63rd Annual Academy Awards - After Party at Spago's Hosted by Swifty Lazar. Michael Jackson and Madonna during 63rd Annual Academy Awards FOTO:RON GALELLA - GETTY IMAGES
A no ser que hables con Roger Rabbit o el delfín Flipper, nunca preguntes a un astro de Hollywood qué hizo después de la ceremonia de los Oscar. La respuesta tipo -entre indiciaria y metafísica- la dio Tom Hanks: ''Sentir el estremecimiento del Zeitgeist''. Para mayor precisión, hablen con cualquier reportero de Hollywood y les contará haber visto cosas que nunca creerían. Aunque, por lo que sé, totalmente ciertas. Desde luego, cualquiera que les diga que no se ha salido de madre en una afterparty es tan sincero como un nominado que finge alegrarse de la victoria de su rival. Contoneos y meneos, borracheras y peloteras son las consecuencias del efecto champán: se apagan las cámaras y, tras la presión de la gala ¡boom!, salta el tapón y... adiós a la contención. Es el momento de tumbar las barreras inhibitorias, soltarse el pelo y arriesgarse al ridículo.
El inicio de los Oscar
Las afterparties son una tradición desde que el 16 de mayo de 1929 la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas presentara su primera gala en una ceremonia para 270 invitados bajo los techos dorados del salón de baile Blossom en el Roosevelt Hotel. La fiesta oficial tras el evento fue en el angelino hotel Mayfair: una insustancial black tie party que sirvió de precalentamiento para otros saraos que duraron hasta el alba en la mansión de Marion Davies, en el barco de Errol Flynn (al que el actor llamaba cariñosamente Triple F, o sea Flynn's Fucker Flyer, el velero picadero de Flynn) o en Hacienda Arms o La Colmena, famosos prostíbulos del Hollywood clásico en donde Clark Gable, Spencer Tracy, Groucho Marx y otros Names Above the Titles pasaron buenos ratos olvidándose de ceremonias.
La década de los 50
Frank Sinatra y Lauren Bacall en un after party de la Academia
Tras la gala de 1951, la policía hizo una redada en el Mae's, un fastuoso burdel de las colinas que dominan Sunset Strip. En sus memorias de Hollywood, cuenta el guionista Garson Kanin que las chicas del Mae's se hacían la cirugía plástica para parecer replicantes de Joan Crawford, Ginger Rogers, Barbara Stanwyck, Jean Harlow, Claudette Colbert, Carole Lombard, Paulette Goddard, Vivien Leigh o Marlene Dietrich. Ni Greta Garbo ni Katharine Hepburn tenían sus dobles fantasmagóricas: de Greta se sabía que era bollicao, de Katharine contó el proxeneta Scotty Bowers que a lo largo de décadas le arregló citas con más de 150 mujeres. Tras la redada, algunos astros en desbandada dejaron olvidados sus óscares. Eran, claro, otros tiempos, pero aunque ya nada es igual, el sexo sigue formando parte de la naturaleza y, como decía Marilyn, en Hollywood se llevan de maravilla con la naturaleza.
En los 70 y 80
Ya en los 70 y 80, lo más crujiente de la velada no era la gala, sino la cena que organizaba en el restaurante Spago el agente Irving Lazar. En su cartera de representados se encontraban Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Cary Grant, Truman Capote, Ernest Hemingway, Gene Kelly y Cher, lo que da pistas del nivel de los 150 asistentes.
Desde 2002, terminada la modorra -la gala, vaya-, los invitados (unos 1.500) son pastoreados al pomposo Governors Ball, justo encima del Teatro Dolby. Entre ikebanas del florista Mark Held y animados por la música para rich people de dj globales como will.i.am., los ganadores posan para sus selfies y los perdedores fingen que no les importa mientras degluten delicatessen servidas por Wolfgang Puck. Después de largas y tensas horas sin repostar, la ingesta de calorías es una prioridad y los partiers comulgan en el ritual anual de dar carpetazo al ayuno de la Film awards season. Las hamburguesas In N Out y los macarons con sabor a cóctel maridan bien con los vinos de Ford Coppola, el champán Piper-Heidsieck y los long drinks de tequila Don Julio.
