miércoles, 1 de noviembre de 2023

PELIGROS DEL TECNO-OPTIMISMO: Por qué la conquista espacial será un desastre: la advertencia de Erika Nesvold



Una hipotética colonización espacial en Marte. 
(Claudio Ventrella, iStock)




Una astrofísica de Estados Unidos critica la perversa ideología que subyace en las pretensiones de los grandes magnates tecnológicos que aspiran a establecer colonias humanas en otros planetas




Cuando pensamos en la conquista espacial, probablemente nos vengan a la mente naves colosales surcando la inmensidad del espacio o ecosistemas humanos creados en nuestros planetas vecinos al más puro estilo Hollywood. Pero pocas veces pensamos en la propia literalidad del término "conquista". Hay dos definiciones de "conquistar", una tiene un marcado sesgo belicista ("apoderarse de un lugar por la fuerza, especialmente con las armas") y otro más aspiracional ("obtener algo con esfuerzo y trabajo"). Los magnates tecnológicos de nuestra era (Jeff Bezos, Elon Musk...), quienes se han autoproclamado como los encargados de llevarnos al espacio (a diferencia de otras épocas no tan lejanas en las que este objetivo descansaba en manos de agencias espaciales y no empresas privadas), no dudan en usar esta terminología para manifestar sus ambiciosos planes.

Y no la usan por descuido o en vano, ya que el propio significado de "conquistar" casa muy bien con los postulados liberales que defienden. Al fin y al cabo, creen que todo lo que nos separa de ese fin colonialista es la más pura y dura tecnología. Nada más. Haciendo un símil histórico, el barco de Cristóbal Colón que nos llevaría a ese Nuevo Mundo ahí arriba no estaría hecho de madera y voluntad humana: tan solo de algoritmos y máquinas punteras de última generación. Ninguno de ellos lleva a cabo una reflexión moral, ética o ambiental sobre cómo de posible o imposible sería llevar humanos a Marte o a la Luna. Eso lo dan por sentado o no tiene tanta importancia.

"Nos engañan. Nos dicen que veamos el futuro como desdichado. Estoy aquí para traer la buena nueva. Podemos avanzar a un modo superior de vida y de ser. Tenemos las herramientas, los sistemas, las ideas. Creemos que no hay ningún problema material, ya sea creado por la naturaleza o por la tecnología, que no pueda resolverse con más tecnología". Estas frases corresponden a un reciente ensayo escrito por Marc Andreessen, uno de los primeros fundadores del primer navegador web, Mosaic, y responsable al frente de Adreessen Horowitz, una firma de capital riesgo. Su título, The Tecno-Optimism Manifiesto, ya lo dice todo. Aunque está más centrado en otro tema tan candente como la inteligencia artificial, sirve para ilustrar la ideología que hay detrás de esa conquista espacial que ya está en marcha: no podemos detenernos ni frenar el desarrollo tecnológico, hay que acelerar los procesos de conocimiento técnico y producción a toda costa. Todo ello expresado con un tono casi religioso.


¿Precariedad y destrucción ambiental en el espacio?

Pero son muchas las personalidades del mundo de la astrofísica que se erigen contra este discurso ultraliberal. Una de las últimas en atacar este punto de vista que solo contempla la tecnología como medio y fin del acceso humano al Universo es Erika Nesvold, astrofísica y desarrolladora informática estadounidense que trabaja en uno de los simuladores espaciales más punteros del mundo, el Universe Sandbox. Ella publicó este año uno de los libros más interesantes para conocer de cerca el peligro que supone esta mentalidad tecno-optimista expresada por Horowitz y defendida y puesta en marcha por Musk y compañía. Off-Earth: Ethical Questions and Quandaries for Living in Outer Space, publicado por el MIT, dispensa una aguda crítica contra esta ideología de los magnates que buscan acelerar los procesos tecnológicos hasta sus máximas consecuencias sin reparar en los dilemas éticos, morales y ambientales de esa conquista espacial.


"La historia ha demostrado que la combinación de una alta previsión de ganancias para las empresas y una fuerza laboral vulnerable, conduce fácilmente a la explotación laboral"


En 2016, mientras asistía a una conferencia de un importante ejecutivo de una empresa de minería espacial de California, le vino una duda a la mente que no dudó en expresar. ¿Cómo se podría abordar el riesgo de que el equipo de minería lunar pudiera contaminar la superficie del satélite durante la misión? Él decidió no responder, alegando que "ya se ocuparían de eso más tarde". La historia la cuenta Philipp Ball, periodista científico, que ha publicado un artículo en Aeon hablando de las ideas de Nesvold, las cuales no pueden caer en saco roto de aquí al futuro.

La contaminación del medio ambiente de otros planetas no es el único peligro. También garantizar, por ejemplo, los derechos y la seguridad de los trabajadores implicados en las misiones. Y esto, a su vez, nos remite a la noción psicológica: ¿cómo se dirimirían y gestionarían los conflictos interpersonales que puedan surgir ahí arriba? Y... ¿Debería haber algún derecho de propiedad en el espacio, vetar algún territorio para que esté libre de dominio de las empresas privadas que están relamiéndose ante la perspectiva de ver cumplidos sus proyectos turísticos y científicos?

"Estos magnates creen que trasladar comunidades fuera del control y supervisión terrestre mejorará la sociedad por ley infusa"


Nesvold intenta abordar todas estas cuestiones que los magnates pasan por alto o directamente las consideran como menores en importancia. ""La historia ha demostrado que la combinación de una alta previsión de ganancias para las empresas y una fuerza laboral vulnerable, conduce fácilmente a la explotación laboral, especialmente en un entorno remoto en el que es difícil monitorear esos abusos", afirma Nesvold. Más aún cuando las empresas que se han proclamado como el faro a seguir de esta conquista espacial son algunas como SpaceX, que ha entrado en litigios contra sus trabajadores por horarios de trabajo desproporcionados respecto a los tiempos de comida y descanso, o Amazon, la cual es famosa en todo el mundo por sus estresantes condiciones laborales que en algunas ocasiones rozan el trato inhumano (al menos en Estados Unidos, como ilustra la película Vida y muerte en un almacén).

"Estos magnates tienden a ser tecno-utópicos que creen que el propio proceso de trasladar comunidades fuera del control, supervisión y regulación terrestre a un entorno con abundantes recursos valiosamente intactos mejorará la sociedad de forma infusa", asevera Nesvold. "Por la propia naturaleza de estas ideologías, no deberíamos dedicar más tiempo a pensar o planificar cómo proteger los derechos humanos o las necesidades más básicas, piensan, ya que la planificación y regulación excesiva son malas para la sociedad", en relación con esa ideología ultraliberal de la que presumen, opuesta al principio socialista de gestión y control estatal.

Otro de los puntos calientes de la exploración (o conquista) espacial puesta en marcha es la amenaza clara de vivir en un entorno tan desfavorable para la vida (no solo humana, sino de cualquier tipo). "No importa cuánto nos esforcemos por hacer que el espacio sea más acogedor, no podemos escapar de un entorno espacial tan intensamente peligroso", asevera Ball, el periodista de Aeon. "Se podría decir que siempre estaría intentando matarnos. Las comparaciones populares con los viajes marítimos de Colón o Magallanes (que, por supuesto, fueron el inicio de la era colonialista) no solo son engañosas, sino inmorales". O, en palabras de Nesvold: "Cuando más aprendemos sobre el espacio, más nos damos cuenta de lo profundamente inhabitable que es en comparación a la Tierra".




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