"Me sorprende que haya estadounidenses y otras personas que le tengan tanta resistencia a las mascarillas", le dice a BBC Mundo la doctora Winnie Yip.
La profesora de Práctica de Política de Salud Global y Economía de la Universidad de Harvard reconoce que ponerse mascarillas puede llegar a ser incómodo, particularmente en climas calientes.
Pero insiste en la importancia de usarlas, especialmente en lugares concurridos, no sólo para no contagiarse del nuevo coronavirus, sino para que, en caso de ser una persona asintomática, se evite infectar a los demás.
"No se lo quisiera pasar a un amigo, a nadie. Tengo colegas que son mucho más mayores que yo. ¿Cómo me sentiría sabiendo que se lo transmití a alguien más?".
Le sorprende que pese a que expertos, entre ellos científicos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, han presentado evidencia sobre el efecto de usar tapabocas contra el SARS Cov-2, haya gente en ese país que "todavía no lo quiera creer".
Se estima que más de 1 millón de personas han muerto por el nuevo coronavirus y que más de 56 millones en diferentes países se han contagiado.
"Nos hemos quejado sobre tener que quedarnos en casa, sobre las consecuencias (de la pandemia) en la educación y en los negocios. Cuando camino por la calle y veo algunas tiendas que han tenido que cerrar, pienso en cuán duro trabajaron esas personas por abrir esos locales".
Y esta situación con la covid-19 está "arruinando todo ese esfuerzo".
Hay medidas que se pueden implementar a nivel personal para ayudar a reducir la propagación.
Y reflexiona: "¿Cuáles son las implicaciones de 'mi acción' en la sociedad?".
"¿Por qué a algunas personas les cuesta tanto ponerse una mascarilla?".
Una visión estereotipada
"Recientemente tuve una conversación con mi hermano menor", cuenta Yip, quien creció en Hong Kong.
"Le conté que quería hacer planes para ir a casa y me dijo algo que me hizo reflexionar: 'No planifiques demasiado porque la mayoría de personas en Hong Kong hemos anticipado que los próximos seis a nueve meses serán: guantes, mascarillas, desinfectante de manos, y cuando viajemos, hacer cuarentena. Hay que aceptarlo y continuar viviendo'.
Y aunque la situación pueda mejorar, la doctora advierte, no se puede bajar la guardia porque el virus sigue circulando.
"En China, usar mascarillas no se trata de obediencia", señaló en una entrevista que le hizo la publicación de la Escuela de Salud Pública de Harvard.
Hacía referencia a información que ha leído en algunos medios de comunicación occidentales.
"Algunas personas hacen estas declaraciones de que los asiáticos son más dóciles, más obedientes. 'El gobierno les dice que hagan eso y lo hacen'. A eso me refiero cuando digo que no se trata de obediencia", le explicó a BBC Mundo.
La experta considera que varios de esos comentarios presentan una visión estereotipada y tienen una idea subyacente que gira en torno a: "Los occidentales tomamos decisiones de forma autónoma, somos más independientes".
En el caso del uso de las mascarillas en China, indica, se trata de "cómo 'mi acción' afecta a la sociedad".
Y en ese aspecto, "creo que los asiáticos tienen un valor social comunitario más fuerte".
De hecho, antes de que se desatara la pandemia, ciudadanos de algunos países asiáticos como Japón y Corea del Sur ya usaban mascarillas. Algunos en caso de estar enfermos y otros por la contaminación, entre otras razones.
Difícil de entender
En una serie de entrevistas que condujo junto a otros investigadores con un grupo de jóvenes en Estados Unidos percibió en algunos de ellos la creencia de que no iban a contraer el virus por ser jóvenes y que, de hacerlo, se recuperarían.
"El cálculo que hacían en sus cabezas sobre si usar mascarilla o no giraba en torno a ellos mismos y no al hecho de que podían ser asintomáticos y pasarle el virus a alguien más".
De hecho, señala que la idea de que mucha gente en Estados Unidos sienta la necesidad de debatir si usar mascarilla llama la atención de algunos asiáticos.
"No he hecho una encuesta sobre eso. Pero entre la gente que conozco, que va más allá de mi familia" e incluyendo colegas chinos y algunos estudiantes que ya regresaron a Asia, "les cuesta entenderlo".
Reconoce que "por supuesto, la gente tiene diferentes razones" para mostrarse en desacuerdo con la medida. Pero, añade: "Es sólo usar una mascarilla. Por qué hay estadounidenses que lo tienen que llevar al nivel de que es un símbolo de libertad".
"Algunos de ellos sienten: 'Soy libre de escoger lo que quiero hacer'".
"Muchas personas no sólo en Asia, sino en Estados Unidos, encuentran ese planteamiento difícil de comprender: que haya gente que lleve el tema de usar la mascarilla al punto de discutir la libertad y la elección individual".
Estados Unidos no ha sido el único país en que se han visto manifestaciones contra el uso de las mascarillas. Varios países europeos han sido escenario de movilizaciones que se oponen a esa medida y a los confinamientos, como Alemania, España, Reino Unido.
Aunque Yip no cuenta con una investigación sobre ese tema en particular, se anima a responder desde sus propias observaciones:
"Creo que muchas de esas personas quieren hacer una declaración, impulsados por un elemento ideológico: 'Puedo hacer lo que quiero. Los científicos dicen eso, puede ser verdad, pero yo tengo el derecho de hacer lo que quiero, lo que creo que es lo mejor para mí'".
