Los resultados académicos y deportivos, la salud, la personalidad y hasta la hora en que nos vamos a la cama podrían estar influenciados por el mes de nacimiento. Y no, no tiene nada que ver con el horóscopo.
Como madre de una niña cuyo nacimiento estaba previsto para Nochevieja –tanto podía caer en un año como en otro–, me alegré de que mi hija finalmente se decantase por el 2013 en lugar del 2014. Así me ahorraba, pensé entonces, los costes de un año de guardería que, en una ciudad como Madrid, pueden suponer casi la mitad de un sueldo. No la habría animado tanto a aparecer en diciembre, no obstante, si hubiera sido más consciente de otras implicaciones. Principalmente esta: ser la más pequeña de la clase es un fastidio.
“En los primeros años de vida los niños cambian tan rápidamente que en un aula con alumnos de 3 años se notan mucho las diferencias entre los nacidos a principios de año y al final, académica y emocionalmente”, señala el pedagogoSalvador Rodríguez Ojaos. Este experto en educación pertenece al cada vez más nutrido grupo de profesionales que consideran anacrónico que las escuelas distribuyan a sus alumnos por la edad cronológica sin tener en cuenta su desarrollo evolutivo, como recogía también El País en un artículo de 2011.
“Los grupos escolares deberían ser flexibles y variables, agrupando a los alumnos con diferentes criterios según la actividad que se desarrolle. Esto pasa por un nuevo concepto de escuela que transforme el tiempo y el espacio, rompiendo con el concepto de horario de clase y con las agrupaciones fijas e inamovibles de alumnos”, apunta.
Algo similar ocurre en el ámbito deportivo, cuando se produce lo que se conoce como el Relative Age Effect (RAE) o Efecto Relativo de la Edad, un término con el que se describe la discriminación que sufren los que nacieron al final del periodo en cuestión. Es decir, los deportistas más jóvenes del grupo.
¿Qué más le depara el destino a mi hija, además de la obligación de lidiar con los pequeños grandullones del aula o del equipo de fútbol? Imposible saberlo. O quizás sí, a juzgar por los estudios que indican que el mes en que uno nace podría ser un dato más significativo de lo que parece a primera vista (y, de nuevo, esto no tiene nada que ver con la carta astral).
Uno de los estudios más aireados en este sentido es el que se presentó en octubre en el Congreso de Neuropsicofarmacología en Berlín (Alemania), en el que científicos húngaros evaluaron los temperamentos de cerca de 400 personas y después relacionaron estos rasgos con la fecha de nacimiento. De acuerdo con esta investigación, mi pequeña tendrá un carácter mucho más irritable que su hermana, que llegó al mundo en primavera (siete años antes) y es “excesivamente positiva”. Si ellos lo dicen…
Las conclusiones de este estudio, en suma, son estas:
- El temperamento ciclotímico (o con altibajos en el estado de humor) es más frecuente entre las personas nacidas en verano.
- La tendencia a ser excesivamente positivo es mayor entre los nacidos en primavera y verano.
- Los nacidos en invierno tienden a tener un temperamento más irritable.
- Los nacidos en agosto muestran una tendencia menor a tener un temperamento depresivo que aquellos nacidos en invierno.
A simple vista, salvo la ausencia de las florituras que consiguen hacer de los horóscopos algo entrañable a pesar de todo no parece haber gran diferencia entre estas aseveraciones y las de Susan Miller. Pero la cosa no se queda ahí. Este estudio se basa en otros previos, como el del Journal of Affective Disorders, según el cual las personas nacidas en octubre muestran menor tendencia a padecer depresión, u otro británico que sugiere que los adultos nacidos entre octubre y marzo son más aventureros que aquellos nacidos en la otra mitad del año. Otros investigadores se centran en estudiar el vínculo entre el mes de nacimiento y la posibilidad de padecer esquizofrenia o trastorno bipolar: ambas enfermedades son más frecuentes entre las personas nacidas en enero.
También está sobre la mesa la mayor tendencia al suicidio en función del momento en que uno llega al mundo: de acuerdo con el estudio publicado en elDiario Británico de Psiquiatría, existe una mayor tendencia a quitarse la vida entre aquellos nacidos en abril, mayo y junio, especialmente entre las mujeres. Una investigación publicada en Neuroscience Letters, mientras tanto, indica que las personas nacidas en invierno son “más desagradables”. Lo que hay que oír.
Las consecuencias no son sólo psicológicas. Hay también pruebas de que la estación tiene que ver con la hora en la que te vas a la cama (los nacidos en primavera y verano se acuestan más tarde); con el riesgo de desarrollar determinados tipos de cáncer (mayor entre los nacidos en primavera y verano, de acuerdo con un estudio de 2014), o la edad en que comienza la menopausia(las nacidas en marzo son las más precoces).
Hasta la mismísima suerte podría está vinculada con la fecha de nacimiento, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Hertfordshire, en Gran Bretaña, según el cual los nacidos en mayo se perciben a sí mismos como más afortunados. Este estudio, elaborado a partir de una encuesta online en la que participaron más de 40.000 personas, mostró una división entre los nacidos de septiembre a febrero, por un lado, y desde marzo hasta agosto, por otro.
Las (posibles) causas
Una explicación, según los investigadores, es que aquellos que nacen en mayo experimentan el verano en sus seis primeros meses de vida, mientras que los nacidos en octubre (que son los que se sienten menos afortunados) tienen por delante el frío invierno. De hecho, el autor del estudio Richard Wiseman, explica en su libro Quirkology que cuando repitió el experimento en Nueva Zelanda, vio que allí los nacidos entre septiembre y febrero eran quienes se sentían más afortunados, siendo esos los seis meses de más calor en el hemisferio, "apoyando una explicación basada en la temperatura".
La autora del estudio presentado en Berlín, Xenia Gonda, psicóloga en la Universidad Semmelweis, en Budapest (Hungría) indica que la época en la que se nace puede reflejar diferencias en influencias medioambientales durante el embarazo y después del nacimiento. Desde la actividad física que realizó la madre hasta los patógenos presentes en esa estación, los nutrientes de la comida de temporada o la exposición a la luz, factores que inciden en la formación y desarrollo del sistema nervioso.
Hay, por otro lado, pruebas de que la estación del año refleja niveles de varios neurotransmisores que tienen influencia en el estado de ánimo, como la dopamina y la serotonina. Si todo esto te parece difícilmente asimilable, quizá te ocurra como a mí. Que soy Tauro y, por tanto, dura de mollera.
http://verne.elpais.com/verne/2015/06/04/articulo/1433423189_829388.html
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