jueves, 21 de agosto de 2014

¿Por qué Estados Unidos no celebra su crecimiento económico?


Wall Street, Nueva York

La economía estadounidense está en medio de una gran paradoja.

A nivel macroeconómico los números brillan. El Producto Interno Bruto (PIB) creció un 4% en el último trimestre, el desempleo pasó del 10% durante la Gran Recesión de 2008-2009 a un 6,2% hoy y hasta el déficit fiscal, caballo de batalla de los ultraconservadores del Tea Party, ha caído drásticamente.
El problema es que este brillo macro no llega a los bolsillos. Según los sondeos, la mayoría de los estadounidenses ha perdido ese optimismo tan idiosincrático que caracteriza a la nación, fuente del famoso sueño americano.
Tyler Cowen, economista de la Universidad de George Mason y autor de "Average is over" (Adiós al ingreso promedio), un análisis de la nueva estructura económico-social del país, subraya que si bien Estados Unidos se ha recuperado de la Gran Recesión, los empleos que ha creado son precarios y mal pagos.
"El 60% de los empleos perdidos durante la recesión era de salarios medios. Desde el fin de la recesión, un 73% de los empleos que se han creado son de salarios bajos, definidos como aquellos que pagan US$13,52 o menos la hora", señala Cowen.
En su análisis Cowen añade que esta tendencia ya estaba presente en las estadísticas de 1999-2007, es decir, precede a la gran crisis de 2008.

El estancamiento secular

El presidente de EE.UU., Barack Obama, ha reconocido esta paradoja que golpea el corazón mismo de ese gran mito estadounidense: el sueño americano.
"Hoy es más difícil para un niño nacido aquí escalar socialmente que para un niño en la mayoría de los países ricos como Canadá, Alemania y Francia", señaló en diciembre.
Economistas como Tyler Cowen o el ex secretario del Tesoro de Bill Clinton y exasesor de Obama, Lawrence Summers o el actual vicepresidente de la Reserva Federal, Stanley Fisher hablan de una condición estructural de la economía que denominan la era del "gran estancamiento" o el "estancamiento secular".
Este estancamiento produce un divorcio entre crecimiento y distribución tal que, incluso si los datos macro son positivos, el conjunto de la sociedad no lo percibe.
La paradoja no es tanto por el lado de la cantidad como de la calidad.
Desde la salida de la Gran Recesión, se han recuperado unos nueve millones de empleos.
Este año se han creado más de 200 mil puestos por mes, algo que no ocurría desde 1997, durante la presidencia de Clinton.
Pero Dean Baker, director del Center for Economic and Policy Research de Washington, estima que esto no se ha traducido en una calidad de empleo.
"Los salarios están estancandos. Los beneficios del crecimiento económico no les llegan a todos. Incluso a nivel de empleo hay millones de personas que buscan trabajo y no lo encuentran. No sorprende que la gente no esté contenta", indicó a BBC Mundo.

La precariedad

Históricamente Estados Unidos compensó con dinamismo económico su extrema flexibilidad laboral.
Ese dinamismo permitía aspirar a trabajos de mayores ingresos en el curso de una vida y funcionaba como imán para millones de inmigrantes, muchos de ellos latinoamericanos.
En una reciente entrevista con el periódico español El País, el autor de "Average is over", explicó que esta expectativa ha cambiado radicalmente.
"Los números revelan que en los últimos 15 años el nivel de vida medio de un hogar americano típico ha caído entre el 5% y el 10 %. Las ofertas de salarios para personas con títulos universitarios dejaron de crecer en 1999", señaló Tyler Cowen.
No se trata únicamente del descontento de esa "mayoría silenciosa" que durante décadas encarnó la idea de que todo estadounidense podía soñar y acceder a la prosperidad y riqueza.
Millones de personas que querrían trabajar no consiguen empleo y otros tantos tienen un trabajo de medio tiempo cuando quisieran uno de tiempo completo.
A esto se suma un tema burocrático. La medición del desempleo se hace contabilizando la gente que está buscando activamente trabajo.
Según el Economic Policy Institute (EPI) de Washington, en la actualidad casi 6 millones de trabajadores han caído fuera de este conteo oficial, algo que lleva el desempleo real a casi un 10%.
"El desempleo no está bien medido porque no toma en cuenta este ejército de gente que debido a la baja oferta de oportunidades laborales no salen a buscar trabajo y, por tanto, no son contabilizados a nivel oficial", señala el informe que publicó el Instituto el primero de agosto.

El vaso medio lleno

Es cierto también que, tratándose de la primera economía mundial, siempre es posible ver el vaso medio lleno.
Si se toma como punto de comparación la otra gran recesión de los últimos 100 años -el "crack" de 1929- se ve que Estados Unidos solo terminó de emerger de aquella crisis después de la segunda guerra mundial, tres lustros más tarde.
Si el punto de comparación es el presente de otras regiones desarrolladas, la recuperación estadounidense muestra flancos sólidos.
Comparada con la Unión Europea de las recesiones, la austeridad y los rescates, el estímulo fiscal de las administraciones de George Bush y Barack Obama ha obrado maravillas con un contínuo crecimiento económico y creación de empleo.
Si se le suma a esto que la polémica revolución del "fracking" en el área energética promete solucionar en los próximos años uno de los talones de aquiles de su economía y se considera el potencial de algunos cambios de la era Obama, como la creación de un seguro médico para millones de personas, se ven razones a mediano plazo para un mayor optimismo.
Pero incluso a corto plazo, analistas como Jeffrey Bartash del MarketWatch de Washington, señalan que el crecimiento industrial y hasta el mercado inmobiliario muestran claras señales de recuperación que marcan el fin de la era del estancamiento.
"Los costos laborales, un indicador básico de nivel salarial, están aumentando a su máximo nivel desde 2009. La producción total de vehículos creció en un 17,2%. La de acero está en aumento, el empleo industrial ha crecido a su máximo nivel en 14 años y de seguir así, habrá casi dos millones de nuevos empleos en los próximos ocho meses", señala Bartash.

¿El fin de una ilusión?

Los escépticos admiten que la situación no es desesperante.
"Mantengamos la perspectiva. Estados Unidos no se va a convertir en Calcuta. El nivel de vida se encontrará más cerca del de Bélgica o parte de Europa Occidental. Esto es malo, pero puede gestionarse: no es el fin del mundo", señala Tyler Cowen.
No cabe duda que todo depende del color del cristal con el que se mira. Un salario de US$13,52 por hora, percibido como estancamiento secular en Estados Unidos, puede ser una gran oportunidad para latinoamericanos y otros inmigrantes.
Al mismo tiempo, la apelación a la perspectiva es lo contrario del sueño americano que reivindicaba una mejora contínua de las condiciones de vida "con oportunidades para todos".
Este sueño ya no está en el horizonte vital de la mayoría como quedó claro en una reciente encuesta del The Wall Street y NBC.
Según el sondeo un 64% siente todavía los efectos de la Gran Recesión, cuatro de cada diez conocen a alquien que ha estado en el paro y un 76% cree que sus hijos no estarán mejor que ellos en el futuro, virtual golpe de gracia al sueño americano.

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