sábado, 5 de noviembre de 2011

El teniente gay pide volver a filas


Foto from elpais.com

El teniente Dan Choi


El 19 de octubre, la juez federal Virginia Philips ordenó la entrada en vigor inmediata de una ley aprobada por el Congreso de Estados Unidos que permite, después de 18 años, que los homosexuales sirvan abiertamente en el ejército. Sin esperar un sólo día más, Dan Choi, de 30 años, acudió al lugar de reclutamiento más icónico del mundo: el puesto militar que se halla en Times Square, en Nueva York. Frente a la bandera norteamericana de neones que reluce en ese punto, a seis kilómetros del lugar donde murieron 3.000 personas en aquel atentado terrorista de una aciaga mañana de 2001, un patriota le pedía a su patria que le permitiera volver a arriesgar su vida por ella.
Choi (o, como él preferiría, el teniente Choi) no puede tener mejores credenciales. Licenciado en West Point, la élite de las escuelas militares, se encuentra en perfecta forma física. Es un experto en lengua árabe. Tiene conocimientos de ingeniería ambiental. Es veterano de guerra, porque sirvió en Irak en 2006 y 2007. Un año después pasó a la reserva con la Guardia Nacional de Nueva York. Aquello significaba que quedaba a disposición del Ejército para acudir a Irak o Afganistán cuando a su unidad le correspondiera. Y a pesar de todo eso, la probabilidad más segura es que al teniente Choi le denieguen su solicitud de volver a lucir un uniforme, por segunda vez en su vida.
El teniente Choi es gay. Y ya no lo esconde. “Cuando entré en el ejército sí que lo llevaba en secreto. No lo manifestaba en público. Incluso ocultaba mi homosexualidad tras una fachada de homofobia, para encajar”, admite. Decidió dejar de esconderlo el 19 de marzo de 2009. En una entrevista con la periodista Rachel Maddow, en el canal MSNBC, dio un valiente paso adelante: “Con estas tres palabras, ‘yo soy gay’, estoy violando el título décimo del Código de EE UU, un código emponzoñado por la gente que quiere que mintamos”.
El teniente había decidido dar aquel paso porque había fundado, con otros soldados y veteranos, una organización de graduados de West Point, bautizada como Knights Out, que ayuda a las tropas homosexuales que hayan sufrido represión en las fuerzas armadas. Poco más de un mes después de salir del armario, sin embargo, el Ejército le mandó una carta en la que le notificaba que había sido expulsado por ser abiertamente gay.
Barack Obama, que era ya presidente, se había comprometido a derogar la ley que permitía esa injusticia, bautizada como Don’t Ask Don’t Tell. Por eso, Choi le escribió una carta en la que le pedía un favor. “Como oficial de infantería, no estoy acostumbrado a rogar. Pero hoy le ruego: No me eche. No me eche, porque mis soldados son más que una unidad o una fuerza de combate. Somos una familia y nos apoyamos mutuamente. No nos demuestre que la honestidad y el coraje conducen a la pena y el insulto”, le imploró.
La Casa Blanca hizo oídos sordos.Y el Pentágono le echó. Durante 18 años de ley castrense contra los homosexuales, 13.500 soldados fueron expulsados por el hecho de serlo. En el año que echaron a Choi, la cifra total fue de 428. Con ellos, el Pentágono perdió activos muy valiosos. Entre 2004 y 2009, años cruciales para las guerras de Irak y Afganistán, EE UU se privó a sí mismo de 59 soldados que hablaban árabe y cinco que hablaban farsi (una de las lenguas afganas) a causa de esa norma. Una de las mayores necesidades del Pentágono es la de soldados que puedan comunicarse con fluidez con los líderes tribales en las misiones de guerra.
En una medida desesperada, para presionar a un gobierno que comenzaba ya a hacer concesiones ante ciertos republicanos conservadores, Choi decidió hacer algo que llamara la atención del país sobre el problema de los soldados expulsados. Se esposó a la verja de la Casa Blanca, aquí en Washington, en repetidas ocasiones. La última, en noviembre, fue arrestado. El gobierno presentó cargos. El juicio comenzó en agosto, y podrían caerle hasta cinco meses de cárcel y 5.000 dólares de multa.
Por ese juicio pendiente, es muy probable que el Ejército ya no quiera a Choi. Ya le dijo que no en octubre del año pasado. Pero el teniente lo seguirá intentando. “Debemos volver a filas, para proteger a la minoría de soldados gais que ahora saben que pueden servir abiertamente”, explica. “Ahora se condena la discriminación abierta, no nos pueden echar, pero aun hay otros problemas, como la protección a los soldados homosexuales de las agresiones de otros soldados, homófobos. O el asunto de los beneficios para una pareja gay si un soldado cae en el frente, como las pensiones de viudedad. Debemos seguir luchando para logar una plena igualdad en todos los aspectos”. En ese sentido, puede que al teniente Choi le quede por delante una batalla más dura que la que libró en Irak.

Por: David Alandete   from blogs.elpais.com   04 de noviembre de 2011

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