Brad Pitt y Angelina Jolie, en una fiesta en 2012. Reuters
Conoces a alguien. Te empieza a gustar. Comenzáis a salir y un día lo llamas sin querer "tu novio". Te emocionas pensando que por fin es ÉL, que pasaréis toda la vida juntos. Asumes que así será. De repente, os acostáis un poquito menos. Te preguntas si os estáis distanciando. Discutís sobre tus padres, sobre Ikea, sobre Netflix, sobre el papel higiénico, sobre sus calcetines. Te quejas, te quejas MUCHO. Un día lo encuentras durmiendo en el sofá. Una maleta en la puerta y una reserva de hotel para uno. "Tenemos que hablar". ¿Te suena?
Lo cuenta Pedrita Parker en 'No eres tú, soy yo que me he dado cuenta de que eres lo peor', una especie de Biblia ilustrada de la ruptura escrita desde la placidez de un embarazo en la semana treintaitantos y la experiencia de un comité de expertos formado, básicamente, por cualquiera. Porque si hay algo que nos iguale en esta vida, además de la muerte, es la ruptura de pareja.
Con más o menos aspavientos, con o sin terceros de por medio, lo que está claro es que el fin de una relación duele. Duele muchísimo. Pero ay, querido lector, que en esto, para lo bueno y para lo malo, hay siempre dos. Dos experiencias, dos visiones, dos historias y dos finales: el de quien pronuncia el temido "tenemos que hablar" y el de quien lo escucha. ¿Y a quién le duele más? Empecemos por el principio. O por el final, según como se mire.
Tiene la RAE dos entradas diferentes para la palabra duelo. 1/ Enfrentamiento o pelea entre dos; 2/ Demostraciones para manifestar el sentimiento que se tiene por la muerte de alguien. Añadamos una tercera. Elena Subijana es psicóloga y está especializada en apoyo en el duelo, tanto "por fallecimiento" como "por ruptura de pareja". "Es aprender a vivir sin algo que es importante para nosotros. Sea cual sea la causa, psicológicamente es lo mismo", explica al teléfono desde su consulta en Vitoria.
Y puestos a romper tópicos, ataquemos ése que nos repetimos como un mantra, a modo de consuelo: el tiempo todo lo cura. Pues no, Subijana niega la mayor: "Lo que cura es lo que hacemos para superar la ruptura". Sí, además de sufrir como si nos hubieran arrancado el corazón, tras el fin del amor nos toca trabajar. Pero tranquilos todos, que para esto sí han corrido ríos de tinta y, aunque suene tópico, todo se andará si tenemos claro el camino. Primera pregunta: ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Primera pista: es usted uno más, lo dicen los datos.
SUPERVIVENCIA
Los españoles somos muy de pareja. Para el 90,2% de nuestros vecinos, tener pareja es "bastante" o "muy importante", según datos del CIS, y las diferencias generacionales son mínimas. El amor no tiene edad. Si la relación terminara, y con la vista puesta en los siguientes tres años, un 54% de los encuestados por el CIS supone que su grado de satisfacción con la vida empeoraría, por cierto que el pesimismo masculino es ocho puntos mayor que el femenino. Pero para definir qué es para nosotros una relación hay que ir más allá, concretamente cientos de años atrás: "Nuestro modelo occidental de pareja sigue siendo en esencia el modelo matrimonial de hace siglos", asegura Juan Macías, terapeuta sexual y de pareja. Y este esquema tiene dos ejes principales: la expectativa de la unión de por vida y la exclusividad sexual que en su día tenían sentido como un contrato para asegurar la herencia, pero hoy, quizá, no tanto. "Somos diversos por naturaleza y ésta es una de las causas de choque entre expectativas y realidad", subraya Macías.
El contrapunto cultural llega con la sociedad de consumo, lo que el psicólogo define como pareja 'low cost' o 'zapping' amoroso: "Entendemos el encuentro personal como una máquina expendedora de servicios, y cuando vemos otras opciones más rentables o con mejores prestaciones, lo desechamos sin más". En estos extremos, uno lo aguanta todo y el otro no aguanta nada. Y lo que aguantamos, o no, rima con pareja.
La terapeuta zaragozana Lola Fatás es una de las pioneras en España de la llamada terapia basada en las emociones, que nació en Estados Unidos a finales de los 80. La piedra angular de nuestras relaciones afectivas es, para esta psicóloga, la queja. Lo denomina "software emocional" y es una especie de antivirus que traemos de serie como mecanismo de supervivencia que se activa cuando percibimos una amenaza: luchamos o huimos. No nos queda otra, lo llevamos en nuestra naturaleza. "No sabemos quejarnos ni recibir quejas: cuando sentimos una desconexión emocional nos ponemos a la defensiva. Nadie nos enseña a gestionar nuestras emociones", argumenta Fatás.
