La iluminación más eficiente permite ahorros del 90%, con lo que decaen los argumentos que justificaban la controvertida medida
La gran justificación que sirvió para introducir un cambio horario en los años 70 del siglo pasado fue la necesidad de ahorrar energía. Las tardes más largas y con más iluminación natural en verano evitaban la iluminación artificial. Era la gran razón. Sin embargo, ya no se puede justificar el mantenimiento de este cambio horario por razones energéticas. Lo dicen todos los expertos.
Durante años se consideró que las ventajas en el ahorro energético que comportaba el cambio horario superaban los inconvenientes derivados de la alteración horaria (molestias, dificultades para conciliar el sueño…).
Sin embargo, “hoy en día el ahorro energético que se obtiene es pequeño y este argumento pierde peso en la balanza con relación a las molestias que se ocasiona”, explica Joan Josep Escobar, jefe de la división de gestión energética del Institut Català d’Energia (Icaen).
“Lo más lógico sería mantener un horario único durante todo el año, y Europa nos hará escoger entre el del verano o el de invierno. Los estados deberán decidir, pero esta elección ya no es un asunto energético, sino de la reforma horaria global para intentar ajustar nuestra actividad al horario solar”, añade Escobar.
La ganancia es insignificante: dos euros por hogar al año según el Institut Català d’Energia
El Icaen estimaba en 2011 que el cambio horario permitía ahorrar unos 30 millones de euros al año: unos 10 euros por hogar en Catalunya. El ahorro se conseguía casi de forma exclusiva en el sector doméstico, y en el horario de verano, ya que, entre marzo y octubre, las jornadas de la tarde son más largas, y se prolonga la iluminación natural. Sin embargo, estos ahorros de energía ya no se dan, ya que el sector de la iluminación ha vivido estos años una gran transformación.
Hace una década predominaban las luces incandescentes o halógenas, de elevado consumo energético. Sin embargo, en el 2012 se prohibió la fabricación de luces incandescentes, y entre el 2016 y el 2018 se retiraron las halógenas. En 2016, menos de una cuarta parte de las bombillas usadas en la iluminación doméstica eran luces led (de muy bajo consumo) en Catalunya, mientras que, en los últimos años, se han generalizado las bombillas de bajo consumo y las led, de bajísimo consumo. Ha mejorado la eficiencia.
Las nuevas bombillas consumen ocho veces menos que las incandescentes o las halógenas
“Para dar el mismo rendimiento, las nuevas bombillas consumen ocho veces menos que las incandescentes o las halógenas”, señala Escobar. Esa revolución hizo que ya en 2017, en Catalunya, se estimaba que el ahorro económico anual se había reducido a la mitad (14 millones).
“Y ahora podríamos estar en la mitad de la mitad (unos 7 millones); es decir, el ahorro del cambio horario sería de solo unos dos euros al año por hogar”, explica Escobar.
Por todo ello, en la decisión sobre si debe mantenerse o no el cambio horario ya no pesan tanto las razones de ahorro de energético, sino que intervienen otras, relacionadas con la reforma horaria, la conciliación familiar y otras referidas a los intereses de los diferentes sectores económicos que pueden verse beneficiados o perjudicados.
No obstante, Escobar matiza que, con los horarios actuales, para obtener esta minúscula ganancia de dos euros por hogar al año se debería mantener el doble cambio horario, repitiendo la activación de las manecillas en octubre porque si no, en invierno, a las 9 o las 9,30 horas estaríamos trabajando a oscuras y se necesitaría la iluminación eléctrica.
El cambio que se dio en los años 70 ya no tiene ningún sentido
José Enrique Vázquez, presidente del Grup de Gestors Energètics, coincide en que no hay motivos de ahorro energético para mantener la medida. “El cambio horario se justificaba en el ahorro de iluminación artificial, sobre todo en el hogar y en el alumbrado público; pero las led lo cambian todo. El consumo energético de la iluminación ha bajado un 90%”, dice. “Mantener esta medida, desde esta óptica, no tiene sentido”.
Vázquez reclama una adaptación horaria pensando en aprovechar al máximo la luz natural para favorecer la producción de energía solar fotovoltaica de forma instantánea y para autoconsumo, y eso para él supone apostar por un único horario, el de verano.
“El cambio que se dio en los años 70 ya no tiene ningún sentido”, recalca. Las recetas para ahorrar energía son claras: electrodomésticos eficientes, control de la temperatura de confort, mejorar los aislamientos; y, en verano, lo que ya sabe la cultura popular: cortinas, toldos, persianas, ventilación cruzada...