lunes, 24 de junio de 2013

Los 50 signos de 'Grey': las cosas que indican que te haces viejo

 
 
¿Cuándo cruzamos la frontera que separa nuestra juventud de nuestra vejez?
 
Los jóvenes generan expectativas sobre cómo se van a comportar sus mayores, y luego hacen lo mismo.


Cuando no tienes ganas de salir de fiesta, cuando las resacas duran más, cuando prefieres quedarte tranquilo en casa viendo una película antes que ir a una discoteca o cuando empiezas a detestar la música que escuchan los jóvenes, es que te estás haciendo viejo. Muchas conversaciones entre grupos de amigos versan sobre todas aquellas cosas que nos gustaban hacer en el pasado y de repente, dejaron de hacerlo para abrazar actividades más tranquilas. Es el habitual discurso del “para qué hemos quedado, ¿no?”. Sin embargo, nunca nadie se había planteado realizar un listado de todos aquellos signos que indican que estamos empezando a dejar atrás la juventud y a entrar en la madurez. Hasta ahora.
 
Una reciente encuesta realizada por Engage Mutual en Inglaterra entre 2.000 británicos acaba de identificar cuáles son, según los consultados, los 50 signos que demuestran que te estás haciendo mayor. Seguramente, no descubrirán nada nuevo a nadie, pero resulta divertido comprobar cómo todos, independientemente de nuestra cultura u origen social, compartimos esos signos de envejecimiento. Hay algunos de ellos que son propiamente británicos, pero con muchos otros se sentirán identificados los lectores que han superado los cuarenta.
 
La mayor parte de los consultados se mostraba de acuerdo en una cosa: en que no hay una edad exacta que marque el momento en el que uno es viejo, sino que lo que determina este es la actitud personal ante el paso del tiempo. El 80% de los consultados señalaba que lo importante es cómo uno se siente y no la edad cronológica que se tiene, el 76% manifestaba que quería prolongar su juventud tanto tiempo como pudiera y el 58% expresaba su preocupación ante la posibilidad de envejecer, particularmente en los aspectos relacionados con el deterioro físico y cognitivo.
 
El portavoz de la compañía encargada del estudio manifestaba que una de las cosas más interesantes que había percibido es que los puntos de la lista representaban las expectativas que tienen los más jóvenes sobre cómo van a comportarse sus mayores. Y que, un buen día, empiezan a formar parte de su repertorio de comportamientos. Pero, ¿cuáles son esos signos que demuestran que nos hemos hecho mayores?
  • De repente, empiezas a llevarte mal con la tecnología
Uno de los problemas que con más frecuencia reportan los consultados es que el día que sientes que la tecnología va un paso por delante de ti, te has hecho viejo. Las modernas tablets y los viejos televisores comienzan a darte más problemas que soluciones.
  • Decir “cuando era joven”
Obvio pero certero: los adolescentes y veinteañeros apenas tienen perspectiva temporal de su vida, por lo que nunca dirían algo así. Sin embargo, la nostalgia juega un papel esencial en las vidas de los más mayores. Por eso mismo, otras ideas como “no conocer ninguna canción del top 10 de ventas”, “quejarse sobre la basura que emiten últimamente en televisión” o manifestar que “las cosas no son como eran cuando era joven” son signos claros de que nos estamos haciendo mayores.
  • A partir de los 40, es imposible no estar cansado
En The Trip, la película de Michael Winterbottom protagonizada por Steve Coogan, su protagonista asegura que a partir de los cuarenta años es imposible no sentirse cansado. Algo así deben pensar los consultados, que afirman que se quedan dormidos cada noche frente a la televisión, que no son nadie si no echan una cabezadita a media tarde, que necesitan una taza de café para poder seguir sintiéndose con fuerzas o que comienzan a cabecear después de tomarse una copa de vino.
  • Los achaques ya están aquí
Todas las generaciones se han reído de las recurrentes quejas sus mayores (“ay, mis rodillas”, “ay, mi espalda”) hasta que a dicha generación le toca el turno de sufrirlas en sus propias carnes. Entre estos indicios de debilidad se encuentran “hacer ruidos al agacharse”, “perder el pelo” (o en su defecto, que te crezca el pelo de las orejas, cejas, etc.), “sentirse agarrotado” o “evitar cargar con grandes pesos por miedo a hacerte daño en la espalda”.
  • A casa a las once, que me canso
Cuando tenemos 18, muchos nos hacemos a nosotros mismos la promesa de que nunca dejaremos que la desidia nos desanime y pretendemos ser por siempre jóvenes saliendo todas las noches de los fines de semana. Pero tan sólo unos pocos salen triunfantes del reto. El resto, como manifiesta la encuesta, indica que “empiezan a odiar los pubs ruidosos” o “prefieren una noche con un juego de mesa que una noche en el centro”. ¿El último de los signos que indican que nos hemos convertido en unos carcas? “Gastar más dinero en muebles o en el hogar que en una noche de fiesta”.
  • Todos llevamos un viejo gruñón dentro
Por supuesto, ni los más optimistas podemos poner la mano en el fuego por que algún día no empecemos a gruñir a los que nos rodean de la misma manera que nuestros padres o abuelos hacían. ¿Qué factores nos convierten en ancianos huraños? “Sentirnos con el derecho a decirle a la gente exactamente lo que estás pensando aunque no sea educado”, “empezar a mirar viajes en crucero que no admitan niños” o “darte cuenta de que no entiendes ni una palabra de lo que hablan los jóvenes”.
  • Lo importante es la salud, no lo guapos que estamos
Cuando se es adolescente, lo importante es, sobre todo, aparentar correctamente ante nuestros amigos (y, especialmente, ante el sexo contrario). Cuando une cumple los treinta, la perspectiva empieza a cambiar y quizá prefiramos estar cómodos y, sobre todo, no pillar un resfriado inoportuno. Por eso, “nunca salir de casa sin una chaqueta”, “interesarse de repente por el tiempo”, o “ver crecer nuestras orejas” marca nuestro envejecimiento. También tomamos más precauciones, por lo que conducimos con más frecuencia por el carril lento de la autopista o rebajamos sensiblemente nuestra velocidad al volante.
  • Estoy empezando a no enterarme de nada
El deterioro cognitivo es casi inevitable, y poco a poco, todos nos damos cuenta de que nuestra concentración no es tan buena como cuando estábamos en la universidad. Por eso, detalles como “poner los objetos en el lugar que no es”, “perder nuestras gafas o llaves” u “olvidar los nombres de las personas” son los primeros indicios de que nos estamos haciendo mayores.


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