El reflejo que a menudo se hace en la ficción de infartos, partos, ahogamientos, ataques epilépticos y otros problemas de salud dista mucho de ser cierta
El cine y la televisión, a lo largo de su historia, han forjado numerosos mitos en torno a la Medicina. Hemos visto tantas veces ese reflejo en la ficción que damos por buena la versión que, en general, nos presentan de partos, infartos, ataques epilépticos y otros problemas de salud. Sin embargo, a menudo, ese relato tiene poco que ver con la realidad.
Un ejemplo son las escenas de ahogamientos. En las películas, cuando alguien cae al agua y no sabe o no puede nadar, son frecuentes los gritos, manoteos y las llamadas de auxilio. En la vida real, en cambio, los ahogamientos son mucho más silenciosos, sobre todo en el caso de los niños, advierten los profesionales sanitarios. «Pueden pasar desapercibidos. Por eso es muy importante no quitar nunca la vista de los pequeños cuando están en el agua», apunta Raquel Villoslada, especialista en Atención Primaria.
La vigilancia debe ser constante, subraya, no sólo porque los ahogamientos pueden ocurrir muy rápidamente, sino porque los signos de que un niño no puede respirar adecuadamente en el agua pueden ser muy sutiles. El pequeño debe emplear toda su energía en intentar mantenerse a flote y tomar oxígeno, por lo que no puede dedicar esfuerzos a pedir auxilio gritando o moviendo los brazos. Las señales de ahogamiento pueden ser difíciles de distinguir; un balanceo arriba y abajo en el agua, la sensación de que la persona está subiendo una escalera invisible, el pelo sobre los ojos y la boca a ras del agua o una mirada perdida deben hacer sospechar que algo no está yendo bien.
«Es importante asegurarse de que siempre haya alguien pendiente de los pequeños cuando están en el agua, sobre todo cuando estamos con mucha gente. Esa falsa sensación de seguridad que da que haya más personas alrededor puede provocar que, en realidad, nadie tome la responsabilidad de quedarse al tanto», indica la médica.
Aunque las películas y las series han ayudado a popularizar conceptos relacionados con la medicina y la salud, en casos como los ahogamientos han contribuido a generalizar una imagen errónea, que altera las concepciones y expectativas que tiene la gente, lamenta Villoslada. «Hay que desterrar esa idea de que es fácil darse cuenta de que alguien se está ahogando porque pedirá auxilio, gritará fuerte y moverá mucho las manos. No es cierto», remarca.
LOS PARTOS INMINENTES DE LA TV
En las películas, los partos siempre suelen ser inminentes, un proceso que se desarrolla con rapidez y que, casi siempre, se inicia con una llamativa y profusa rotura de aguas. Las mujeres que van a dar a luz en la ficción pasan, casi instantáneamente, de no tener ninguna molestia a sufrir unas contracciones fuertes y rapidísimas que, en mucho casos, hacen que el bebé nazca sin que la parturienta haya tenido tiempo de llegar al hospital ni de pedir ayuda médica. En esos momentos, en la ficción siempre hay alguien que pide unas toallas limpias y que alguien ponga agua a calentar...
En la vida real, advierte Raquel Villoslada, lo cierto es que, en general, los procesos de parto se parecen poco a esas escenas. En primer lugar, los nacimientos no suelen ser tan rápidos ni apremiantes. «Es infrecuentísimo que se produzca ese tipo de parto que acostumbramos a ver en la ficción», señala la especialista. «Más aún si se trata de madres primerizas, donde lo habitual es que el proceso para dar a luz se prolongue durante muchas horas», explica.
Tampoco está muchas veces bien reflejado lo que significa romper aguas. Porque ni esta ruptura implica el inicio del parto en todos los casos -hay mujeres que no llegan a hacerlo de forma natural o que lo hacen tiempo después de haber empezado a sufrir contracciones- ni siempre se produce de una manera tan llamativa. En muchos casos, en vez de una gran cantidad de líquido amniótico, lo que notan las parturientas es una pequeña pérdida que se produce porque se ha generado una pequeña fisura en la bolsa.
El hecho de romper aguas, recuerdan los especialistas, es un signo de que el parto está en marcha, pero no de que sea inminente. Generalmente, las mujeres tienen tiempo de sobra para preparar lo que necesiten y acudir al hospital. «Es muy poco común llegar tarde al hospital. Es mucho más frecuente acudir cuando aún faltan muchas horas para el parto», señala Villoslada.
Otro error que aparece en los nacimientos que se reflejan en la ficción es la representación de los bebés. No sólo porque los recién nacidos que aparecen en las películas suelen ser muy grandes, están limpios y no tienen lanugo ni restos de sangre sobre su piel, sino por la forma en que nacen. En las escenas de parto, casi siempre vemos a los bebés mirando hacia arriba pese a que lo más habitual es que nazcan mirando hacia abajo, hacia la espalda de la madre.
ATAQUES EPILÉPTICOS
Generalmente, cuando un paciente sufre un ataque epiléptico en una serie o un filme, siempre hay alguien que acude rápidamente a meterle algo en la boca «para que no se atragante con la lengua». Es un grave error que no debe cometerse en la vida real ya que, tal y como explica Ayoze González, jefe del servicio de Neurología y Neurofisiología Clínica del Hospital Universitario Dr. Negrín de Gran Canaria, en estos casos el riesgo de tragarse la lengua no existe.
«Si bien la parte posterior de la lengua puede ocluir parcialmente la vía aérea, la creencia de que la lengua se traga y hay que manipular la boca de la persona con una crisis epiléptica es errónea», explica González, quien subraya que nunca se debe manipular ni introducir nada en la boca de alguien que esté sufriendo un ataque epiléptico. Tanto por la seguridad del paciente como por la propia de quien pretende ayudar.