Así es la fiesta de los Governors
En el Governors se derrumban las jerarquías e iconos iridiscentes se mezclan con gente más corriente y algunos polizones a bordo. El año pasado, a Frances McDormand, mejor actriz por Tres anuncios en las afueras, le robaron la estatuilla, que acabó recuperando el fotógrafo Alex Berliner tras perseguir al ladrón. En 2012, Sean Young, la replicante de Blade Runner, fue arrestada en la entrada tras una pelea con un segurata que le cerró el paso. El que ya estaba dentro era el director Seth MacFarlane, aunque algo desesperado por lo visto, porque preguntó al actor Mark Wahlberg: ''¿Dónde será la orgía cuando acabe esto?''. ''En casa de Jack Nicholson'', respondió Wahlberg. Era solo una broma, pero podría no haberlo sido, porque Nicholson es un maverick escoltado por su leyenda de enciclopedista de la lujuria. Después de todo, si los Oscar no toleraran algún tipo de desahogo pues ya me contarás: solo serían otra entrega de premios, ¿verdad, Jack? A fin de cuentas, todo el mundo sabe que las estrellas no son realmente las protagonistas de los Oscar; ni siquiera lo son las películas, como sabe cualquiera que haya visto algunas de las premiadas. Los Oscar son acerca de los Oscar, y, oye, te lo hacen saber. La gala es una letanía de 'tributos' a su pasado, a su presente y a su importancia colosal. Las estrellas solo son oficiantes de la epifanía de la marca Oscar, y solo se desquitan de su condición de figurantes deslumbrantes cuando se agotan las botellas mágnum del Governors.
Entonces, Nicholson se quita las gafas de sol, Cher busca la puerta de salida con ganas de seguir dándolo todo y todo el mundo se apresura a buscar sus limusinas y llegar al próximo meeting point de la noche, las legendarias y superexclusivas afterparties en las que, ya sin fotógrafos, y después de una larga noche pendientes de las cámaras, los invitados se meten en el baño, se aflojan las pajaritas o tiran de delineador de labios, se bajan de los stilettos y se desmelenan entre copas libadas según la doctrina Churchill: los ganadores porque se las merecen, los perdedores porque las necesitan.
La fiesta de Elton John
Elton John y Elizabeth Taylor en la 13 edición de la Fiesta Anual de la Fundación en apoyo del SIDA FOTOS: GETTY IMAGES
Desde hace 25 años, en una carpa deslumbrante en West Hollywood Park, Elton John y su marido, David Furnish, dan un fiestón que tiene como noble objetivo recaudar fondos contra el sida, aunque la verdad es que de lo que trata la cosa es de pasárselo en grande mientras fluye el vodka Cîroc como un Amazonas de glamour. Allí las estrellas brillan no en proporción a su caché, sino a su facilidad para desinhibirse. Se baja la guardia y no es raro ver a las celebs esnifando alcaloides o en maniobras sensuales en la oscuridad. Hablan de Tom Hanks y Bruce Springsteen haciendo el chorras al alimón, de Prince montando el número como si resbalara en una vulgar piel de plátano y de Heidi Klum bailando como una ménade y haciendo resaltar la melancólica delicadeza de su cuello largo como el de las modelos de Modigliani.
Entre sus 950 invitados son habituales no solo los golden people del cine sino de otros gremios, personas que entran en los sueños unas de otras, pero con las que no esperaban poder codearse: magnates como Larry Gagosian o Jeff Bezos; supermodelos como Gigi Hadid y Naomi Campbell; músicos como Bono, Miley Cyrus, Quincy Jones y Mariah Carey; diseñadores como Donatella Versace y Christian Louboutin; deportistas como las Williams; cracks de los reality como las Kardashian o Caitlyn Jenner; drag queens como RuPaul. Todos dispuestos a estirarse en subastas exclusivas, en las que se puja por un collar de Bvlgari, unas vacaciones en la isla Maui, una fotografía de Carly Simon, un Corvette de Sharon Stone o clases de tenis con Rafa Nadal.
Madonna y su representante Guy Oseary son los anfitriones de otro clásico en el que todavía se recuerda a Paul McCartney haciendo peña con los Stones. Aunque la cantante se quita importancia y dice que su parte en la organización se reduce a «llevar un vestido fantástico, muchas joyas geniales y asegurarme de que no haya fotógrafos». Tom Cruise, Demi Moore, Cameron Diaz, Christian Slater y Owen Wilson todavía recuerdan la edición inaugural de 2008: una locura inundada en fuentes de absenta de Le Tourment Vert que fluía toda la noche al ritmo que marcaba el dj Diddy.
