lunes, 1 de julio de 2019

Cómo salvar al planeta del impacto de un asteroide

Cómo salvar al planeta del impacto de un asteroide
Recreación del sistema binario de asteroides al que la ESA y la NASA enviarán la misión AIDA, con el objetivo de hacer colisionar una nave en uno de los cuerpos y realizar un estudio detallado del impacto. Imagen facilitada por la ESA. (Esa / EFE)


El 30 de junio se conmemora el día internacional de estos objetos, remanentes de la formación del sistema solar que pueden suponer un peligro para Tierra


Se llama 2006 QV89 y tiene el ancho de un campo de fútbol aproximadamente. No tendría nada de especial si no fuera porque el próximo 9 de septiembre este asteroide pasará ‘cerca’ de la Tierra -en términos cósmicos- y según la Agencia Espacial Europea (ESA) existe cierto riesgo de que acabe impactando contra nuestro planeta.
De hecho, lo ha incluido dentro de la lista de 870 objetos potencialmente peligrosos: es el cuarto de ese listado y el único en el ‘top 10’ con cierta probabilidad de chocar con la Tierra, aunque esa probabilidad es, afortunadamente, minúscula. En concreto, una posibilidad entre 7299, o lo que es lo mismo, un 0,014 % de que acabe finalmente impactando contra nosotros.
¿Y si un asteroide amenazara realmente la Tierra?¿Y si un asteroide amenazara realmente la Tierra?Este asteroide que vendrá a vernos es un ‘NEO’, en argot astronómico, que responde a las siglas en inglés para “objetos cerca de la Tierra” que científicos de todo el planeta monitorizan para aprender más sobre ellos y el sistema solar, pero también para prever si pueden convertirse en una amenaza para el planeta.
Imagen virtual de la misión Dart de la NASA al asteroide Didymos y su luna Didymoon.
Imagen virtual de la misión Dart de la NASA al asteroide Didymos y su luna Didymoon. (NASA/Universidad Johns Hopkins)
En concreto, el 2006 QV89 se observó por primera vez desde la Estación Astronómica Catalina, en Arizona (EE.UU.), en 2006, y desde entonces no se ha vuelto a poder observar. Se sabe que hizo otras dos aproximaciones a la Tierra en los años 50; una en los años 60; otra en los 70; y dos más en los 80. Esta vez pasará a 6,8 millones de kilómetros de la Tierra, el doble de la distancia a la que lo hizo el pasado mayo el asteroide 1999 KW4, un sistema formado por dos rocas espaciales que se acercó a 4,8 millones de kilómetros.
“[El 2006 QV89] Es un objeto que se sitúa a caballo entre el asteroide de Tunguska, que cayó en 1908 en Siberia, en Rusia, y que con unos 40 metros de diámetro destruyó una superficie de bosque del tamaño de la isla de Gran Canaria; y el de Chelyabinsk, en 2013, que tenía 18 metros y también cayó en Rusia, que aunque hirió a gente no provocó ninguna muerte”, explica Juan Luis Cano, responsable del Sistema de Información del Centro de Coordinación de NEOs de la ESA.
“Por su tamaño, de saber que el 2006 QV89 va a impactar seguro contra la Tierra, tendríamos que calcular dónde va a caer y evacuar la zona para evitar daños”, apostilla.
Los asteroides y también los cometas son remanentes de la formación del sistema solar, cuerpos celestes que permiten a los astrónomos aprender más sobre cómo se originó nuestro vecindario cósmico, los planetas, la Tierra, incluso la vida. Les permiten, en definitiva, hacer arqueología del sistema solar. Sin embargo, esos cuerpos que tanta información valiosa contienen, de cruzarse en nuestro camino, podrían también borrarnos de la faz del Universo en un instante.

“Por su tamaño, de saber que el 2006 QV89 va a impactar seguro contra la Tierra, tendríamos que calcular dónde va a caer y evacuar la zona para evitar daños”.

