- El ganador ya avisa de que se tardará tiempo en arreglar la economía
- Su minoría parlamentaria supone un reto para sacar reformas adelante
- Su relación con Brasil y China es una incógnita milmillonaria
Javier Milei ha arrasado en las elecciones argentinas. El polémico candidato libertario ha protagonizado una victoria incontestable sobre su rival. A las pocas horas los mercados se han mostrado optimistas con el triunfo con todo tipos de acciones disparándose en el parqué de Wall Street (la bolsa argentina está cerrada por el Día de la Soberanía Nacional). Sin embargo, una vez se enfría la euforia de los comicios ya comienzan a asomar los principales desafíos a los que se enfrenta un presidente que ha prometido cambiarlo todo, pero que no tiene las armas suficientes para hacerlo, por mucho que empuñe su icónica motosierra.
Más allá de la dolarización y la 'destrucción' del Banco Central de Argentina, del que dijo que le gustaría "hacerlo estallar literalmente para que solo quede el recuerdo del daño que ha hecho", este podría no ser el mayor desafío al que el nuevo presidente tenga que hacer frente. Su reto ahora es pasar del dicho al hecho y reformar el país y sobrevivir para contarlo. Un obstáculo enorme, teniendo en cuenta que expertos y analistas señalan que reformar la economía argentina es una labor mucho más compleja de lo que parece.
"Javier Delay"
El primer reto al que se enfrenta el libertario es que, pese a lo apabullante del resultado, su programa más radical apenas cuenta con el apoyo directo del 30% de la población, que es el que le votó en las primarias y la primera vuelta de las generales. Si ha logrado llegar al 55% en la segunda vuelta ha sido gracias a la transfusión casi completa de los 24 puntos que votaron al centro-derecha tradicional de Patricia Bullrich. Tanto ella como el expresidente Mauricio Macri (del partido Pro) pidieron votarle para detener al peronismo, pero no por entusiasmo con sus medidas más radicales. Y Milei respondió moderando sus palabras y sus promesas, y abriendo la puerta de su futuro Gobierno a figuras del 'macrismo'.
El resultado es que Milei ha tenido que desdecirse de algunas de sus medidas estrella. No va a retirar de golpe los subsidios al transporte, el gas y la luz, porque muchos de sus votantes están en contra. No va a privatizar la sanidad y la educación, cuya gestión "está de parte de las provincias", como señaló en su primer mensaje tras la victoria. Y la ola privatizadora va a ir con cuidado: sobre la petrolera YPF, que nacionalizó Cristina Fernández (a un coste milmillonario para un estado al que no le sobran dólares), Milei se limitó a decir que va a "ordenarla" antes de plantearse su reprivatización en el medio plazo. Aun así, los inversores han tomado nota y su acción se ha disparado un 38%.
Hasta la dolarización, su principal promesa, se va a hacer esperar. La eliminación del Banco Central tardará su tiempo, porque la inflación sigue alta y no se va a frenar a corto plazo. "Si vos cortás hoy con la emisión monetaria, tarda entre 18 y 24 meses para llevarla a los niveles más bajos internacionales", explicó. Y respecto al levantamiento del cepo cambiario, la prohibición de comprar y vender divisas libremente, Milei explicó que habrá que esperar a "solucionar el problema de las leliqs", unos bonos creados durante el mandato de Macri para frenar el ascenso del dólar, que ofrecen liquidez a los bancos, y que suponen el 90% de todas las deudas de Banco Central. Hasta que no se eliminen, no se liberará el mercado de cambios, explicó.
El resultado ha sido crear en las redes el mote despectivo de Javier 'Delay', 'retraso' en inglés, ya que su programa de revolución radical va a tener que esperar años para poder alcanzar sus objetivos. Una situación incómoda para alguien que criticó repetidas veces el 'gradualismo' de Macri, su nuevo aliado. Desmontar de forma ordenada una torre de piezas y remiendos construida a lo largo de décadas es mucho más complicado de lo que parece, si no quiere que la economía del país se le desmorone de golpe.
