Un trabajador revisa su móvil frente a un logotipo de Google.
(Reuters)
Según el Departamento de Justicia, Chrome permite a Google recopilar datos masivos sobre el comportamiento de los usuarios, datos que no solo alimentan su máquina publicitaria, sino también sus modelos de inteligencia artificial
Google no sale del nubarrón en el que se ha metido desde que Estados Unidos declaró que la tecnológica se ha convertido en un monopolio. Ahora, el Departamento de Justicia ha señalado que está estudiando una medida radical: forzar a Google a vender su navegador Chrome. Es sólo el último episodio de una cruzada por desmantelar unas prácticas comerciales que, según la justicia estadounidense, han permitido a Google consolidar su posición dominante en los mercados de búsqueda, publicidad e inteligencia artificial. Si se lleva a cabo, esta acción no solo representaría el golpe más contundente contra una gran tecnológica en más de dos décadas, sino que también podría redefinir la manera en que millones de personas interactúan con internet.
Desde su lanzamiento en 2008, Chrome ha pasado a ser el navegador más utilizado del mundo, controlando más del 61% del mercado en Estados Unidos, según StatCounter. Sin embargo, su dominio no se limita al terreno de los navegadores. Chrome es una pieza clave en el ecosistema de Google, que incluye también el buscador más conocido de internet, el sistema operativo más utilizado del planeta (Android), la plataforma de vídeos más grande del mundo (YouTube) y una de las mayores tiendas de software (Play Store).
La integración entre estos productos permite a Google recopilar datos masivos sobre el comportamiento de los usuarios, datos que no solo alimentan su máquina publicitaria (que genera la mayor parte de sus ingresos), sino también sus proyectos de inteligencia artificial como Gemini. Para los fiscales, esta red de productos plantea barreras casi insuperables para sus rivales. Argumentan que el dominio de Chrome y su integración con otros servicios sofoca la competencia, consolida su monopolio y perpetúa una dinámica en la que los usuarios tienen pocas o nulas alternativas reales.
El caso contra Google, que comenzó durante la administración de Donald Trump y continuó bajo Joe Biden, ya dio su primer gran golpe este año. En agosto, el juez Amit Mehta determinó que la empresa había infringido las leyes antimonopolio al monopolizar los mercados de búsquedas y publicidad. Ahora, el debate se centra en las medidas que se implementarán para corregir estas prácticas.
Entre las opciones que están sobre la mesa destaca la posible venta de Chrome. Además, se están discutiendo otras propuestas como separar el sistema operativo móvil de otros servicios como Google Play y el motor de búsqueda, eliminando la ventaja de la que goza al ofrecerlos como un "paquete". Incluso restringir cómo Google utiliza los datos de búsqueda y de YouTube para entrenar sus modelos de IA, lo que podría abrir espacio para nuevas empresas en este sector.
Lee-Anne Mulholland, vicepresidenta de asuntos regulatorios de Google, señala que "el hecho de que el gobierno ponga el pulgar en la balanza de esta manera perjudicaría a los consumidores, a los desarrolladores y al liderazgo tecnológico estadounidense precisamente en el momento en que más se necesita". Las acciones de Google, de momento, han caído un 1,4% en un día.
El caso recuerda de forma inevitable a la histórica batalla antimonopolio contra Microsoft en los años 90, cuando el gobierno intentó sin éxito dividir a la compañía para frenar su dominio. Sin embargo, algunos expertos ven más similitudes con el caso de AT&T, que en 1982 fue obligada a dividirse en siete empresas, lo que impulsó la competencia en el sector de las telecomunicaciones.
“Dividir una empresa como Google no es tarea fácil”, señalaba a este diario Ana Salinas, profesora de Derecho Mercantil en la Universidad Alfonso X El Sabio. “La tecnología y los datos están profundamente integrados entre sus divisiones, y una venta afectaría no solo a sus operaciones, sino también a su valor en el mercado”. Salinas cree que, aunque es poco probable que se imponga una separación total, sí podrían obligar a Google a deshacer acuerdos estratégicos con empresas como Apple, que refuerzan su posición dominante al hacer de su motor de búsqueda la opción predeterminada en dispositivos como el iPhone.
Otros se preguntan si estas medidas podrían simplemente reforzar a otros gigantes tech. Empresas como Microsoft y Amazon ya están posicionadas para capitalizar cualquier debilitamiento de Google. Por ejemplo, Amazon ha consolidado su posición como un punto de partida para las búsquedas de productos, lo que le ha permitido convertirse en el tercer mayor anunciante del mundo, solo por detrás de Alphabet y Meta. Y, por otro lado, en un contexto donde EEUU busca mantener su liderazgo tecnológico frente a potencias como China, algunas voces cuestionan si debilitar a Google podría ser contraproducente. ¿Es prudente fragmentar un “campeón nacional” en plena carrera por la supremacía tecnológica?
Como sea, el proceso será largo y complejo. Con el fallo definitivo previsto para 2025 y la posibilidad de apelaciones que podrían extender el caso por años, esta batalla legal está lejos de terminar. Sin embargo, una cosa es segura: el dominio de Google en internet nunca había estado tan cuestionado como ahora.