Misteriosas explosiones submarinas, ciberataques anónimos y sutiles campañas online para socavar las democracias occidentales: todas ellas son "amenazas híbridas".
La BBC visitó un centro dedicado a combatir una forma de guerra relativamente nueva que preocupa cada vez más a la OTAN y la Unión Europea.
"Se trata de la manipulación del espacio informativo. Se trata de ataques a infraestructuras críticas", explica Teija Tiilikainen, cuando se le pide que defina la guerra híbrida.
Ella es directora del Centro Europeo de Excelencia para la Lucha contra las Amenazas Híbridas (CoE Híbrido), creado en Helsinki (Finlandia) hace seis años.
Tiilikainen explica que consiste en un formato de amenaza ambiguo, contra el que a las naciones les resulta muy difícil luchar y protegerse.
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Amenazas reales
Pero estas amenazas no son ficticias.
En septiembre del año pasado, potentes explosiones submarinas bajo el mar Báltico abrieron enormes agujeros en los gasoductos Nord Stream, entre las costas de Dinamarca y Suecia. Los gasoductos se construyeron para transportar gas ruso al norte de Alemania.
Moscú se apresuró a negar cualquier responsabilidad, pero las sospechas occidentales se centraron en un posible motivo ruso para seguir privando de energía a Occidente, como castigo por respaldar a Ucrania tras la invasión rusa del pasado febrero.
Luego está la interferencia electoral. Poca gente se dio cuenta en su momento, pero tras las elecciones estadounidenses de 2016, los investigadores concluyeron que había habido una injerencia rusa concertada -de nuevo, negada por Moscú- con el objetivo de perjudicar las posibilidades de Hillary Clinton frente a Donald Trump.
Para ello se utilizaron presuntamente "bots" en línea, cuentas artificiales en las redes sociales controladas por ciberactivistas respaldados por el Estado, que trabajan desde "fábricas de trolls" en San Petersburgo.
Otro método es la desinformación: la propagación deliberada de una narrativa alternativa y falsa, a menudo atractiva para ciertos sectores más receptivos de la población.
Este fenómeno se ha acelerado desde la invasión rusa de Ucrania, con millones de ciudadanos -no solo en Rusia, sino incluso en países occidentales- que aceptan la línea del Kremlin de que la invasión fue un acto necesario de autodefensa.
Territorio neutral
Para ayudar a los gobiernos occidentales a identificar estas amenazas y protegerse contra ellas, la OTAN y la UE crearon el CoE Híbrido en Finlandia.
El país es una elección interesante y quizá natural para un centro de este tipo. Finlandia ha permanecido neutral desde la Segunda Guerra Mundial, en la que cedió territorio a la antigua URSS.
Los dos países comparten una frontera de 1.300 kilómetros de longitud. Ahora, una nerviosa Finlandia se ha ido acercando cada vez más a Occidente, hasta culminar su solicitud de ingreso en la OTAN el año pasado.
En una mañana fría y nevada, visité el centro, situado en un bloque de oficinas cercano al Ministerio de Defensa y a poca distancia del edificio gris de la embajada rusa, de la era soviética.
Allí, la directora Teija Tiilikainen dirige un equipo de unos 40 analistas y expertos en la materia procedentes de varios países de la OTAN y la UE, incluido un británico cedido por el Ministerio de Defensa de Londres.
Tiilikainen explica que uno de los focos de atención es el Ártico, donde han detectado un gran potencial de amenazas híbridas.
"Están surgiendo nuevas fuentes de energía", explica. "Existen nuevas posibilidades para que las grandes potencias protejan sus intereses. También hay mucha manipulación de la información".
"La narrativa rusa es que el Ártico es una región especial al margen de conflictos donde no pasa nada malo y, aun así, Rusia está construyendo allí su ejército".
Ataques tan sutiles como peligrosos
Tal vez el rasgo distintivo clave de las amenazas híbridas es que casi nunca implican un ataque real, es decir, que alguien abra fuego con un arma. Son más sutiles, pero no por ello menos peligrosas.
También son de naturaleza no atribuible, lo que significa que suele ser difícil determinar quién está detrás de estos actos, como el ciberataque masivo de 2007 contra Estonia, o las explosiones de gasoductos del año pasado bajo el Báltico.
Los autores se cuidan de dejar el menor número posible de pistas.
Existen numerosas formas de que un Estado perjudique a otro sin recurrir a la acción militar directa.
Así lo ilustra un manual elaborado por el Centro en el que se describen las amenazas marítimas híbridas y que contiene 10 escenarios imaginarios pero muy plausibles.
Van desde el uso clandestino de armas submarinas hasta la declaración de una zona de control alrededor de una isla, pasando por el bloqueo de estrechos.
Un escenario real que han examinado en detalle fueron las acciones de Rusia en el Mar de Azov antes de su invasión de Ucrania.
A partir de octubre de 2018, los buques ucranianos tenían que hacer cola para ser inspeccionados por funcionarios rusos si querían avanzar desde sus puertos de origen de Mariupol y Berdyansk a través del estrecho de Kerch y salir al mar Negro
Estos retrasos -según Jukka Savolainen, director de vulnerabilidades y resiliencia- podían prolongarse durante días o incluso hasta dos semanas, con el consiguiente perjuicio económico para Ucrania.
La guerra de la información
Pero es en el campo de la desinformación donde los expertos del centro han encontrado los resultados más sorprendentes.
Tras cotejar y evaluar numerosos sondeos de opinión en toda Europa, han llegado a la conclusión de que en varios países de la OTAN, Rusia está ganando la guerra de la información entre sectores sustanciales de la población.
En Alemania, por ejemplo, la versión del Kremlin de que su ataque a Ucrania fue una reacción necesaria a la provocación de la OTAN ha ido ganando popularidad a medida que la guerra continúa.
En Eslovaquia, más de 30% de los encuestados cree que la guerra de Ucrania fue provocada deliberadamente por Occidente. En Hungría, el 18% culpó de la guerra a "la opresión de la población rusoparlante en Ucrania".
Jakub Kalensky, analista de la República Checa, utiliza la analogía del agua para ilustrar la necesidad de suprimir la campaña de desinformación de Moscú.
"Yo no evaluaría la desinformación rusa como especialmente sofisticada", explica.
"No se trata de lo atractivo del mensaje, sino de que la forma en que consiguen el éxito es por pura cantidad. No hay razón para dar a esta gente acceso a las plataformas de las redes sociales. Todo el mundo quiere tener acceso a agua potable, pero no permitimos que envenenen el agua".
Tiilikainen explica que la función del centro no es adoptar medidas para contrarrestar las amenazas híbridas, sino evaluar, informar y después formar a otros para que hagan lo necesario para proteger a Europa de este fenómeno creciente.
- Frank Gardner
- Corresponsal de seguridad de la BBC