Y, aun así, muchos economistas creen que una recesión es un requisito inevitable para cambiar la trayectoria del país. "Para que tenga algún éxito significativo, Argentina necesitará una recesión dolorosa e importantes reformas para mejorar su entorno empresarial y animar a los inversores extranjeros y a los ahorradores nacionales a volver a invertir en el país", advierte Michael Langham, Analista de Mercados Emergentes del equipo Global Macro Research. Una situación que puede aumentar más aún la pobreza mientras la economía del país se recompone, y que puede hacerle un daño muy importante a su popularidad en el corto plazo.
Minoría parlamentaria
La falta de apoyo a su programa de máximos se ve también en el Congreso, en el que sacar adelante cualquier proyecto será un reto. Las dos cámaras parlamentarias no se renuevan de golpe, sino a plazos, y los resultados electorales de Milei apenas le han servido para ser la tercera fuerza parlamentaria, lejos de las dos principales fuerzas. Y en Argentina es necesario el apoyo de ambas cámaras para aprobar cualquier ley, por lo que no le basta con armar una complejísima coalición en el Congreso: también necesita contar con el Senado, en el que la mayoría absoluta de sus miembros son peronistas de diverso pelaje.
El resultado es que Milei dependerá del centro-derecha tradicional del Pro de Macri para aprobar cualquier cosa, lo que le dejará poco menos que bajo la tutela del expresidente. Pero en el Congreso, los votos clave estarán en manos de la Unión Cívica Radical (UCR), un partido socialdemócrata que rechazó apoyar a Milei en la segunda vuelta e hizo algunos guiños al peronista Sergio Massa. Y en el Senado tendrá que contar, sí o sí, con los 37 senadores que no pertenecen a la coalición peronista que perdió ayer: desde socialdemócratas a peronistas independientes de pequeños partidos provinciales. Cualquier ley que quiera aprobar, al menos hasta las elecciones legislativas de 2025, deberá pasar antes por el filtro de varios partidos de ideologías diferentes e incluso opuestas a la suya. Y aunque estos partidos se pongan a negociar de buena fe, sin proponer vetos rotundos de entrada, es poco probable que las 'medidas motosierra' puedan salir adelante intactas.
Romper con Brasil y China
"Lula, un comunista y un corrupto, no me reuniría con él", con estas palabras, Milei puso sobre la mesa durante la campaña una de las patas del problema que tendrá que afrontar el país: una eventual ruptura de relaciones con sus principales socios comerciales. A lo largo de la carrera electoral y durante los años previos, el entonces candidato dejó claro que rompería relaciones con su vecino debido a la ideología de su Gobierno, lo que ha dejado claro con un movimiento simbólico: invitar al expresidente Jair Bolsonaro a su toma de posesión. También, aseguró, haría lo propio con China. Ambos son, por ahora, sus dos mayores socios, por lo que un corte abrupto o incluso simplemente un enfriamiento de relaciones es algo que preocupa profundamente a los inversores.
Este fue el caso de los expertos de Julius Baer, en cuyo último informe, y a pesar de que creen que puede moderar su acción política los próximos meses, señalaron este como uno de los puntos clave a seguir para evaluar la evolución de la política argentina. Lo mismo opinan los expertos de Abrdn, cuyo analista Michael Langham señala que China es tanto el principal socio comercial, como la mayor fuente de financiación para un país que necesita todas las armas económicas con las que pueda contar para hacer frente a una potente inflación y a una economía debilitada.
Solo durante el primer cuarto de 2022 Brasil se consagró como el principal seguro del mercado exterior argentino. De hecho, las exportaciones al país de habla portuguesa llegaron a las 2.450 millones de dólares, mientras que las importaciones del mismo se situaron en los 3.262 millones. Por su parte, vendieron a China cerca de 1.222 millones de dólares y compraron cerca de 3.928 millones en todo tipo de productos.
