incluyendo la entrada cinematográfica y un espacio deportivo verde para sus residentes.
El llamativo Pyramid Arena de Memphis, en Tennessee, que data de 1991 y está en desuso desde 2004, también podría haber sido un buen proyecto de viviendas.
Sin embargo, este notable estadio -diseñado con la apariencia de una pirámide de 98 metros de altura por los arquitectos-ingenieros Rosser Fabrap para los Grizzlies de Memphis y el equipo de baloncesto de la Universidad de Memphis- se convertirá en una mega tienda Bass Pro especializada en equipamiento de caza, pesca y actividades al aire libre.
También habrá un campo de tiro y tiro con arco, además de una bolera de 16 pistas, una plataforma de observación de alto nivel y una sucursal de un famoso restaurante.
Abandonados por el deporte mismo
Algunos estadios han sido clausurados porque el deporte para el cual fueron construidos ya no es aceptado o incluso ha sido prohibido.
Este es el caso de Las Arenas, una antigua plaza de toros de Barcelona. Diseñada con estilo árabe e inaugurada en 1900, Las Arenas fue sede de miles de peleas de toros, con toreros famosos como El Cordobés y Dominguín.
En el año 2011, un año después de que Cataluña abolió las corridas de toros, Las Arenas reabrió sus puertas como un centro comercial. El arquitecto fue Richard Rogers, más conocido por el Centro Pompidou de París y por la nueva y colorida terminal del aeropuerto de Barajas en Madrid.
Con una pasarela en la azotea, cafeterías y tiendas de diseño en el patio interior, Las Arenas es quizá más popular de lo que era en los días de Dominguín y El Cordobés. Este verano, el Emir de Qatar dijo que está dispuesto a gastar 2.200 millones de euros para convertir a La Monumental, otra plaza de toros en desuso en Barcelona, en la mezquita más grande de Europa, con un minarete de 300 metros.
Con todo, en esta era de ferviente consumismo, cada vez más estadios deportivos convalecientes pueden llegar a convertirse en centros comerciales. Si bien no es el uso más creativo que se les puede dar, es rentable.
Y sin embargo, al ver esas tonterías épicas como el Estadio Olímpico de Montreal, diseñado por el arquitecto francés Roger Taillibert con un estilo orgánico moderno y una torre inclinada de 175 metros con un teleférico funicular, uno no puede sino preguntarse: ¿no sería bueno que se usara el mismo coraje arquitectónico para transformarlo en una 'ciudad del futuro', con casas ultra modernas y otros exponentes de lo último de la ciencia y la tecnología?
Por supuesto, con tanto espacio a la disposición, adentro todavía quedaría lugar para al menos un moderno campo de hockey sobre hielo, una cancha de baloncesto y una piscina pública, si no un estadio de fútbol de 70.000 asientos para la Copa del Mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.