lunes, 8 de junio de 2015

Poner los cuernos es natural



Casi todos los animales son polígamos e incluso hay factores genéticos que nos impulsan al desliz. Sin embargo, la monogamia sigue haciéndonos felices


Brad Pitt y Jennifer Aniston, Demi Moore y Ashton Kutcher, Eva Longoria y Tony Parker, Irina Shayk y Cristiano Ronaldo… Son ejemplos de parejas aparentemente sólidas que con el paso de los años acabaron como el rosario de la aurora. Y todas, por el mismo motivo: cuernos. Pero lo cierto es que no hace falta trasladarse al mundo de los ricos y famosos para comprobar que las infidelidades están a la orden del día. Según la encuesta Tendencia del adulterio en España, realizada en 2014 por el Instituto IPSOS, el 26% de mujeres y el 35% de hombres españoles reconocen haber sido infieles a su media naranja en alguna ocasión. ¿Qué es lo que falla? ¿Intentamos engañarnos a nosotros mismos aparentando que estamos felizmente emparejados, cuando lo que de verdad nos atrae es el adulterio?

Más poligamia que monogamia

Pues sí, parece que el asunto va por ahí. La antropóloga y bióloga Helen Fisher, autora de Anatomy of love (Ed. Norton & Company), ha dedicado más de 30 años de su vida a estudiar el amor romántico desde un punto de vista científico, y asegura que durante un tiempo ansiamos enamorarnos, formar una pareja estable y criar juntos a los hijos, pero pasada la etapa de amor apasionado (cuatro años), entramos en la monotonía, se produce el desgaste y no podemos evitar el deseo de irnos con otro u otra que nos haga tilín, algo que esta estudiosa del comportamiento humano considera totalmente normal, pues esta apetencia no es más que la consecuencia irremediable de diversos procesos químicos cerebrales. “Efectivamente, si consideramos que el ser humano es un animal más, observamos que hay muy poca monogamia en la naturaleza, apenas unas cuantas especies de pájaros y poco más, lo que implica que aquellos que quieran defender la monogamia como ´lo natural´, lo van a tener difícil”, explica Paloma Moreno Moreno, profesora de Ética y jefa del Departamento de Filosofía del I.E.S. Gonzalo Torrente Ballester, de San Sebastián de los Reyes (Madrid). “Ahora bien, a diferencia del resto de los animales, el ser humano piensa, razona, se culturiza y generalmente sustenta sus relaciones sentimentales en la fidelidad sexual. La prueba evidente de ello es que cuando una de las partes pone los cuernos a la otra, se produce un enorme sufrimiento y en muchas ocasiones, el desliz provoca la ruptura”, continúa la profesora de Ética y Filosofía.

Las mujeres también engañan

Pero además de los procesos bioquímicos “naturales”, ¿qué otros motivos llevan a una persona a engañar a su pareja? La encuesta de IPSOS revela los siguientes: la atracción o el amor por otro, la curiosidad de vivir una experiencia diferente, vengarse de los escarceos del cónyuge, comprobar que este ya no es lo que necesita, hacer realidad fantasías que dentro del matrimonio no puede llevar a cabo o tener una aventura como intento desesperado de salvar la relación. Junto con todas estas causas,AshleyMadison.com, web de contactos extramatrimoniales, descubrió que la falta de sexo en el matrimonio es la razón más habitual por la que las mujeres buscan satisfacer sus necesidades fuera de casa. Según su estudio para conocer la infidelidad femenina, realizado a principios del presente año, el 19,5% de las usuarias de esta web se encuentran atrapadas en un matrimonio sin sexo, el 37% de ellas solo disfruta de una noche de pasión al mes y el 21,8% viven su vida matrimonial sin ninguna emoción.
Curiosamente, esta investigación también revela que aunque el adulterio suele vincularse más a los hombres, hoy en día, la tasa deaffairs que se mantienen en el mundo, en la franja de entre los 30 y los 45 años, es de 50% hombres y 50% mujeres. Según Noel Biderman, fundador de la compañía, esto se debe a que “a medida que los roles familiares cambian y hay una mayor igualdad de género en el trabajo y una mayor accesibilidad a la tecnología, las mujeres tienen más oportunidades de satisfacer los deseos y las necesidades que no encuentran en su propia casa”.