«La persona que sufre una crisis epiléptica puede manifestar cambios transitorios en el patrón respiratorio, e incluso presentar cambio en el color de la piel y los labios, que pueden tornarse azulados, pero no se debe manipular la boca metiendo la mano ni ningún objeto, puesto que en las crisis epilépticas se produce también contracción de la musculatura de la mandíbula, lo que ocasiona un cierre forzado de la boca; si se introducen los dedos, se puede producir la mordedura de los mismos y si se introduce un objeto, se pueden romper los dientes del afectado», recuerda González.
Está muy extendido el mito de que lo primero que hay que hacer ante una crisis epiléptica es manipular la boca del afectado, pero hay que desterrarlo porque lo único que se consigue es causar un posible perjuicio. Ante una situación de este tipo, recuerda el especialista, el modo adecuado de actuar sería el siguiente: «si se puede, hay que aflojar la ropa; se deben quitar los objetos de alrededor para evitar los traumatismos y se debe colocar al paciente tumbado sobre el costado, en posición de decúbito lateral, que es la posición de seguridad para que si esa persona vomita, que no llegue a aspirar posteriormente su propio vómito».
Si la crisis epiléptica supera los cinco minutos de duración, es esencial llamar a los servicios médicos de Urgencias.
SEXO DE INFARTO EN LAS SERIES
¿Quién no ha visto esta escena alguna vez en el cine? Ella es joven y exuberante; él tiene al menos 30 años más y ya peina canas. Ambos mantienen un apasionado encuentro sexual hasta que, de forma repentina, él se lleva la mano al pecho y cae fulminado por un ataque al corazón.
La asociación de sexo e infarto no sólo es frecuente en el cine. La literatura e incluso las coplas populares han contribuido a difundir esta idea que, en realidad, no es cierta. Lo han demostrado numerosos estudios científicos.
«Uno de los más recientes lo realizó en 2017 el doctor Sumeet S. Chugh del Instituto Cardiovascular Cedars-Sinai de Los Ángeles. En él se recogen las muertes súbitas de 4.557 pacientes y entre los datos que se investigan está si ha habido actividad sexual. Solo se contabilizaron 34 casos, lo que supone una frecuencia del 0,7% del total, es decir, estadísticamente sin relación», señala Ignacio Sainz Hidalgo, presidente del Grupo de Disfunción Sexual de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
El mito está tan extendido, señala el cardiólogo, que tras sufrir un infarto muchos pacientes temen recuperar su vida sexual, por si supone poner su vida en riesgo. Sin embargo, es una práctica segura, subraya el cardiólogo. En realidad, la actividad física que se practica durante el sexo en general es equiparable a la que se lleva a cabo realizando actividades cotidianas, como subir escaleras.
«Debemos quitarle todo el miedo a la muerte durante el coito. Los pacientes no deben renunciar al sexo después de un infarto, porque es seguro y es parte de su calidad de vida», indica Sainz Hidalgo, quien aclara que incluso en esos casos se pueden prescribir fármacos para la disfunción eréctil. «En un estudio de 100 pacientes postinfarto se demostró que no había complicaciones y se podían prescribir fármacos del tipo sildenafilo o similares sin riesgo, siempre bajo indicación médica y siguiendo los protocolos establecidos».
QUÉ HACER CON UN DEDO AMPUTADO
«Hay un error en el que me fijo siempre. Y es que, en las películas, cuando alguien sufre una amputación en un dedo y lo recoge para que se lo cosan en el hospital, siempre lo transporta mal», señala Raquel Villoslada, especialista en Atención Primaria. En la ficción, señala la especialista, habitualmente meten estas partes cercenadas en una bolsa con hielo, cuando eso supone un error garrafal. «Si metemos un dedo amputado en una bolsa en la que esté en contacto directo con el hielo lo único que conseguiremos es que el tejido se queme y no se pueda utilizar», señala la médica. La manera correcta de proceder, explica, es meter esa parte en una bolsa con suero o agua que, a su vez, introduciremos en un recipiente o una bolsa que sí tenga hielo. Es importante mantenerlo en frío, señala Villoslada, pero más importante aún es que el tejido llegue en buenas condiciones al hospital. «He visto el error incluso en escenas de trasplantes de órganos, lo que supondría convertirlos en inservibles», señala.
DESPERTARES TRAS UN COMA
A menudo, en la ficción las personas que han estado mucho tiempo en coma despiertan sin más, sin secuelas físicas o cognitivas aparentes. En la vida real, sin embargo, «estos despertares milagrosos son poco probables», explica el neurólogo Ayoze González. «Generalmente, después de un periodo prolongado de coma no se produce un despertar con pleno funcionamiento cerebral de manera instantánea, sino que aparecen diversas secuelas más o menos transitorias», explica. Lo habitual es que inicialmente haya una fase de desorientación temporal y topográfica, en la que la persona no sabe cuánto tiempo ha pasado, o dónde está, continúa el neurólogo. Además, «si no ha habido una adecuada estimulación física, el periodo de encamamiento conduce a la aparición de atrofia muscular y debilidad generalizada, que deben someterse a rehabilitación para mejorar». Por otro lado, en las secuelas no sólo influye el tiempo que el paciente haya estado en coma, sino la causa que lo ocasionó. En aquellos casos en los que la causa del coma haya sido una lesión estructural «pueden verse secuelas derivadas del lugar de la lesión, como dificultad para hablar o para mover una parte del cuerpo».
CRISTINA G. LUCIO
Madrid
ILUSTRACIONES: LUIS PAREJO
Actualizado Miércoles, 31 agosto 2022 - 02:50
https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2022/08/31/630e1711fdddffd6058b459d.html
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