El avión de ataque ruso Sukhoi Su-34. (Reuters/Maxim Shemetov)
Ucrania está pasando a la ofensiva en el conflicto bélico, donde el espacio aéreo está jugando un papel clave. La gran sorpresa ha sido la falta de capacidad de Rusia en el aire, pero tiene su explicación
Algo se mueve en el frente del oeste. Ucrania parece haber iniciado movimientos ofensivos y comienzan a llegar imágenes muy interesantes. En algunos casos, aparecen carros de combate acompañados de infantería que se mueven a campo abierto. Es algo llamativo, pero la sorpresa no la dan los movimientos de Kiev, sino el hecho de que los pueda realizar a plena luz del día, como ocurre con las acciones de fuego de artillería. El motivo está detrás de la pregunta que todo el mundo se hace desde hace meses. ¿Dónde está la aviación rusa?
Desde hace un par de semanas se pueden apreciar algunos cambios en el conflicto ucraniano y, tal y como explicó este periódico, Jersón era el foco de esos movimientos. Allí hay fuertes combates y, por lo que parece, algunos avances ucranianos. Es pronto para hablar hoy de lo que ya se está calificando como ‘contraofensiva’ y, además, ese término, al menos de momento, suena demasiado ambicioso. Lo que sí es cierto es que estamos asistiendo a un cambio y no es otro que el de las tropas de Kiev tomando la iniciativa.
El dominio del espacio aéreo
El hecho de que las tropas ucranianas puedan (como mínimo) tomar la iniciativa y pasar a realizar acciones ofensivas de cierto calado, ya es algo singular. Pero que puedan hacerlo, como decíamos, a plena luz del día es un claro síntoma de que, si bien no tienen una superioridad aérea, al menos se la han negado al enemigo. De no ser así, estos movimientos estarían condenados al fracaso. Pero es que, además, la escasa aviación ucraniana está haciendo alarde de operatividad y se están viendo vídeos sobre ello, como el reciente en el que se aprecia a un MiG-29 lanzando un misil HARM.
La aviación rusa está desaparecida. El Confidencial ya ha dado algunas claves sobre el porqué de esta escasa operatividad y nulo control del cielo pero, más allá de cuestiones técnicas y doctrinales, conviene explicar de dónde viene esta incapacidad de dominar el cielo.
En la guerra moderna —es decir, casi desde los años treinta— es absurdo emprender operaciones terrestres a gran escala si no se domina el cielo. Para Putin, una clave de su 'operación militar especial' —el eufemismo que ha usado para referirse a la invasión— debía haber sido destruir la aviación enemiga con ataques de precisión a sus bases, anular sus defensas antiaéreas y asegurarse el control del espacio aéreo. En ese orden. Las dos primeras se daban por supuestas antes del inicio de hostilidades. Eran capacidades que todos le suponíamos a la todopoderosa VVS (Voyenno-vozdushnye sily Rossii) o fuerza aérea rusa.
En efecto, las primeras noticias de la guerra fueron una serie de ataques en profundidad en territorio ucraniano realizados en su mayoría con misiles de crucero a bases aéreas y centros de mando y, aparentemente, con éxito. La siguiente fase es algo más complicada. Eliminar las defensas antiaéreas es mucho más difícil. Unas pueden estar fijas y ser conocidas, pero la mayoría son móviles, cambian sus emplazamientos y su ataque es muy peligroso. Entra en juego la capacidad de realizar lo que se denomina 'targeting'; es decir, seleccionar objetivos para ser atacados, lo que requiere que hayan sido localizados, analizados y establecida una priorización previa a su ataque.
La labor de inteligencia, recopilando información de múltiples fuentes, incluida la obtenida mediante misiones ISR con satélites, aviones o drones es fundamental. Pero luego está el ataque. La supresión de defensas antiaéreas es una de las tareas más peligrosas y se debe llevar a cabo por aviones especializados con tripulaciones muy adiestradas. Son lo que en occidente se denominan misiones SEAD (supresión de las defensas aéreas enemigas, por sus siglas en inglés).
Para ello, se emplean en gran medida aviones con misiles antirradiación y mucha guerra electrónica. Era una capacidad que a la fuerza aérea rusa se le suponía. De hecho, parecía haber sido eficaz cuando el 28 de febrero, apenas cuatro días después del inicio de la invasión, el Ministerio de Defensa ruso anunció a bombo y platillo que la aviación rusa había "conquistado el dominio del aire sobre todo el territorio de Ucrania”, añadiendo después que se habían eliminado las defensas antiaéreas y que ya no quedaban objetivos que atacar.
Aquella afirmación, una vez visto el fracaso en la toma del aeropuerto de Hostomel, ya sonaba a exagerada entonces. Hoy, si se hace caso a la cifra de bajas ucranianas facilitada por Rusia, efectivamente habrían destruido toda la aviación y defensas antiaéreas del enemigo, incluso varias veces.
Fracaso manifiesto
Si se consiguen los dos primeros objetivos, eliminación de la aviación enemiga y supresión de defensas, es posible dominar el cielo. Esto confiere innumerables ventajas y es uno de los pasos que encaminan a la victoria. Pero ninguno se alcanzó. La aviación ucraniana, como era de esperar, sufrió importantes bajas, pero se empezó a ver que los ataques de precisión no habían sido tan precisos. Las bases ucranianas presentaban impactos, pero muchos de ellos alejados de las zonas importantes, como plataformas o hangares. Es cierto, no obstante, que quedó reducida a su mínima expresión, pero no ha dejado nunca de estar operativa y de desafiar a los rusos, realizando misiones de ataque con aviones y helicópteros.