¿Hay un modo de evitarlo?

Nos gustan los brasileños

De cara al verano, la web de contactos extramatrimoniales ha realizado una curiosa encuesta entre sus usuarios españoles para descubrir cuáles son sus nacionalidades preferidas para disfrutar de un desliz en la playa. Y los resultados han sido los siguientes: medalla de oro, los brasileños; de plata, los franceses y de bronce, los italianos, seguidos en riguroso orden por los noruegos, los puertorriqueños, los argentinos, los canadienses, los belgas, los kenyatas y los egipcios.

“Estos datos resultan alarmantes, pero frente a ellos hay otros muy esperanzadores, pues todos conocemos parejas verdaderamente felices que basan su relación en el amor y la fidelidad”, aclara Paloma Moreno Moreno. La ciencia, de momento, no ha sido capaz de determinar si por naturaleza somos monógamos, polígamos o monógamos secuenciales, pero sí se saben algunas de las cosas que influyen en esta realidad. Al menos, en ratones. Los roedores de campo son monógamos convencidos, profundamente fieles a su pareja. Los de monte, por el contrario, son promiscuos consumados. ¿La explicación? Los primeros tienen muchos más receptores de oxitocina y vasopresina en las áreas de recompensa. De hecho, cuando en el laboratorio se bloquean estas hormonas, los ratones de campo que carecen de ellas se comportancomo si fueran ratones de monte, sin ningún tipo de memoria ni predilección especial por ninguna de sus parejas. Los humanos no somos ratones. Es evidente que nuestra fidelidad depende de mucho más factores que en estos animales. Pero tampoco parecemos inmunes. Algunas variantes de los receptores de vasopresina, por ejemplo, se han asociado con una mayor o menor promiscuidad. E incluso hay condicionantes genéticos en el caso de las féminas, según este reciente estudio de la Universidad de Finlandia.
De todas formas, el sentimiento vence a la naturaleza. Y cuando alguien está enamorado, como señala la doctora Helen Fisher, no tiende a ser adúltero, por lo que la clave para luchar contra posibles infidelidades radica en intentar mantener la llama lo más viva posible. ¿Y cómo se hace esto? Según sus investigaciones, siguiendo tres consejos: manteniendo relaciones sexuales regularmente, atreviéndonos a innovar para no caer en las “rutinas amorosas” y procurando mantener el contacto físico casi de forma continua. Respecto a este último detalle, el psiquiatra y conferencista internacional Mark Goulston insiste en que las parejas que se abrazan mucho, van de la mano, se apoyan en el hombro del otro y duermen pegados, mantienen una mejor conexión y, por lo tanto, una relación más sólida, a prueba de posibles “terceros”. Estainvestigación lo corrobora.

Y después de la infidelidad, ¿qué?

En general, todas estas pautas suelen funcionar bien cuando no se ha llegado a cometer una infidelidad. Pero, ¿qué ocurre cuando se cruza la línea? ¿Es posible recuperar la relación de pareja? Según datos del informe IPSOS, el 62% de los varones y el 51% de las mujeres piensan que serían capaces de perdonar el engaño, pero la verdad es que parecen cifras demasiado optimistas, sobre todo si tenemos en cuenta que “la mayoría de las personas que tienen aventuras buscan relaciones a largo plazo, no un breve rollo de una noche”, según conclusiones de AshleyMadison.com. “Y el hecho de que la historia sea continua, no esporádica, hace aún más daño a la pareja, pues ya no se trata de algo puntual, sino que existe un apego emocional con el tercero que ha entrado en juego”, añaden.
El psicólogo Antoni Bolinches, experto en relaciones de pareja y autor de Amor al segundo intento (Ed. Debolsillo), asegura que solo una de cada tres parejas en las que ha habido infidelidad se salva, y el resto acaba deteriorándose en más o menos tiempo, pues ya no se confía en el otro. “La pareja que se arregla consigue salir adelante si ha habido arrepentimiento por parte del que ha tenido la aventura, si no, no hay absolutamente nada que hacer”, zanja Paloma Moreno.

http://elpais.com/elpais/2015/06/04/buenavida/1433428034_460086.html

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