La moda anónima y universal que hace que todos las casas parezcan iguales y que se ha colado sigilosamente en el interior de nuestros hogares.
¿Por qué viajamos? ¿Lo seguiríamos haciendo si todos los sitios fuesen iguales? ¿Qué sentido tendría? Si se busca en Airbnb un apartamento para nuestras próximas vacaciones, puede apreciarse que las ofertas en Nueva York o París, Londres o Budapest, São Paulo o Tokio, a menudo parecen extrañamente similares. Es como si el gusto por las paredes blancas y los sofás grises, las plantas de interior y los muebles de estilo mediados de siglo se hubiese vuelto omnipresente.
Puede haber algún toque extravagante intencionado (porque según las directrices de los diseños para los alquileres a corto plazo, son del gusto de la gente, dentro de lo razonable). Puede ser una pared que destaque por su patrón vistoso. Puede tratarse de una frase motivadora escrita en grandes letras de falsa madera en la cocina. "Vive, ama, ríe" siempre me ha parecido especialmente profundo. O simplemente un mensaje clavado en un tablón de corcho que diga: "Pero primero, un café".
El amable anfitrión puede haber dejado una receta de limonada o las direcciones de varias cafeterías exactamente iguales a las de la ciudad que acabas de dejar, que sirven el café en los mismos vasos pequeños de Duralex. Puede haber plantas de interior que cuelgan de un estante de madera con un terrario, perfectas para Instagram. Son Momentos.
Como estos interiores están diseñados para ser consumidos como imágenes en una pantalla, han sido preparados para seducir con una idea de familiaridad genérica global. Representan un estilo de vida metropolitano, chic, mínimo y autocomplaciente. Disfrutas de la imagen porque así es como imaginas que podrías querer vivir. Lo que sucede aquí es un ejemplo de odiosa estética digital, un efecto no intencionado de la convergencia gradual global de los interiores. La ironía es que Airbnb alimentó la idea de la autenticidad. El objetivo era revolucionar la industria de los hoteles permitiendo a los viajeros entrar temporalmente en las casas de gente real en vecindarios reales donde viven personas reales (como si los hoteles no estuviesen ubicados en lugares reales).
Pero la autenticidad está en la diferencia. Camas con formas divertidas, muebles antiguos, desorden, bolas de alcanfor, armarios victorianos en malas condiciones, las cosas acumuladas durante toda una vida. Esto, según parece, no resultaba seductor. A la gente le gusta que las diferencias sean genéricas. Quieren algo mejor que las habitaciones de Ikea. Quieren algo como los apartamentos más limpios o minimalistas de Airbnb.
Con esto no culpo a la plataforma digital, que se declara parte de la economía colaborativa. Nosotros miramos y tomamos decisiones, somos más que cómplices. Airbnb se ha convertido en un inverosímil manual de diseño, una red dispersa de interminables interiores.
Hubo un tiempo en que la gente veía los diseños de las películas e intentaba emular el estilo de Hollywood con las versiones locales de las tiendas de su ciudad. Luego compraron revistas de bricolaje y modernizaron sus casas con estanterías escalonadas para las plantas. Después buscaron en revistas de interiores lo que estaba de moda en la ciudad. Y más tarde aguantaron atascos para buscar inspiración en los grandes centros comerciales de las ciudades.
Ahora ni siquiera necesitamos una revista: basta con mirar los apartamentos que se nos van de precio en Airbnb. Navegamos durante horas viendo apartamentos extrañamente familiares, sin ser capaces de tomar una decisión porque todos parecen similares. Si el tiempo es dinero, nos hemos vuelto tontos tratando de ahorrar unos pocos euros perdiendo un tiempo irrecuperable y de un valor incalculable.
La ironía es que buscando un cambio de escenario, hemos encontrado el anonimato convertido en moda, y ahora aspiramos en casa a una banalidad global reimportada. Las constructoras y las promotoras edifican ya para Airbnb. Hay bloques enteros de apartamentos genéricos que desplazan a edificios más pequeños, extravagantes e interesantes en la densa complejidad de los vecindarios, con una mezcla social y comercial dirigida a los alquileres a corto plazo y a generar márgenes más altos para los inversores.
Otros bloques de apartamentos se están vaciando, convirtiendo sus interiores en versiones clonadas de las fotografías en la Red. Las tarimas emulan rayones, las decoraciones son nuevas pero con tonos descoloridos al estilo de una fotografía de los años 50, el sofá de mediados de siglo es falso, las sillas imitan a Eames, y la encimera parece sacada de un laboratorio, pero fue fabricada en India.
Es como comprar unos pantalones vaqueros desgastados. Estos desperdician muchos recursos, y lo mismo ocurre con la limpieza de los interiores para deshacerse de lo viejo y meter lo nuevo -muebles de imitación de aglomerado chino ensamblados en Vietnam, enviados desde todo el mundo mientras los fabricantes locales se ven obligados a abandonar sus edificios y sus talleres para convertirlos en loft de estilo industrial para turistas, y hacer que Budapest se parezca un poco más a Brooklyn-.
Pero incluso lo genérico se divide en clases. Tenemos la anemia del nuevo edificio pensado para Airbnb, pero también hay una serie de diseñadores dispuestos a trabajar para terratenientes potenciales. Son capaces de replicar el estilo de cualquier sitio para cualquier persona. La red está llena de diseñadores de interiores que anuncian sus servicios, y los propios diseñadores de Airbnb dan consejos en la página.
El mercado más lujoso es tan fácil de identificar como la versión más genérica: unos pocos azulejos de cerámica portuguesa con motivos árabes o de los años 70, arte de una tienda de segunda mano, un jarrón con flores, un sofá de color rosa o mostaza en lugar del gris de los edificios más baratos, la sensación perceptible al instante del arte decorativo nuevo vintage comprado en bloque y no acumulado con el tiempo. Hay paredes decoradas y patios de plantas subtropicales, murales, y barras para el desayuno junto a electrodomésticos cromados y latas de conservas españolas de colores vívidos. Los baños tienen grifos negros o de color cobre y jaboneras complementando las plantas de interior.
La mayor ironía es que estas páginas todas iguales han reducido el espectro de la vivienda a unos pocos grupos reconocibles al instante y fácilmente reproducibles, y han hecho del término medio la aspiración. Navegamos por estas imágenes en Airbnb o Instagram y las absorbemos, inconscientemente. Se convierte en una ortodoxia. Ansiamos huir y viajar, una ciudad distinta, nuevas experiencias. Y hemos terminado remodelando el mundo en un paisaje constante de cómoda banalidad. Cuanto más anhelamos un cambio, más nos hemos asegurado de que todo se convierta en lo mismo.
EDWIN HEATHCOTE. FINANCIAL TIMES
12 SEP. 2020 - 00:54
https://www.expansion.com/directivos/estilo-vida/casas/2020/09/11/5f5ad89d468aeb1e598b45e2.html