No es una tortura para el paladar. No es una moda guay. Y no es necesariamente más saludable. La autora de 'Guía para el vegano (im)perfecto' desmonta las leyendas más extendidas sobre el veganismo.
Años y años de responder preguntas y mensajes privados desde su blog y cuenta de Instagram Mi Dieta Vegana hicieron que Marta Martínez Canal -ingeniera técnica de telecomunicaciones, creadora de contenidos digitales y Máster Universitario en Nutrición y Salud- fuera consciente del desconocimiento popular sobre el veganismo en general y sobre nutrición vegana en particular. “Me di cuenta de que hay mucha información, hay muy pocos sitios donde esté compilada y todos los que hay son anglosajones. Si son recetarios, en España la mitad de los productos que salen en esos libros son complicadísimos de conseguir, además de innecesarios”, asegura Martínez. “Si te guías por esos libros parece que tenemos que ir solo a por superalimentos, mientras la riqueza de frutas y verduras que tenemos aquí brilla por su ausencia, ya que allí no los tienen”.
Esa toma de conciencia fue el germen del que nació Guía para el vegano (im)perfecto(Vergara, 2019), el libro que acaba de publicar en el que se tratan todos los puntos de esta opción política, una filosofía de vida antiespecista en la que no se consumen, utilizan ni explotan animales de forma alguna, en ningún ámbito ni en ningún momento. En el libro, Martínez cuenta de manera clara, amena -a veces incluso divertida- y rigurosa todos los frentes que se te abren al escoger este modo de vida, desde como afrontar tu primera Navidad sin gambas hasta responder a la eterna pregunta “y ahora qué vas a comer”, pasando por cómo vivir sin queso, la relación con los animales domésticos u organizar una vida de ocio familiar sin pasar por el zoo.
Una parte importante del libro es un recetario en el que Martínez comparte algunos de sus platos favoritos, además de consejos para organizar las comidas semanales o los picoteos entre horas. También abre un melón del que poca gente habla: la competitividad por ser el mejor vegano -a veces, incluso, con uno mismo- o el sentimiento de culpa por ser el vegano imperfecto del que habla en el título. Y es que, como cuenta la autora en el prólogo, “no hay un vegano perfecto porque no vivimos en un mundo vegano”. Entrevistamos a Marta Martínez y, con su conocimiento sobre la materia, hemos elaborado una lista en la que se desmontan algunos mitos y tópicos del movimiento vegano.
El veganismo es una dieta
“El veganismo no es una dieta, a dieta estoy yo”: así se presenta siempre Marta en sus perfiles en redes sociales, y con esta cita cierra también su bio en la solapa del libro. “Comer es la parte más visible, más práctica y más efectiva del veganismo, la que más se vé. Pero eso también hace que todo el mundo, medios de comunicación incluidos, se queden solo con esa parte y lleguen a creer que es una dieta hipocalórica para estar delgado o hacer detox como las celebrities. El veganismo es una opción ética ante la vida, incluso política, un estilo de vida, y tiene que estar en todos los ámbitos”.
Hay que comer cosas rarísimas
Pues no: la fruta, verdura, cereales y legumbres de proximidad son lo más vegano que puedes comer. Una de las cosas en las que Marta hace hincapié repetidas veces en el libro -y que, lamenta, hay mucha gente a la que no le parece importante- es que, en lugar de seguir las recetas al pie de la letra, es, al menos para nuestra alimentación diaria, mucho más importante buscar alimentos parecidos o equivalentes en nuestra zona. “Si vives en Alemania y eres vegano, ¿es realmente necesario desayunar cada día aguacate? En el recetario que incluyo en el libro, que es muy básico porque quería que fuera sencillo y práctico, animo a la gente a usar las verduras y frutas que tenga a mano, de proximidad”.
El interés por el medio ambiente y el veganismo no se entienden el uno sin el otro: “A mí no me gusta separar animales y personas porque, para bien o para mal, vamos en el mismo barco, y cuando se vaya a pique nos iremos todos con él. El esfuerzo y el interés por no contaminar es algo que a veces a los veganos se les escapa, porque no se trata de comprar el último superalimento, sino de no importar grandes volúmenes de comida, con la huella ecológica que eso supone”, apunta la autora.
