Un MQ-9 Predator B sin armas antes de volar cerca de la frontera con México, en marzo de 2013, en Sierra Vista, Arizona. Getty Images
El 7 de septiembre de 2000, durante los últimos meses de la presidencia de Bill Clinton, un drone Predator estadounidense voló sobre Afganistán por primera vez. La aeronave no tripulada y sin armamento pasó por encima de la granja de Tarnak, un importante campo de al Qaeda. Cuando los analistas estadounidenses revisaron posteriormente el video del vuelo inaugural, se sorprendieron con la imagen de un hombre alto vestido con una túnica blanca. Los analistas de la CIA concluyeron posteriormente que se trataba de Osama bin Laden.
A partir de esa misión, el programa de drones ha crecido hasta convertirse en, quizás, el instrumento más prominente de la política antiterrorista de Estados Unidos y, para muchos en el mundo musulmán, un sinónimo de la arrogancia e insensibilidad estadounidense. EE.UU. ha usado drones para apoyar a las tropas en tierra en Irak y Afganistán y, particularmente durante el gobierno Obama, para golpear a la cúpula de al Qaeda.
Un estudio reciente del Centro Stimson, una institución de investigación en Washington, calcula que los ataques con drones en Paquistán se cobraron la vida de entre 2.000 y 4.000 personas. Otros países intentan sumarse, incluido Irán, que según funcionarios estadounidenses ha volado drones sobre Irak durante la actual crisis en ese país.
Los drones parecen estar en todas partes hoy en día, inmiscuyéndose en la vida civil e incluso en la cultura popular. Los jugadores de la selección francesa de fútbol se quejaron antes del Mundial de que un misterioso drone con una cámara los había espiado en sus entrenamientos. El dueño de Amazon, Jeff Bezos, espera usar estas aeronaves no tripuladas para realizar entregas a domicilio con más rapidez. Tom Cruise interpretó el año pasado el papel de un reparador de drones futurista en el thriller de ciencia ficción Oblivion. Hollywood los usa incluso en la vida real para filmar escenas complicadas.
No obstante, por más omnipresentes que parezcan ahora estos dispositivos, EE.UU. en realidad ingresó sin buscarlo en la era de los drones. Washington comenzó a usarlos para combatir el terrorismo mucho antes del 11 de septiembre de 2001, pero no debido a un plan estratégico, sino por frustración burocrática, peleas y una serie de decisiones no del todo intencionales.
El nacimiento del programa de drones armados pone de manifiesto dos ironías centrales. Primero, el arma que EE.UU. desplegó tan ansiosamente luego del 11 de septiembre fue una papa caliente que ya había debatido internamente. Segundo, para un programa que ahora es tan criticado en el mundo musulmán por matar civiles, las autoridades de antes del 11 de septiembre de hecho optaron por los drones armados debido a que las alternativas más tradicionales implicaban riesgos inaceptables de daños colaterales.
Los orígenes del programa de drones armados han estado escondidos en las páginas del "Informe de la Comisión del 11 de septiembre", publicado hace más de 10 años. (Yo fui uno de los muchos miembros del personal de la comisión que produjo el informe; los detalles de este artículo provienen de ese informe, a menos que se indique lo contrario.)
EE.UU. terminó usando drones sólo después de probar muchas otras formas de combatir a al Qaeda, que se estaba convirtiendo en una amenaza cada vez más letal.
Bin Laden sobrevivió bombardeos aéreos de EE.UU. en Afganistán y el gobierno de Clinton comenzó una búsqueda frustrante de otras opciones. Un problema clave: la comunidad de inteligencia no estaba encontrando información sobre el paradero de Bin Laden que fuera lo suficientemente confiable como para autorizar ataques aéreos. Funcionarios del Pentágono sugirieron volar drones Predator sin armas sobre campamentos de al Qaeda.
Funcionarios de contraterrorismo aumentaron su interés en misiones con drones luego de que miembros de al Qaeda en Yemen atacaran el buque naval USS Cole el 12 de octubre de 2000, con un saldo de 17 marineros muertos. El personal de Richard Clarke, jefe de contraterrorismo de la Casa Blanca, preparó un informe estratégico que pedía más vuelos de drones Predator a partir de marzo de 2001. Sin embargo, fue recién después del 11 de septiembre que el gobierno de Bush envió drones a Afganistán.
A mediados de 2001 hubo numerosos reportes de inteligencia que advertían sobre ataques de al Qaeda potencialmente "espectaculares", pero la CIA y el Pentágono se pelearon sobre los costos y el control del programa de drones.
Durante la primera reunión del gabinete de Bush sobre al Qaeda, los drones, que seguían sin volar, dominaron la discusión. Tras meses de vuelos de reconocimiento, el gobierno concluyó que eran "una buena idea". La CIA aún se preparaba para usarlos una semana más tarde, el 11 de septiembre.
En noviembre de 2001, un drone Predator mató al comandante militar de al Qaeda, Muhammad Atef, la "primera muerte conocida por parte de drones armados", según el Consejo de Relaciones Exteriores. Un instrumento de contraterrorismo que había desconcertado a las autoridades antes del 11 de septiembre empezó a convertirse en un arma preferida dentro del arsenal estadounidense.
Desde entonces, los drones se han convertido en un símbolo formidable del poder estadounidense, en formas que apenas podrían haber imaginado los que estuvieron presentes durante su creación.
http://online.wsj.com/news/articles/SB10001424052702303800604580075722467078094?tesla=y&tesla=y&mg=reno64-wsj&url=http://online.wsj.com/article/SB10001424052702303800604580075722467078094.html
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