sábado, 4 de diciembre de 2010

Los Cotswolds se preparan para celebrar una Navidad al estilo british



Foto from vanitatis.com

Hubo una vez un soñador de sueños, conservacionista, poeta, artesano y calígrafo que decidió convertirse en ciudadano de los Cotswolds. Hablamos de William Morris, alma mater del movimiento Arts & Crafts y líder de una tradición que aún perdura en los caminos y aldeas que se extienden entre Gloucester y Oxford. La tradición de las cosas bien hechas.
Antiguamente, en los pastos de esta región pacían cientos de ovejas, pero aquel negocio dejó de ser rentable a finales del siglo XVII; y la comarca, con el tiempo, se transformó en el país de los artesanos. Fue entonces cuando Morris y sus amigos los prerrafaelitas impulsaron la recuperación de los oficios medievales y se instalaron en Bibury y sus alrededores, dando alas a una forma de hacer y de vivir que aún perdura. Varias décadas después llegaría el turismo, y florecería una próspera industria local que apuesta por la fabricación de productos artesanales y el cultivo de alimentos orgánicos, como los que vende Carlos de Inglaterra en su castillo de Tetbury.
Los ingleses adoran esta región de Inglaterra: sus pintorescos cottages, sus molinos, sus iglesias y cementerios, y, sobre todo, sus delicados jardines. Y aunque en los últimos tiempos algunos de estos pueblos se han llenado de famosos­ -la modelo Kate Moss, la diseñadora Stella McCartney y las actrices Elizabeth Hurley y Kate Winslet han comprado casa allí, atraídas por su encanto-, aún quedan multitud de rincones secretos para pasear, relajarse, leer y tomar una pinta: en Blockley, Painswick o Fairford. Sobre todo ahora que llega la Navidad.   
En los Cotswolds nieva, y mucho. Y es entonces, cuando este rincón perdido del mundo, quintaesencia de la campiña inglesa, se convierte en un lugar mágico. Los confortables hoteles rurales, la mayoría de ellos antiguas casas solariegas, se preparan a conciencia para recibir a los visitantes. Pueblos como Cirencester, Broadway, Chipping Campden, Burford o Bourton on the Water, admirados desde hace décadas por su tranquila belleza, se adornan con sus mejores galas y muestran todo el encanto de lo british. Hay fiestas, recepciones y menús especiales para la ocasión. Cuando esto sucede, nadie se resiste a husmear en el interior de las viejas tiendas, todos se atiborran a regalos de Navidad y son frecuentes las paradas para tomar un café bien caliente en cualquiera de los acogedores salones de té que abren hasta media tarde.
Los Cotswolds están a dos horas de Londres y próximos a ciudades como Oxford, Bath y Stratford upon Avon. Y aunque se puede viajar en tren hasta cualquiera de las estaciones principales del condado, sin embargo, lo más cómodo es recorrerlo en coche. Hay numerosos castillos y catedrales para visitar, como la fortaleza medieval de Warwick o la iglesia de Gloucester, dos monumentos de gran belleza arquitectónica. Si se conduce hasta Bath, no se pueden dejar de ver las termas romanas, y en Stratford upon Avon, ya se sabe, los turistas se agolpan donde dicen que nació el más grande de los poetas, William Shakespeare.
Pero el viajero tampoco debería olvidarse del palacio de Blenheim, la casa natal de Winston Churchill, en Woodstock, una localidad llena de tiendas antiguas y restaurante de imprescindible reserva. Y, por supuesto, resulta obligatorio hacer escala en Oxford, meditar en la capilla del Exeter College y pasear por Magdalen, un lugar que siempre conmueve cuando comienza a nevar.
Por M. Matute from vanitatis.com 04/12/2010

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