"Desgraciadamente en este caso, de hecho, no es lo mejor para ti", explica la especialista.
"Ojalá que no sea otro SARS"
Yip se encontraba en Estados Unidos cuando, a finales de diciembre, supo de unos casos que se estaban dando en China de una neumonía de causa desconocida.
"En ese momento, nadie sabía cuán grave era (el virus). Pero recuerdo que pensé y se lo comenté a una amiga: 'Ojalá que no sea otro SARS'".
A inicios de enero, la profesora había viajado a Hong Kong a visitar a su familia y a colaboradores en China para planificar el trabajo del resto del año.
Ya la prensa había asomado la posibilidad de que se trataba de algo similar al SARS de 2003.
"Tenías la sensación de que la gente le estaba prestando atención, pero, por supuesto, no con una intensidad muy alta porque nadie había declarado cuán grande era el problema".
Sin embargo, ya se veían personas con mascarillas.
Los recuerdos de 2003
Hubo gente que pensó que era demasiado prematuro. "Todavía no tienes que preocuparte por eso", decían.
Sin embargo, algunos individuos asumieron una actitud más precavida: "Por si acaso, vamos a comprar una caja de mascarillas, un par de botellitas de desinfectante de manos y dos paquetes de toallitas antisépticas".
Y es que Asia ya había enfrentado al predecesor del nuevo coronavirus.
Aunque la investigadora dice que no tiene evidencia científica para afirmarlo, cree que ese recuerdo influyó en la forma en que muchas personas en Hong Kong y en otras partes de Asia asumieron la nueva situación, especialmente aquellos que experimentaron el brote de hace 17 años.
"Mi madre tiene 85 años y ella dijo: 'Esto fue lo que hice durante el SARS'. Fue como algo subconsciente (…), como un círculo de expectativa psicológica de que si se trataba de otro SARS o algo parecido, esto fue lo que hicimos".
Así que su mamá le hizo una sugerencia: "¿Por qué no simplemente compramos mascarillas?"
Fueron a un almacén, pero no había. Les recomendaron volver al siguiente día. En un farmacia les dijeron que las que tenían se las estaban guardando a una cliente regular que tiene cáncer, que volvieran en otro momento.
Finalmente consiguieron en un establecimiento donde les dijeron que sólo les podían vender dos cajas. "No era que estuviésemos en una cacería vigorosa, pero si pasábamos por una tienda, preguntábamos: '¿Tiene mascarillas? ¿Y desinfectante?' (…) Eso nos dio una señal de cómo las otras personas se estaban sintiendo".
Explica que evidentemente no todos asumieron la misma actitud, pero lo que es claro es que el punto de partida de varios países en Asia frente a la crisis fue muy diferente al de Estados Unidos o al de América Latina.
"Espíritu de comunidad"
La reunión que Yip tenía con la Comisión Nacional de Salud y la oficina de la Organización Mundial de la Salud en China se tuvo que cancelar porque le informaron que estaban ocupados con la situación en Wuhan, donde comenzó el brote.
El 23 de enero se anunció el confinamiento de esa ciudad, lo cual desató la preocupación en otras partes del país.
Poco tiempo después, Yip regresó a Estados Unidos y desde allí siguió de cerca lo que sucedía.
A través de familiares, amigos y las redes sociales conoció de expresiones de solidaridad en plena crisis.
"Al principio la gente en Wuhan no sabía realmente lo que estaba pasando. Se vino el confinamiento y todo pasó muy rápido".
"No todos tenían claro dónde conseguir alimentos o, si alguien se enfermaba, cómo llevarlo al hospital".
En ese contexto -la profesora reflexiona- surgió un "espíritu de comunidad" muy importante: el hombre que voluntariamente se ofreció a transportar a la gente "exponiéndose a sí mismo", los jóvenes que se encargaron de comprar comida y llevársela a los vecinos que podían ser vulnerables a la infección, entre muchos ejemplos.
"Era como decir: 'Vamos a hacer algo juntos' (…) Y para mí esa fue la parte conmovedora porque no era el gobierno diciéndoles que tenían que hacerlo. Nació espontáneamente de la gente".
Aunque en China tradicionalmente han existido comités vecinales, explica la experta, lo que se vio en plena crisis del nuevo coronavirus fue el resultado de un valor profundamente arraigado que muestra cómo los chinos han sido educados: "Eres parte de una comunidad y, por lo tanto, no se trata sólo de ti".
Es la idea de que "nuestro comportamiento, nuestras decisiones" tienen implicaciones más allá de lo individual.
Yip cree que hay algo del Confucionismo en esa actitud porque se trata de que te importe la gente que te rodea y de que haya solidaridad.
"Era un valor muy fuerte en la China antigua, para la generación de mis padres, incluso para mí, cuando crecí en Hong Kong", reflexiona. Y aunque para los más jóvenes quizás no lo era tanto, esta crisis lo hizo reemerger.
De acuerdo con la doctora, las organizaciones vecinales en China hacen que la gente se conozca muy bien. "Algunas personas en la sociedad occidental pueden decir que se trata de un vecino espiando al otro. Pero no lo veo así (…) Si crees que la gente que te rodea te está espiando, nunca confiarás en nadie".
Con el paso de los días, destaca la doctora, esos comités fueron un mecanismo eficaz para detectar casos y rastrear contactos, lo cual resultó ser importante para enfrentar el brote y controlarlo.
- Margarita Rodríguez
- BBC News Mundo