Así que la ruptura llega "cuando perdemos la esperanza de conectar". Tan sencillo como eso: nos quejamos, el otro se queja, reaccionamos mal y, al final, la cuerda que tanto hemos estirado se rompe. Perdón, alguien la rompe. Volvamos al tema que nos ocupaba: ¿sufre más quien decide o quien acata? La clave, más que en el cuánto, está en el cuándo. Continúa Fatás, no sin subrayar que cada uno es un mundo y esto, pura generalización: "La persona que toma la decisión ya tiene el proceso de ruptura del vínculo más completado y enfrenta el duelo emocional más recuperado".
DEPENDENCIA EMOCIONAL
Cada postura tiene sus pros y sus contras. Quien se encuentra fuera de una historia que no quería que terminara ve añadido al dolor de la pérdida «una herida en su ego». Por la consulta de Elena Subijana pasan más pacientes con este último perfil, pero ojo, que dos de cada 10 son de los otros, de los decisores: "Tienen un fuerte sentimiento de culpa o de pena por la otra persona, sobre todo de culpa. He encontrado muchos casos de manipulación, de personas que responsabilizan a su ex de estar mal, como si su felicidad dependiera de alguien más que de ellas mismas".
Hagamos un alto en el camino para analizar esto, porque el mal amoroso de nuestros días es, sin duda, la dependencia emocional. "Lamentablemente, es un perfil frecuente", confirma Juan Macías. Son esas personas tan enamoradas del amor que no pueden estar sin él: "El centro de su identidad pivota en torno a tener pareja y su biografía también: ser merecedor de pareja, acceder a la pareja, mantener la pareja o recuperarse de la pareja". Y estas personas, generalmente, son mujeres.
Macías subraya un "innegable peso cultural del género sobre la vivencia de la pareja, su construcción y también sobre su fin". "La soltería femenina tiene connotaciones muy diferentes a la masculina", explica, y esa presión social, sumada a la exigencia sobre el cuerpo para resultar "deseable y merecedora de amor" y aliñada con la persistencia de unos roles marcados en cuanto a la crianza de los hijos y la vida en común hacen, para este psicólogo, que en la ruptura, "una vez más, la mujer es la que se lleva la peor parte".
Pero cuidado, que esto tiene su parte positiva cuando se nos rompe el amor: si ella sufre más el desamparo en un principio, también es cierto que sale antes del agujero. "Las mujeres hacen procesos más conscientes y profundos en las primeras fases, precisamente por ese mayor peso que supone para ellas la ruptura", confirma Macías. Los hombres afrontan el duelo de forma más superficial, "sienten menos amenaza, menos presión, menos fracaso, experimentan, incluso, sentimientos de alivio".
FUERZA INTERIOR
La cosa se pone peor para ellos cuando, al pasar el tiempo, la curva se invierte. Mientras la vertiente femenina va ganando en seguridad, la masculina va conectando con partes de la realidad más dolorosas. Dice Lola Fatás que este proceso puede llevar uno o dos años: "Tiran en piloto automático y, de repente, empiezan a notar los efectos emocionales y llega la caída".
Vale, resumiendo y saliendo del esquema de buenos y malos, parece claro que el golpe a la autoestima que supone una ruptura indeseada es, a menudo, más fuerte que el ahogo de la culpa. El comité de Pedrita Parker lo tiene claro: "Por absoluta mayoría ha sentenciado que duele mucho más que te dejen". Pero como de todo se aprende, del sufrimiento saca empoderamiento: "A veces hace falta que nos hagan pedazos el corazón para sacar esa fuerza interior desconocida. No se trata de buscar a la persona de nuestra vida, sino de darnos cuenta de que esa persona somos nosotros".
Si arrancábamos con un texto de la ilustradora del desamor, terminemos con otro del poeta de la ruptura, Selam Wearing, en Tú y yo nunca fuimos nosotros: "Lo único que pasa cuando alguien te rechaza es que la vida sigue con una incertidumbre menos. No puedes gustarle a todo el mundo, y hasta por eso hay que estar agradecido".
Cuatro tareas para superar una ruptura
La psicóloga especialista en duelo Elena Subijana prefiere hablar de "tareas", en lugar de fases a superar en el camino hacia la recuperación tras una ruptura, y distingue cuatro momentos esenciales.
Asumir que se ha acabado. " Hay veces en que es bueno perder la esperanza cuando no es razonable mantenerla, y ver la realidad tal y como es, sin idealizar a nuestro ex. Para eso, es importante romper cualquier contacto: ni móvil, ni redes sociales".
- Expresar los sentimientos. "Debemos sacar fuera el dolor, la tristeza, el miedo al futuro, el enfado... Aquí son esenciales los mediadores del duelo, esas personas de confianza con las que es esencial hablar".
- Adaptarse a los cambios. "Nuestro día a día cambia tras romper, ¿y ahora con quién hago planes, dónde vivo...? Hay que aprender a reorganizar nuestra vida".
- Transformar el recuerdo. "Recordar sin dolor, de forma que nos permita salir adelante. Sucede de forma automática cuando hemos realizado el trabajo previo. Es ese momento en que, al pensar en tu relación, te sientes en paz con lo que ha pasado".
SARA POLO
23/12/2017
http://www.elmundo.es/vida-sana/mente/2017/12/23/5a3ce371468aebf3368b462a.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.