Deberíamos pensar que algunas de nuestras decisiones alimentarias también son políticas porque podemos escoger lo que nos metemos o no en la boca: desde los conocidos como “aguacates de sangre”, cultivados en México por cárteles de narcotraficantes hasta la quinoa de importación, que la ha hecho subir estratosféricamente de precio en su lugar de origen, haciendo que la gente que vive allí -y la necesita para vivir- no pueda comerla. “Los aguacates en España tienen temporada, y no hace falta comer quinoa cada día: si la compras, que sea nacional (se cultiva en Extremadura, por ejemplo). Es un poco más cara, pero el precio por ración apenas se aprecia, y lo que estás haciendo a cambio de ese pequeño precio es muy importante”.
El veganismo es una moda chuli
Ni mucho menos: Beyoncé y sus 20 días de dieta vegana detox-super-chachi y las demás celebrities que se apuntan al carro le hacen un flaco favor al movimiento (y además eso no les convierte en veganos). “Hay otro perfil que tampoco ayuda: el del famoso de Instagram que hace yoga, es físicamente perfecto y siempre come boles gigantes de ensaladas con ingredientes que nunca has visto antes”, apunta Martínez. La imagen irreal e idílica del veganismo inalcanzable, reducido a lo alimentario y relacionado con un físico perfecto es reduccionista (y apunta a un elitismo que poco tiene que ver con la realidad).
Comer vegano es más caro
Marta se hizo vegana bastante pronto, así que pasó algunos años siéndolo y viviendo en casa de sus padres, lo que le permitió hacer una comparación directa entre el coste de su alimentación y el del resto de la familia. “La comparación siempre tiene que ser entre personas que comen más o menos lo mismo y siguen una dieta estándar, así que es un buen ejemplo. Si comes normal, cocinando tú los alimentos desde cero, es más barato. Si empiezas a añadir ultraprocesados, ahora que las grandes cadenas de supermercados los tienen a un precio más bajo que hace años, estaríamos más o menos igual. Si quieres añadir ultraprocesados de buena calidad, los precios se disparan: los que están bien son carísimos, porque tanto como la materia prima como los procesos que utilizan cuestan mucho dinero, es así de sencillo”. Aunque nades en la abundancia y puedas pagarte “los buenos”, Marta tampoco recomienda consumir ultraprocesados de manera habitual (igual que si no eres vegano, vamos).
Y también más aburrido
“Comer vegano solo es aburrido si no sabes cocinar, igual que comer en general”, zanja Martínez sin dudarlo. El reino vegetal nos ofrece suficiente variedad como para que una vida vegana sea una fiesta, pero para eso necesitas tener ciertos conocimientos. “Si hierves cualquier verdura hasta que el agua quede verde y la hoja esté pocha, será insípida (y además habremos perdido los nutrientes por el camino). No solo es importante tener a mano materia prima variada, sino también dominar las técnicas de cocción que te ayuden a sacar lo mejor de ella”. Otro problema del el mundo vegano y el de la alimentación saludable en general, es obsesionarse con un alimento y consumirlo en grandes cantidades porque “es bueno”. “Volvemos al ejemplo de la quinoa, de la que la gente se mete platazos creyendo que “tiene proteínas”, cuando no tiene tantas, y tampoco necesitas todo el carbohidrato que también tiene. Si la comes, mézclala con garbanzos, diversifica, ponle verduras frescas o congeladas, alíñalo todo bien y tienes un platazo”, aconseja Martínez.
Todos los veganos comen sanísimo
Marta usa el plato de Harvard como herramienta para mostrar fácilmente en su cuenta de Instagram las cantidades y la proporción de lo que come, algo que visualmente funciona muy bien y se entiende a la primera. “Pero el veganismo en principio no es una cuestión de salud: es la intención de no dañar, explotar o aprovecharse de los animales. Así que tú puedes ser vegano y comer solo patatas fritas y pasta, y serás vegano igual. Por eso me gusta hablar de veganismo saludable, y no solo en la alimentación sino también en el ejercicio físico, que aunque a veces se nos olvida también es importantísimo para nuestra salud”.
Otra cosa que pasa a menudo es que la gente coge el ultraprocesado que más le gusta, lo cambia por la versión vegana y cree que así es más sano. “Y a veces es incluso más insano: las salchichas veganas de Mercadona son un ejemplo concreto de cómo hacer un producto vegano mal: son un verdadero desastre. Pero claro, para leer esa lista de ingredientes y entenderla, tienes que tener ciertos conocimientos que no todo el mundo tiene”.
