domingo, 23 de junio de 2013

Lo que hoy votarían los manifestantes en Brasil

 
 
Un sondeo coloca a Joaquim Barbosa, juez del caso 'mensalão', a la cabeza de las preferencias electorales.
 

Ríos de informaciones y una multitud de análisis llevan una semana hablando de lo que se imaginan que los manifestantes de las calles de Brasil tienen en sus cabezas: si son o no demócratas, si son de izquierdas o de derechas, si rechazan o no el sistema y los partidos, si votarían o no en una elecciones y mil conjeturas más.
 
Aunque el resultado, por ejemplo Datafolha, ha sido titulado por su lado más periodístico —las preferencias electorales de los manifestantes en caso de que las presidenciales, previstas para octubre de 2014, se adelanten debido a las protestas— existen datos más importantes aún.
 
El primero y más revelador y esperanzador es que el 87% apoyan la democracia y únicamente un 3% la dictadura. Otro sondeo refleja que solo un 27% se abstendría de votar. El 63% acudiría a las urnas.
Hay más. La edad media de los manifestantes oscila entre 21 y 35 años (el 65% de los que participan en las protestas), una generación que no vivió la dictadura y que representa el futuro del país.
 
De ellos, el 78% ha estudiado. El 72% no milita en ningún partido. A pesar de ello, la mayoría iría a votar. Un mensaje claro contra los pesimistas que los habían tachado de antisistema y anti-instituciones, que aceptan el sistema aunque desean despojarlo del anacronismo y la corrupción. Y, sobre todo, de su divorcio con la calle.
 
Que se trata de una masa más progresista que conservadora lo revela un dato importante: la gran mayoría está en contra de la vuelta de la pena de muerte, de que los civiles porten armas y defienden que la sociedad acepte los derechos de los diferentes, empezando por los homosexuales. El 50% dice que el motivo por el que ha salido a la calle es “la corrupción política”.
 
Lo que quizás es más difícil de analizar es lo referente a los candidatos que, de haber elecciones, votarían hoy en unas presidenciales. El candidato favorito de los manifestantes, con un 30% de los votos, es el actual presidente del Supremo, el magistrado negro Joaquim Barbosa, que se convirtió en un héroe nacional por su postura intransigente como juez instructor del mensalão, el caso de corrupción que condenó a la cárcel a ilustres líderes políticos, banqueros y empresarios.
 
Le sigue en las preferencias de los manifestantes la ecologista Marina Silva y hasta el tercer lugar aparece Dilma Rousseff, que se presentaría a una posible reelección, con un 10%. Los otros líderes tradicionales como Aecio Neves y Eduardo Campos se quedan en el furgón de cola con un 3% y un 1% respectivamente.
 
Si la elección del juez Barbosa podría indicar una voluntad de elegir a alguien fuera del sistema político. Marina Silva, por su parte, acaba de crear un nuevo partido llamado La Red. Fue fundadora del Partido de los Trabajadores al que después abandonó y hasta ministra en el primer Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, además de senadora.
 
Lo que rechazan los manifestantes son los partidos y líderes políticos que se habían alejado de las exigencias de los ciudadanos y dan la impresión de actuar más a favor de sus partidos y de su propia reelección que de las necesidades reales de la gente. Rechazan el concepto de la lógica del “poder por el poder”.
 
Curiosamente, en las redes sociales se recuerda que Brasil, nunca en su historia, había discutido de política —más incluso que de fútbol— como en la semana que recién ha pasado.
Del exterior llegan cada día manifestaciones de apoyo y elogios al movimiento brasileño. Hay quien lo ve como una esperanza de primavera para toda América Latina y la sesuda publicación alemana Der Spiegel ha llegado a comparar las manifestaciones en Brasil con las protestas en Leipzig días antes de la caída del muro de Berlín.
 
Un elogio emblemático y significativo.


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