Llama la atención cómo el efecto de la innovación es tan intenso en unos sectores y muy pobre en otros. A medida que nos acostumbramos a sentir y utilizar la tecnología en nuestra vida cotidiana, nos preguntamos por qué en unos casos podemos hacer tantas cosas sin movernos de casa, sentados en un ordenador o usando nuestro smartphone, y tan pocas en otros, dependiendo del producto o servicio con el que estemos lidiando.
Esta brecha de innovación entre sectores evidencia la existencia de lobbiesque bloquean el avance tecnológico en el nivel del consumidor final, sencillamente porque no les interesa y tienen el poder necesario para bloquearlo. Esa es la magia que hace grande a la pequeña innovación. Lasstartups están demostrando que hay cosas sencillas y técnicamente viables que mejoran la experiencia del consumidor.
La acumulación de esta innovación, aunque sea en diminutas dosis, está logrando cambiar nuestros hábitos y al mismo tiempo destapar el inmovilismo de los lobbies, activando la presión social necesaria para cambiar el statu quo.
El 'lobby' de la energía
Uno de los casos más emblemáticos es el de las compañías de energía. En plena época del hogar interconectado y la domótica, donde cientos de pequeñas startups consiguen que las cosas se conecten a internet, las compañías que nos suministran gas y electricidad continúan utilizando contadores del siglo pasado.
En plena época del hogar interconectado y la domótica, las compañías que nos suministran gas y electricidad continúan utilizando contadores del siglo pasado
Hay que hacer un acto de fe para creer que empresas que desarrollan y gestionan tecnologías que mueven centrales nucleares no tienen capacidad técnica para crear un sistema conectado y avanzado donde el cliente pueda conocer diariamente su consumo energético vía web o app en su smartphone.
En el mundo del hogar interconectado manejamos termostatos y electrodomésticos desde el móvil, sensorizamos el hogar para detectar anomalías, accedemos a internet en la televisión y activamos las cosas usando la voz. Sin embargo, a este ritmo, en muchos hogares seguiremos abriendo la puerta al operario que viene a comprobar la lectura del contador. Con suerte, si hay un contador inteligente, no tendremos que abrir esa puerta, pero continuaremos sin tener ni idea de qué energía hemos consumido diariamente.
No hay que pensar demasiado para entender que a una empresa que vende energía no le interesa facilitar a sus clientes las herramientas tecnológicas necesarias para ahorrar energía.
Saltando al sector del automóvil, es curioso ver al técnico del concesionario oficial enchufar un lector al coche y leer cada dato e histórico de incidencias que ha tenido el motor, información que es recibida y procesada en tiempo real en la casa matriz de la marca en Alemania o Estados Unidos. El avance tecnológico en los talleres oficiales contrasta con la escasa información que tiene el cliente sobre el estado de su vehículo. No dispongo de una interpretación de los datos en mi smartphone.
'Startups' vs. farmacias
Otro de los grandes clásicos del lobby es el colectivo farmacéutico. La penetración de startups en el mundo de la farmacia es ciencia ficción. La normativa prohíbe que más del 25% del capital de una farmacia esté en manos de alguien no titulado en farmacia. Puedo comprar acciones de Google sin saber nada de tecnología, o de un banco sin saber de finanzas, pero no puedo ser accionista mayoritario de una farmacia sin ser farmacéutico.
Se puede compartir que la atención en una farmacia deba hacerla un titulado, pero atesorar un skill técnico para ser el propietario de un negocio, rompe con la lógica del mercado en el que vivimos y cierra cualquier posibilidad de penetración de la innovación en el sector a través de startups sujetas a las típicas rondas de financiación externa.
El 'lobby' de los partidos políticos
Los partidos políticos no son un lobby en su definición estricta, pero se comportan como tal, con un bloqueo de la innovación igualmente evidente. Las prebendas de diputados y senadores son la punta del iceberg en la asignatura pendiente de la transparencia en la Administración. Todavía no existe un desarrollo tecnológico tan elemental como una base de datos donde los funcionarios registren las adjudicaciones del sector público que pueda ser consultada vía web, con información de importe, fecha, empresa, sector, entidad contratante y localidad de cada adjudicación.
Todavía no existe una tecnología donde los funcionarios puedan registrar las adjudicaciones del sector público que pueda ser consultada vía web
El resultado sería información accesible y agregada sobre el volumen de contratación de cada empresa en cada entidad pública. Una base de datos agregada de adjudicaciones permitiría detectar rápidamente casos como el reciente escándalo de la comunidad de Madrid. Hablamos de un desarrollo tecnológico de poco más de tres meses, con un presupuesto no superior a 30.000 euros. Una minucia en el presupuesto de la Administración, que ha gastado en inversiones TIC más de mil millones de euros en los últimos años.
Pero, ¿a qué gobierno le interesa hacer, no sólo públicos (que ya lo son), sino también agregados y accesibles, los datos sobre beneficiarios de la contratación pública?
Más evidencias. Puedo pagar mis impuestos por internet pero no puedo votar por internet. Cuando se trata de recaudar, la administración aplica procedimientos y tecnologías de vanguardia. Pero si se trata de votar, seguimos votando como hace treinta años. El voto por internet animaría a muchos indecisos que no votan en el modelo actual.
El miedo a la volatilidad en el poder y a la incertidumbre sobre los resultados electorales, ha relegado en la jerarquía de prioridades el avance en esta cuestión.
TEKNAUTAS 30/11/2014
http://blogs.elconfidencial.com/tecnologia/tribuna/2014-11-30/los-tres-lobbies-que-frenan-la-innovacion_508977/
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