La efigie de Xi Jinping encabeza un desfile militar.
¿Qué clase de persona es realmente Xi Jinping, el presidente y hombre fuerte de China?
Esa es la pregunta que se hacen en Reino Unido, el país que aspira a ser el mejor amigo de los chinos en Occidente. El gobierno británico desplegará la alfombra roja cuando Xi inicie una visita de Estado este lunes.
Intenté descubrir quién es el mandatario chino haciendo una visita a la cueva de la localidad de Liangjiahe, en el centro del país, donde vivió durante su juventud por siete años.
Esperaba tener la oportunidad de ver ese lugar donde creció Xi, pero cuando nuestra camioneta se ubicó detrás de un elegante sedán negro, también me puse nerviosa.
El hombre del departamento de propaganda ya parecía estar ansioso, por lo que anticipé que habría problemas.
El presidente Xi está construyendo un culto a su personalidad. Lo último que necesita el hombre fuerte en el proceso de creación del mito perfecto es que la BBC se lo perfore.
Así que, en nuestro afán por conocerlo mejor, es una lástima que el jefe de propaganda local vaya en el auto de adelante.
¿Un hombre del pueblo?
En general, los responsables de comunicación que trabajan para el mandatario hacen un trabajo hábil al presentarlo como un hombre del pueblo.
Xi recorre casas con goteras en barrios sombríos, esquivando las cuerdas donde cuelga la ropa, sin usar una mascarilla en su rostro: el mensaje es que este es un líder preparado para respirar el mismo aire contaminado que tú.
Habla en público con una prosa terrenal, diciéndoles a los estudiantes que la vida es como una camisa con botones en la que tienes que abrochar bien los primeros porque, si no, los demás quedarán mal. Hace fila para almorzar en un restaurante ordinario y paga por su comida.
¿El mensaje? Él no es avaro ni ostentoso.
Son todas señales políticas inteligentes. Detrás de su sonrisa, Xi Jinping es un operador político despiadado.
Uno no llega a la cúpula del Partido Comunista de China sin ser un actor político consumado, y Xi ha pasado toda una vida haciendo representaciones.
Pero el sedán que va adelante ya se detiene frente a una barrera policial.
Hemos llegado al corazón de la creación del mito del presidente. Hace casi cinco décadas, un Xi que sólo tenía 15 años huía del caos de la capital hacia este desolado e imponente paisaje de desfiladeros amarillos, cuevas y montañas. El contraste con la vida en Pekín debió haber sido más extremo en esa época.
Especialmente para el propio Xi, quien en realidad ya había vivido dos vidas para ese momento.
En la primera, su padre era un héroe de la Revolución Comunista, por lo que Xi pasó sus primeros años como uno de los llamados "príncipes rojos", disfrutando de una crianza privilegiada.
Pero todo eso acabó hecho añicos por la guerra interna que un cada vez más paranoico y vengativo Mao Zedong impuso a la élite del partido en la década de 1960. El padre de Xi fue encarcelado y su familia humillada. Una de sus hermanas murió.
Sin familiares o amigos que lo protegieran de los homicidas guardias rojos que dispensaban justicia sumaria en las calles, el adolescente Xi vivió su segunda vida en Pekín esquivando amenazas de muerte y detenciones... hasta que llegó a este pueblo.
Millones de niños chinos procedentes de la ciudad estaban haciendo lo mismo. Mao había decretado que debían pasar tiempo en las zonas rurales, aprendiendo de la dura vida de los campesinos y Xi Jinping asegura que él aprendió.
De la cueva a la cima política
Sus agentes de comunicación han convertido este trauma juvenil en un triunfo. El pueblo se ha transformado en un santuario dedicado a su hijo más famoso, una parte vital de la imagen del presidente.
"Dejé mi corazón en Liangjiahe. Liangjiahe me hizo", le gusta decir al mandatario.
No hay muchos líderes en el siglo XXI de quienes se pueda decir que vivieron en una cueva y se convirtieron en granjeros antes de escalar su camino hacia la cumbre política. Pero en una China consciente del control, no es posible que a esos hechos se les permita hablar por sí mismos.
Así que fui enviada a un museo que ensalza las buenas acciones que Xi realizó por sus paisanos y, cada vez que algo llamaba mi atención, un guía efusivo llenaba cualquier vacío narrativo. Pronto me di cuenta de que los que había confundido con grupos de peregrinos del Partido Comunista eran en realidad funcionarios del departamento de propaganda.
También me estaba echando un ojo a mí, más que a las exhibiciones del museo, un grupo de policías vestidos de civil.
¿Por qué la paranoia?, ¿por qué tiene la historia que ser desinfectada y todo rastro de verdadera personalidad cancelado?
Yo no buscaba revelaciones sobre depravaciones o defectos de carácter juvenil. Pero donde miraba, los recuerdos estaban tan cuidadosamente elaborados que era difícil distinguir si acaso alguno de ellos era real.
Mientras tanto, la palidez del jefe de propaganda se acentuó. Finalmente me pidió que firmara un documento prometiendo que cada palabra que la BBC dijera sobre el presidente Xi sería positiva. Palideció cuando le dije que no podía hacer eso. Puede que su trabajo sea pulir la imagen presidencial, pero ciertamente no es el mío.
El retorno del hombre fuerte
La gran ironía del culto a la personalidad de Xi Jinping es que durante el mandato de Mao él y su familia sufrieron por las políticas del mandamás. Y luego de la tragedia de la revolución cultural el Partido Comunista decidió que no iba a volver a cometer el mismo error.
Comités grises y sin rostro gobernaron el país durante los 40 años siguiente. Pero ahora el hombre fuerte está de vuelta. Y quizá también el riesgo de que aquellos que olvidan la historia estén condenados a repetirla.
Para nosotros era la hora de abandonar las cuevas. El jefe de propaganda había comenzado a amenazar con confiscar nuestras grabaciones. El presidente Xi puede haber dejado su corazón en Liangjiahe, pero yo no quería dejar todo el material que había recopilado allí.
Esa noche echamos a correr, conduciendo 320 kilómetros hasta un aeropuerto desde el cual pudiéramos sacar nuestro trabajo fuera de China.
Extrañas proezas cuando se considera que los años de la cueva son, posiblemente, el capítulo más positivo de la vida de Xi Jinping, incluso sin los intentos de persuasión y las amenazas del departamento de propaganda.
BBC 19/10/2015
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/10/151018_china_xi_creacion_mito_ab
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