En la noche de 2014 Jennifer Lawrence pilló tal moña que Miley Cyrus tuvo que reconvenirla: ''Contrólate, chica''. Ni aun así: empezó tirándole los tejos a Brad Pitt y terminó echando la pota en las escaleras de la mansión. Cuando lo supo, Eddie Redmayne se solidarizó con Lawrence: ''Nunca lo había confesado, pero yo también vomité en la fiesta de Madonna'', dijo. La verdad es que los que no se andan con chiquitas en las fiestas grandes me tienen de su parte, de hecho mi vida consiste a veces en sentir lástima por la gente que no pierde el control. Que aprendan de Joe Pesci, que en la edición de 2009 pedía los martinis de tres en tres para ponerse «por debajo del par''.
Ben Affleck, Benicio Del Toro, Sylvester Stallone, David y Victoria Beckham, Sandra Bullock, Leonardo DiCaprio, Jodie Foster, Emma Stone e tutti quanti suelen irse con regalos de Gucci. Un detalle por parte de François-Henri Pinault, dueño de la marca, a cuya mujer, Salma Hayek, invitan, claro, todos los años. Pero el gratis total es lo de menos, lo importante es la necesidad de las estrellas de celebrarse a sí mismas mirándose el ombligo, desquitándose de los meses de estrés, entrevistas, sonrisas impostadas y dietas de camello en la carrera hacia la estatuilla.
La fiesta de Vanity Fair
La de Vanity Fair es la menos opaca de las afterparties, mayormente porque permite asistir a los periodistas, aunque está rigurosamente prohibido tomar notas, si te pillan acabas de patitas en la calle. La primera edición, en 1994, se celebró en el Mortons y asistieron entre otros Nancy Reagan, Donald Sutherland, Lee Radziwill, Oliver Stone, Diane von Fürstenberg, James Stewart, Gene Hackman, Gregory Peck, Jack Lemmon, Billy Wilder, Gore Vidal o David Hockney.
En la enigmática dicotomía entre la carnalidad y el amor, la fiesta ha sido semillero de algunos romances célebres: Jennifer Aniston y Brad Pitt, Ellen DeGeneres y Anne Heche, por ejemplo. Pero, sobre todo, es un Celebrity Deathmatch en el que solo los ausentes son los perdedores. «Es como esos tours de Los Ángeles en los que te enseñan las casas de los famosos, solo que aquí puedes quedarte sentado y tomarte una copa mientras el tour tiene lugar ante tus ojos». Lo dijo el cineasta J. J. Abrams y dio en el clavo. O sea, que es el tipo de fiesta donde si te invitan, has llegado a lo más alto. ¿Perdérsela?, en una industria en la que si no te ven no existes, eso solo puede ocurrírsele a un gilipollas como una casa.
En 1998, el rapero Puff Daddy tenía que declarar en un juicio en Nueva York; si no asistía, podían ponerlo en busca y captura. Corrió el riesgo y fue a la fiesta. Antes preso que perderse a Madonna y a Demi Moore seguir con la mirada a un Brad Pitt que llevaba la luz verde tras romper con Gwyneth Paltrow, cuyo inolvidable vestido rosa de Ralph Lauren en la fiesta de 1999 encandiló a los connaisseurs; pero sobre todo a Monica Lewinsky. La exbecaria celebró con alharacas el premio de Gwyneth Paltrow por Shakespeare enamorado. Al verla en las pantallas del Mortons, Lewinsky dijo entusiasmada: ''Por fin habrá un vestido más famoso que el mío''.
Cuanto más se refuerzan las medidas de seguridad, más rocambolescas son las estrategias de los freeriders para colarse. Una fan se hizo pasar por miembro de la organización, se encerró durante horas en un cuarto de baño, se cambió de ropa y la pillaron dando la brasa a Faye Dunaway. En 2011, Lindsay Lohan fue bloqueada en la entrada de la fiesta en el Sunset Tower Hotel. Ni la mediación de Josh Brolin consiguió que la exwondergirl se mezclara con sus pares en el frenesí tectónico del exclusivismo icónico.
Nunca preguntes a nadie qué hizo después de la ceremonia de los Oscar, como mucho te dirán que, abismados en el estremecimiento del espíritu del tiempo, prestaron su luz para una noche incandescente y saludablemente irreverente.
GONZALO UNGIDOS
23 FEB. 2019 22:20
https://www.elmundo.es/yodona/lifestyle/2019/02/23/5c6a8aa0fc6c83896a8b4609.html
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