Es fácil dejar de consumir animales y lácteos
Es posible que no sepas que las gominolas, esas chucherías blandas de colores chillones de las que solo te preocupa el gran contenido en azúcar -que lo tienen- están hechas con gelatina de origen animal (concretamente, bovino). Que el colorante rojo carmín, que también se usa para elaborar piruletas, se hace con un insecto llamado cochinilla o que el caviar no son las huevas que ponen las esturionas y se recolectan posteriormente, sino que se les sacan cuando todavía no están maduros (matando al pez en el proceso).
Aunque los veganos suelen estar bien informados al respecto, hay un tema especialmente delicado: el pan. “El pan de las hamburguesas en los restaurantes y los lácteos son un punto muy delicado. A veces es porque pone “caseína” en lugar de “mantequilla”, y no saben interpretarlo -que deberían, porque es un alérgeno-, y otras porque creen que ‘no pasa nada’. En este último caso sí pasa, porque por ejemplo yo tengo una intolerancia a la lactosa”. También es fácil no poder comerse una judía con patata que has pedido en un menú del día -la única opción que tienes- porque lleva un jamón o un bacon que no aparece listado. “También me da miedo el hummus en los restaurantes, sobre todo si no es la receta clásica. En un hummus ‘con cosas’ más de una vez me he encontrado con que le ponen yogur: no te lo dicen, pero mi intolerancia es un detector que no falla”.
Los veganos no necesitan suplementos
Esto es falso y peligroso: si solo te alimentas de vegetales siempre tienes que suplementar tu alimentación, por lo menos con vitamina B12. “Y no pasa nada, para eso están la ciencia y los laboratorios”, asegura Marta. “Y no solo los veganos, sino cualquiera a partir de cierta edad. La vida que llevamos hace que tengamos problemas de absorción intestinal, que es crucial para absorber la B12. La solución son unos botecitos generalmente muy baratos y que duran mucho, con B12 en todos los formatos que te puedas imaginar en formatos que puedes tomar a diario o una vez a la semana”. Más claro, el agua.
Uno se hace vegano de un día para otro
¿Puedes dejar de consumir productos de origen animal de un día para otro? Por supuesto, y es una buenísima manera de empezar… pero eso no te convierte en vegano. “Si quieres hacerte vegano de un día para otro, te deseo muy buena suerte, pero serlo de 0 a 100 implicaría tantas cosas, tomar tantas decisiones y gastar tanto dinero que no se lo recomendaría a nadie”. Durante la transición tienes que ir buscando en cada caso y cada situación una solución óptima. “Para hacerlo de golpe tendrías que tirar toda tu casa a la basura, en plan Marie-Kondo vegano radical y después buscar la manera de reemplazarlo todo (sorpresa: en algunos casos no lo vas a lograr nunca)”.
ALGUNOS ALIMENTOS QUE NO DEBERÍAN FALTAR EN CASA DE UN VEGANO
- Legumbres de bote o secas: si las quieres tener secas y cocerlas tú, es una opción igual de válida, pero tendrás que organizarte antes para tenerlas listas. Si las cueces tú, prepara muchas más de las que vayas a consumir y congela raciones.
- La verdura congelada es perfectamente saludable, y un buen recurso para tenerla siempre a mano y usar la cantidad que necesites mientras el resto se sigue conservando en perfectas condiciones, “algo especialmente útil cuando vives solo o eres el único vegano de la casa”, apunta Martínez.
- Fruta y hortalizas de larga duración y de temporada, como pepino, tomate, lechuga, cebolla, calabaza o calabacín para alcanzar la dosis de verduras frescas que tenemos que consumir a diario.
- Frutos secos, tanto para añadir a desayunos y platos en general como para picar.
- Especias, todas las que se te puedan ocurrir. No hay plato aburrido si está bien especiado.
- Aceites aromatizados que puedes hacer tú mismo en casa. “Aquí tenemos aceite buenísimo, y con una simple infusión puedes darle sabor a ajo, chile, hierbas y un montón de cosas más”, nos chiva la autora.
- Diferentes tipos de picante, si te gustan.
https://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2019/02/14/articulo/1550154572_573497.html
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