Weidmann y Draghi durante un acto en Fráncfort en abril pasado. / HORACIO VILLALOBOS (CORBIS)
El banquero italiano mantiene línea directa y contactos habituales con la canciller
Desde el piso 12 del edificio principal del Bundesbank se tiene una vista privilegiada de la nueva sede del Banco Central Europeo (BCE),
toda una metáfora de las relaciones entre los dos bancos, inmersos en un duelo sin fin en los últimos meses. “Hay un poco de cotilleo en todo esto”, dice un buen conocedor de la situación, “pero es cierto que el Bundesbank no ha tenido una posición muy leal al filtrar sus discrepancias con el presidente del BCE, Mario Draghi, y que éste, a su vez, resulta bastante opaco en sus relaciones con el Consejo”.
Una opacidad que contrasta con sus estrechas relaciones con la canciller alemana, Angela Merkel. “Habla con ella con frecuencia, le explica con minuciosidad su política y va a verla a menudo”, asegura un economista próximo a Draghi. El italiano tiene el total apoyo de Merkel, según diversas fuentes, pese a la desconfianza generalizada hacia una institución “dominada por sureños”, según la mitología popular germana. Si al triángulo que forman la Cancillería, el BCE y el Bundesbank se le añade un componente de enfrentamiento personal, las tensiones están servidas.
“El Bundesbank no ha asumido su nuevo papel, más diluido dentro del BCE, y ha perdido su antiguo aura entre la opinión pública”, explica Josef Janning, analista senior del European Council on Foreign Relations en Berlín. En las posiciones del presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, se percibe la convicción sobre la ascendencia del Buba respecto a otros bancos de la eurozona. “El BCE tiene el adn del Bundesbank, eso nos otorga una posición diferente”, dicen desde el banco.
Las resistencias de Weidmann a las políticas de Draghi vienen, en parte, avaladas por una sociedad de ahorradores como la alemana y su propia demografía, la de la segunda población más envejecida del mundo. Pero eso también haría dificil que Weidmann pudiera recabar suficientes apoyos políticos si la crisis en el seno del BCE fuera más allá.
“Al hacer público su enfrentamiento, Weidmann ha quemado sus naves”, subraya un economista de un banco europeo. Uno de los antiguos colegas del italiano en Goldman Sachs apunta a sus problemas de salud como argumento a favor de una posible marcha anticipada. La espalda le obliga a descansar cada poco tiempo y su mujer ha recaído en una enfermedad que creían curada. “Eso le haría más proclive a aceptar la Presidencia de Italia si Giorgio Napolitano renuncia”. Otras voces solo contemplan esa posibilidad si coincide con el final de su mandato en el BCE, en 2019.
“El Bundesbank es un mito nacional”, explican desde el Gobierno alemán. “Era la institución más respetada y en la que más confiaban los alemanes”, dicen. El recuerdo de la hiperinflación de la República de Weimar crea en el imaginario germano una obsesión casi enfermiza con la estabilidad de los precios y con el papel del banco central. Un informe de Deutsche Bank considera “misión imposible” que Alemania acceda a tener mayor inflación.
El banco cree que el Fondo Monetario Internacional (FMI) es demasiado pesimista cuando alerta de la situación europea y que la inflación irá repuntando conforme lo haga la economía. No hay motivos para la preocupación. Desde ese análisis, el apoyo a nuevas medidas expansivas por parte del BCE resulta casi impensable y menos hasta que la Corte Europea se pronuncie sobre el “haremos lo que haga falta para salvar el euro”, que pronunció Draghi en julio de 2012. Habrá que esperar a la primavera.
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/11/22/actualidad/1416666602_475507.html
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