sábado, 26 de mayo de 2018

Estábamos equivocados: el cerebro humano es tan grande por esta razón

Estábamos equivocados: el cerebro humano es tan grande por esta razón
Cerebro humano (Oscar G. Mason / AP)

  • Enfrentarse a un ambiente hostil, tener que buscar comida o conseguir fuego contribuyó a la evolución de nuestra inteligencia más que cuestiones sociales, según un estudio


Que usted, lector, haya leído el titular de esta noticia, le haya generado cierta curiosidad y se encuentre ahora mismo iniciando su lectura, es gracias a su enorme cerebro, descomunal si lo piensa para su tamaño corporal. Si lo compara con el de otros mamíferos de similar envergadura, verá que es nada menos que seis veces mayor.
Y eso a pesar de que es un órgano sumamente costoso de mantener, puesto que, aunque supone el 4% del peso corporal, consume el 20% de la energía del organismo. De hecho, resulta tan costoso que hay animales que ni tienen, como medusas y cucarachas, y no les va tan mal. Entonces, ¿por qué los humanos hemos evolucionado para tener tal cerebro?
Esa pregunta ha incitado numerosos debates a lo largo de décadas. Y la teoría más extendida y compartida indicaba que muy probablemente acabamos desarrollando un cerebro tan grande porque somos animales hipersociables: cooperamos unos con otros y competimos con grupos rivales, para garantizar nuestra supervivencia como especie. Y sin embargo, según un estudio que publica Nature esta semana , podríamos haber estado hasta ahora completamente equivocados.
El cerebro humano es seis veces más grande que el de otros mamíferos de tamaño similar al nuestro
Un equipo de científicos de la Universidad de Sant Andrews, en Reino Unido, liderados por el colombiano Mauricio González-Forero, biólogo evolutivo matemático, han utilizado un software con el que han simulado qué circunstancias tuvieron como consecuencia la expansión cerebral. Y han comprobado que fueron las duras y adversas condiciones de vida en África lo que motivó este cambio evolutivo en nuestra fisiología.
Es decir, que fueron los desafíos ecológicos, como tener que buscar comida, encender un fuego o cocinar los alimentos, lo que propició que el cerebro se expandiera y no los desafíos sociales, como hasta ahora se pensaba.
“Nuestro modelo indicia que la expansión del cerebro de nuestro linaje estuvo causada por desafíos ecológicos más que sociales, y muy probablemente estuvo influenciado por la cultura”, resume en una entrevista a Big Vang González-Forero, autor principal de este trabajo, quien para enfrentarse a la pregunta de por qué los humanos tenemos un cerebro tan grande optó por simular el proceso evolutivo de este órgano a lo largo de millones de años en un ordenador a través de modelos matemáticos basados en consideraciones energéticas.
“El cerebro es un órgano muy costoso en términos energéticos: consume cerca del 20% de la energía del cuerpo, a pesar de que solo supone un 4% de la masa total. Con nuestros modelos realizamos simulaciones para calcular los costes de energía, crecimiento y mantenimiento, así como la capacidad del cerebro para poder resolver problemas medioambientales y sociales”, señala González-Forero.
Fueron los desafíos ecológicos los que propiciaron que el cerebro se expandiera y no los desafíos sociales, como hasta ahora se pensaba
Una combinación de factores
Así, utilizando este modelo matemático los investigadores vieron que el cerebro y el cuerpo humanos evolucionaron así debido a una mezcla de desafíos: el 60% de los cuales eran ecológicos, el 30% cooperativos y un 10% competitivos. Es decir, que el modelo señalaba que las circunstancias a que nos enfrentamos los humanos y que nos empujaron a tener el cuerpo y cerebro que tenemos eran un ambiente duro en el que teníamos que cooperar mucho unos con otros y en el que había una cantidad razonable de conflicto.
Aunque lo interesante y más novedoso del trabajo es que muestra que son precisamente las condiciones de vida adversas las que hicieron que nuestro cerebro se expandiera.
“Tener que encontrar alimentos en situaciones en la sabana africana, con cambios bruscos de clima entre temporada seca y de lluvias; tener que aprender a seguir la pista de los animales, etc requiere habilidades importantes”, explica González-Forero. Y no solo encontrar comida, sino también procesarla, “saberla extraer, como ocurre con las nueces; saber macerar y preparar algunos alimentos, como vegetales o carne, que requieren el uso del fuego”, añade.
La cultura desempeñó un rol crucial
Ahora bien, aunque el modelo sugiere que los desafíos ambientales pueden favorecer cerebros más grandes, eso solo sucede en situaciones en las que un incremento pequeño de inteligencia puede comportar un beneficio mayor. Por ejemplo, en una sociedad cazadora-recolectora, aprender a hacer nuevas herramientas o a mejorar las que ya se tienen puede comportar conseguir más comida, por tanto, aumentar inteligencia para desarrollar esas nuevas herramientas resulta beneficioso.
“Eso implica que la cultura ha desempeñado seguramente un rol crucial. Que esas mejoras en el conjunto de habilidades de los humanos facilitadas por procesos culturales, el aprender cosas de generaciones anteriores en vez de comenzar a aprender todo de cero, contribuyeron en un ambiente hostil a la expansión del cerebro”, comenta este investigador, que remacha que es como resultado del cerebro enorme que tenemos que desarrollamos la complejidad social que nos caracteriza como especie.
La cultura ha desempeñado seguramente un rol crucial también en la expansión de nuestro cerebro.
Emiliano Bruner, paleoneurobiólogo del Centro nacional de investigación sobre la evolución humana (CENIEH), se muestra algo escéptico ante los resultados de este trabajo. “Dudo que los factores ecológicos y sociales se puedan realmente distinguir, Ambos son elementos de un mismo sistema, se apoyan y se vinculan el uno con el otro y forman un proceso único”, asegura. Y añade que también pone en duda que algo tan complejo ecología y sociedad “se puedan sintetizar con un modelo de forma integral y completa.”
Para este investigador, que estudia precisamente la evolución de nuestras capacidades cognitivas, “la selección natural trabaja con un criterio muy sencillo: la capacidad de reproducción. Quien se reproduce más recibe más medallas. Los primates y los humanos sobre todo, tenemos sociedades increíblemente complejas, donde la capacidad de reproducción depende muchísimo de los recursos sociales y culturales. La estructura social es, por tanto, crucial para nuestra especie”. En este trabajo, argumenta, “queda por determinar dónde acaba la responsabilidad reproductiva de la ecología y dónde empieza la responsabilidad reproductiva de la sociedad.

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