De hecho, pese a tener un escudo protector muy eficaz, la atmósfera, que hace que la mayoría de estos objetos pequeños que nos bombardean se desintegren, nuestro planeta a lo largo de su historia ha soportado un sinfín de impactos. Existe en este sentido una especie de base de datos con más de 200 cráteres catalogados ocasionados por los impactos de meteoritos, como el Arizona o el de Yucatán.
O como el que hace 65 millones de años aceleró la extinción de los dinosaurios, o el que hace poco más de un siglo devastó una región de 2000 km2 en Siberia, en Tunguska. Este último es el mayor impacto conocido de un asteroide en la historia reciente de la Tierra y para conmemorarlo desde 2015 se celebra el Día Internacional del Asteroide , designado por Naciones Unidas, precisamente el 30 de junio, el mismo día que se produjo la colisión en Rusia hace 101 años.
Se trata de una iniciativa global que pretende concienciar a los ciudadanos sobre el potencial peligro de que un evento así vuelva a producirse; y, por otros, informar qué misiones científicas hay en marcha para intentar proteger al planeta.
“Nuestro objetivo es dedicar un día cada año a aprender sobre los asteroides, los orígenes de nuestro universo y apoyar los recursos necesarios para ver, monitorizar y desviar asteroides peligrosos del camino de la Tierra. Los asteroides son un desastre natural que sabemos prevenir”, aseguraba el astrofísico y exguitarrista del grupo rock Queen Brian May, uno de los impulsores de esta iniciativa, en 2015, en la que ya participan cerca de 40 instituciones de todo el mundo, que organizan cientos de actividades: desde conferencias, a proyecciones de películas, presentaciones de ciencia, talleres.
¿Y si un asteroide amenazara realmente la Tierra?
Un asteroide aproximándose a la Tierra
Un asteroide aproximándose a la Tierra (NASA)
Los científicos necesitan ver el asteroide con una antelación para poder estudiarlo y decidir cuál es el mejor método para desviar su trayectoria. “Cuando pasan cerca de la Tierra, como ahora hará el 2006 QV89, aprovechamos para determinar sus órbitas con mayor precisión y así saber si en un futuro podrían ser o no un problema para el planeta”, explica Cano.¿Y si un asteroide amenazara realmente la Tierra?
“Cuanto más cerca pasan, más fáciles son de observar, y podemos tomar medidas de espectrografía que nos permiten conocer la materia de que están compuestos. Y aunque no recolectamos material, como sí hacen otras misiones como Osiris Rex o Hayabusa, podemos obtener información sobre su composición, sobre los materiales en su superficie. Y mediante medidas de radar, determinar su forma con precisión, y si tienen satélites orbitando alrededor del cuerpo central”, añade.
Detectar un asteroide es bastante complicado porque son objetos muy oscuros, que no tienen luz propia y que solo reflejan en su superficie la que les llega del Sol. Además, son muy pequeños, de pocas decenas de metros, se ubican a distancias enormes y sus periodos sinódicos, esto es el tiempo que tardan en recorrer su órbita, puede ser de varios años, por lo que hay que esperar mucho tiempo para poder volver a observarlos.
De ahí que los astrónomos escudriñen el cielo desde la Tierra con grandes telescopios y también desde el espacio para intentar dar con ellos. Por ejemplo, la Agencia Espacial Americana (NASA) cuenta con una red de telescopios terrestres y espaciales como WISE. También la ESA realiza observaciones de manera continua desde la Estación Óptica Terrestre (OGS), instalada en el Observatorio del Teide. También desde el Observatorio Europeo Austral, en Chile.
Wl Observatorio Europeo Austral, en Chile. (Photo by Martin BERNETTI / AFP)
Wl Observatorio Europeo Austral, en Chile. (Photo by Martin BERNETTI / AFP) (Martin Bernetti / AFP)
Al detectar uno, si es de 10 metros de diámetro o menos, no suponen ningún peligro. Cuando sobrepasan los 20 metros, empiezan a ser preocupantes y se tiene que calcular con precisión dónde va a impactar del planeta y evacuar esa zona. Tan sólo un pequeño retraso en su órbita de apenas cuatro horas”, explicaba a Magazine Josep Maria Trigo, investigador principal del grupo Meteoritos, Cuerpos menores y Ciencias Planetas del Instituto de Ciencias del Espacio (IEEC-CSIC) en relación a Tunguska, “hubiera hecho que impactara sobre San Petersburgo, lo que hubiera provocado una catástrofe humana”.
Y si el asteroide que se detecta sobrepasa los 50 metros de diámetro, “el problema que supondría para la Tierra podría ser tan grande que habría que hacer algo para mitigarlo. Y eso es enviar una misión espacial para intentar desviarlo”, asegura Cano, de la ESA.
Y para poder poner en marcha una misión y salvar la Tierra, hacen falta al menos 4 o 5 años para preparar el satélite, llegar al asteroide y poner en marcha la solución. Un proceso mucho más lento del que aparece en las películas. “Y que tenga el efecto deseado, porque podría pasar que fallara”, subraya Cano. En este sentido, tanto la NASA como la ESA cuentan con programas de detección de objetos peligrosos y colaboran en misiones, como AIDA (evaluación de desviación de impacto de asteroides), que es la primera destinada a probar la tecnología para cambiar de órbita un asteroide. Se basa en el impacto kinético: se envía una nave para chocar contra el asteroide y desviar su trayectoria. La misión consta de dos partes, por un lado, la misión DART, de la Nasa, y por otro, la misión HERA, de la Esa.
Con Aida, primero HERA tratará de caracterizar el sistema binario 65803 Didymos, formado por un asteroide principal de aproximadamente unos 800 metros de diámetro y un satélite de 150 metros de diámetro.A continuación, la NASA enviará una pequeña nave llamada DART que impactará contra la luna de Didymos con el objetivo de comprobar si esta técnica resulta eficiente para desviar asteroides con un proyectil. HERA, mientras, observará todo lo que pasa y lo monitorizará. Y para ello utilizará nanosatélites, que orbitarán alrededor del asteroide secundario.
Representación de la misión AIDA, de la ESA y la NASA, para estudiar el asteroide binario DIdymos y desviar su trayectoria.
Representación de la misión AIDA, de la ESA y la NASA, para estudiar el asteroide binario DIdymos y desviar su trayectoria. (Institut de Ciències de l'Espai (IEEC-CSIC))
“No lanzaríamos solo una misión, porque eso sería poner toda la capacidad de respuesta en una sola posibilidad y podría fallar, sino varias. Esta opción sería de respuesta inmediata, pero también trabajamos en otras más sutiles, como intentar cambiar la trayectoria del asteroide poco a poco”, añade Cano, que explica que funcionaría para asteroides muy pesados, y tirarían de él gravitatoriamente, como si la nave fuera un tractor. Otra opción, llamada ‘de pastoreo’, consistiría en colocar una nave con motor de iones cerca del asteroide y soplar iones al asteroide, de tal manera que el impulso del haz de iones lo empujara y cambiara su trayectoria.

“El espacio está lleno de objetos, no tiene nada que ver con lo que nos explicaban en el colegio de pequeños, de que el sistema solar tenía 8 planetas”, resalta Cano, que añade que “cuando se cruzan con la Tierra, algunos de ellos penetran la atmósfera y acaban llegando a tierra firme. Afortunadamente, los impactos de asteroides grandes son muy poco frecuentes: los que tienen 100 metros de diámetro, que son los que podrían hacer mucho daño, caen una vez cada 10.000 años”.

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