Quizás lo peor fue el fracaso en la eliminación de las defensas antiaéreas. La fuerza aérea rusa demostró una falta de medios adecuados. O no llegaban o quedaban fuera de servicio demasiado pronto o nunca funcionaron como se esperaba. Esto es patente en la carencia de armamento guiado de precisión —en este caso es probable que también por escasez de reservas— pero también por algo importantísimo, como es la falta de designadores o 'pods' de 'targeting', que son los utilizados por los aviones de ataque para localizar, ‘designar’, en su caso —armas de guiado láser— iluminar y, en definitiva, atacar sus objetivos.
El conjunto de todo lo anterior obligó a que aviones bastante sofisticados, como los Sukhoi Su-34, un magnífico avión de ataque, tuvieran que realizar misiones con patrones de baja cota. Esto fue así para eludir los misiles de medio alcance ucranianos (baterías TOR y Buk, principalmente) que no se eliminaron, pero también para no ponerse en riesgo de ser abatidos por los misiles de largo alcance propios, los S-300 y S-400. Se trataba de un riesgo real, pues la descoordinación entre la aviación y las fuerzas en tierra ha sido muy grande, debido sobre todo a la debilidad de sus comunicaciones y redes de mando y control.
Obligados a volar a baja cota, los aviones quedaron muy expuestos al fuego letal de los innumerables sistemas antiaéreos de corto alcance, tipo MANPAD, que ya tenían y que, al igual que los famosos misiles contracarro Javelin, Occidente suministró a Ucrania en grandes cantidades. Rusia había perdido la posibilidad de controlar el espacio aéreo.
Tecnología que no ayuda
Otra cuestión que también llama la atención es la tecnología de sus aviones y helicópteros. Los propios rusos han difundido multitud de vídeos e imágenes donde se ven aspectos sorprendentes. Por ejemplo, los Su-34 cargados de bombas de caída libre y de cohetes no guiados, armas de escasa precisión que deberían haberse utilizado en modelos menos sofisticados, como los Su-24 o, mejor, en los Su-25. Pero es que se han visto fotografías donde los pilotos llevaban GPS portátiles, modelos occidentales comerciales —muchos de la conocida marca Garmin—, alguno de hace 12 años e, incluso, en algún caso con teléfonos móviles y aplicaciones comerciales. Casi lo que podría llevar cualquier excursionista europeo.
Los helicópteros tampoco se libran. Sus modelos de ataque más sofisticados, que han llevado gran parte del peso del combate y, por consiguiente, han soportado muchas pérdidas, también están demostrando algunas carencias. Sus Mil Mi-28 y Kamov Ka-52 siempre se han considerado unas máquinas espectaculares y lo son. Fuertemente blindados y armados, su aspecto es impresionante, pero han producido cierta decepción tras la difusión algunos vídeos de origen ruso, grabados en sus cabinas y donde se apreciaban las pantallas de sus cámaras térmicas y de visión, con una resolución de imagen inferior a lo que cabría esperar.
Están muy por debajo, por ejemplo, de las fotografías proporcionadas por los sistemas optrónicos de los Apache norteamericanos u otros helicópteros similares occidentales. Esto se traduce en que si sus sistemas de visión no son tan buenos, no van a poder designar objetivos a gran distancia, por lo que se tienen que acercar y eso significa arriesgarse a recibir un misil. Esa es la explicación de tácticas extremas que se han visto, como la de los Ka-52 —y otros modelos— lanzando cohetes no guiados en tiro parabólico, cuando su utilización es en tiro directo. Lo hacen porque de esa manera se incrementa el alcance y quedan menos expuestos. El problema es que los cohetes caen sin precisión alguna. Es un tiro casi al azar.
Todo este cúmulo de circunstancias ha llevado a la aviación rusa a un papel muy secundario que no le debía corresponder. Esta incapacidad de dominar el cielo ha permitido a los ucranianos no solo responder a la artillería rusa con el nuevo material que les ha llegado, sino también tomar la iniciativa, como se está viendo en la zona de Jersón. Con independencia de que estas acciones tengan o no éxito, el mero hecho de que se lleven a cabo, que se vuelvan a ver en acción a los drones Bayraktar y que los Himars actúen en pleno día, lo demuestra.
La actuación de los Himars es difícil de neutralizar. Ucrania ya ha recibido 16 lanzadores de este tipo y están haciendo estragos. Pese a la propaganda rusa, no hay confirmación, de momento, de que se haya destruido ninguno de ellos. Y así seguirá hasta que tengan un golpe de suerte, porque la otra forma de neutralizarlos sería mantener en el aire, de forma permanente, patrullas de aviones armados. Es lo que en occidente serían las misiones CAS/BAI (apoyo aéreo cercano/interdicción aérea en el campo de batalla, por sus siglas en inglés), en la que una vez detectado el lanzamiento de los cohetes, los aviones se dirijan a la zona, localizan el vehículo lanzador —que ya se estará marchando— y lo destruyen.
Rusia tiene un problema con esto. Es innegable, pero también sería un error por parte de Ucrania confiarse y pensar que esto ya está ganado. En situación defensiva, los rusos podrían negar el espacio aéreo a su enemigo con gran facilidad y provocarle enormes pérdidas. Sus reservas de material siguen siendo grandes, y esta guerra puede volverse muy larga.
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04/09/2022 - 19:18 Actualizado: 05/09/2022 - 08:54