Para entender la magnitud de estos dos actores en la balanza comercial del país latinoamericano, Brasil supuso cerca del 14,3% de todas las exportaciones y China el 9%. Estados Unidos, el que Milei quiere que sea el gran socio del país los próximos años, fue el responsable del 7,6% y Chile del 5,6%. Sumando también las importaciones, entre los dos suponen el 35% de todo el comercio argentino y el problema no es solo de cantidad sino de los productos concretos que llegan desde estos dos países. Para empezar, en el caso de China, esta es la responsable de gran parte de la venta al exterior de productos agropecuarios como el aceite, la soja, la carne, la cebada o el litio, mientras que China suministra al país de toda parte de motores, insumos eléctricos o vehículos. Por lo tanto, una ruptura con estos países supone un importante reto para una economía que tendría que cambiar de arriba a abajo una estructura que lleva años operando.
Por su parte, también temen una postura agresiva de una Argentina liderada por Milei contra la unión económica de la región. "Hay que eliminar el Mercosur porque es una unión aduanera defectuosa que perjudica a los argentinos de bien" comentó el candidato en una reciente entrevista. "Es un comercio administrado por estados para favorecer a empresarios prebendarios, eso destruye el comercio, solo ayuda a amigos del poder, una cosa horrorosa". Todo esto en un momento en el que Mercosur estaba inmerso en un proyecto liderado por Buenos Aires y Brasilia para lanzar una moneda regional, un euro latinoamericano con el que avanzar en una unión económica.
La renegociación del FMI
El último de los retos es la espada de Damocles que ha pesado sobre los últimos dos Gobiernos argentinos: la deuda de 44.500 millones de dólares que estableció Macri con el FMI. Aquel préstamo debía ayudar a estabilizar la economía argentina y abrirla a los mercados mundiales. En su lugar, lo único que hizo fue crear un agujero gigantesco en las cuentas del FMI y de Argentina. Mientras ese préstamo siga en marcha, Milei estará atado a un desagüe por el que se le escaparán los preciados dólares que necesita para abandonar el peso. Y no podrá pedir dinero a ninguna otra gran institución.
Desde las casas de análisis consideran este, junto como la elección del gabinete económico, el factor fundamental que decidirá su mandato. "Con una inflación al alza, presiones cambiarias y un entorno fiscal frágil, Milei tendrá que cumplir con el programa de un FMI con el que tendrá que emprender una renegociación", explican desde Julius Baer.
Desde la institución supranacional ya han felicitado a Milei por su victoria y preparado el terreno para futuras negociaciones. Su presidenta, Kristalina Georgieva, ha salido expresado sus mejores deseos para la legislatura de Milei y le ha conminado a reunirse pronto para "trabajar estrechamente para salvaguardar la estabilidad macroeconómica del país". Con una inflación del 142,7%y una recesión más que descontada (del 2,5% según el propio FMI), Argentina tiene un complicado calendario de pagos que pasa por una cuota de 12.000 millones este mismo mes de abril.
El acuerdo que firmó en su momento el exministro Martín Guzmán incluía una serie de objetivos fiscales: reducir el déficit presupuestario por debajo del 1,9% del PIB, reducir la impresión de dinero del Banco Central para financiar al Gobierno y cuadruplicar las reservas de dólares. Milei llega al poder con la promesa de cumplir todos esos objetivos y más, lo que, de producirse, podría animar al FMI a ser más generoso con el país.
Pero el problema final sigue siendo el mismo: Argentina ha votado 'no' al peronismo con entusiasmo, y le ha dado una oportunidad a alguien que promete un plan diferente y revolucionario para la economía. Pero para ponerlo en marcha hay muchos obstáculos que superar, y si no consigue obtener resultados pronto, o si los costes -una recesión profunda, recortes dolorosos que dejen a las clases bajas desamparadas- son mucho peores de lo que los votantes están dispuestos a soportar, Milei puede encontrarse con un cisma social en los próximos años.