Herzogenaurach, la localidad alemana donde se desarrolla una lucha sin cuartel entre los partidarios de Adidas y los de Puma. Ellen Jervell/The Wall Street Journal
HERZOGENAURACH, Alemania—Este rincón bávaro suspendido en el tiempo alberga a los fabricantes de indumentaria deportiva Adidas AG y Puma SE. PUM.XE +0.60% Aquí, los negocios no son sólo negocios, sino una contienda familiar a muerte.
Durante casi 70 años, los residentes al sur del río lucían el logotipo de tres rayas de Adidas, socializaban con amigos que también usaban la marca y compraban en carnicerías y panaderías donde nadie que llevara una prenda de Puma se atrevía a entrar. Los del norte del río hacían lo mismo, pero expresaban su lealtad a Puma. Eran como los Capuleto y los Montesco o, en este caso, los “pumeraner” contra los “adidassler”.
Herzogenaurach pasó a ser conocida como “la ciudad de las cabezas agachadas” porque la primera mirada siempre se dirigía a los pies del otro.
Nadie sabe exactamente el motivo por el que se pelearon los hermanos Adolf y Rudolf Dassler hacia fines de la Segunda Guerra Mundial. Algunos escucharon historias de una riña en un refugio antibombas.
La pelea dividió el negocio familiar de calzado y el pueblo. El alcalde German Hacker reconoce que debe elegir sus prendas con sumo cuidado. Hace una década, cuando Frank Dassler, uno de los nietos de Rudolf, el fundador de Puma, se integró a Adidas, sus ex compañeros de trabajo le dieron la espalda. “La gente decía que mi abuelo se estaba revolcando en su tumba”, cuenta Dassler.
Herzogenaurach ni siquiera tiene una estación de trenes, pero posee dos equipos de fútbol. El ASV usa Adidas y el FC Puma. Durante años, su rivalidad tuvo tanto o más que ver con las marcas que con el deporte.
Sin embargo, la situación ha empezado a cambiar y hay esperanzas de que reine la paz.
A mediados del año pasado, Ralph Kittler, oriundo de Herzogenaurach y entrenador del equipo infantil de fútbol, recibió una petición desconcertante: tenía que pedirles a los padres de los niños que permitieran que los equipos entrenaran juntos.
Kittler creció como un “pumeraner” en los años 80 y recuerda sentarse en el autobús escolar al lado opuesto de sus enemigos, los “adidassler”. Los gritos estallaban cada vez que el autobús pasaba por las oficinas de una u otra empresa. En esa época, entrenar juntos era inconcebible y la idea de proponer hacer justamente eso en 2014 lo atemorizaba.
“Tenía miedo de que los padres se negaran”, dice Kittler. Los uniformes eran una gran preocupación. “Puma o Adidas. No quería ni pensarlo”, relata. “Escoger solamente una marca podía ocasionar un daño enorme”.
Una escultura muestra a dos niños con calzado de Adidas y dos con calzado de Puma. Ellen Jervell/The Wall Street Journal
Algunos residentes no dan su brazo a torcer. Helmut Fischer, quien lleva 38 años trabajando para Puma, cuenta que sus amigos “son lo suficientemente inteligentes para no vestir las tres rayas en mi presencia”.
El ex jefe de marketing de Puma tiene tres tatuajes con las garras de un puma en su espalda y otro en su pierna izquierda. El ejecutivo de 65 años tiene incluso una etiqueta de ropa de Puma tatuada en el cuello. “Obviamente tengo que quedarme aquí para siempre”, dice sobre su empleador.
En una caminata reciente por el pueblo, Fischer, vestido de Puma de pies a cabeza, saludaba a la mayoría de las personas que veía a su paso. Su primera mirada se dirigía a los pies. “No lo puedo evitar”, explica.
En la versión de Fischer, la saga de los Dassler adquiere dimensiones shakespearianas. En una ocasión, relata, un joven que trabajaba para Adidas se enamoró de la hija de un alto ejecutivo de Puma. Contraer matrimonio implicaba una elección: la muchacha o su empleo. Escogió el amor. Tanto el enamorado como su padre no tuvieron más remedio que mudarse a Puma.
El padre nunca se recuperó, suspira Fischer. “Era mucho más que un cambio de empleo”, asevera. “Uno no se puede arrancar el corazón así”.
Frank Dassler, el nieto de Rudolf, recuerda que cuando era niño las personas que llegaban a su casa con algo de Adidas recibían inmediatamente la indumentaria “correcta”. “Crecí en una familia donde las tres rayas no eran permitidas”, afirma. “Jamás”.
Cuando Frank recibió la oferta para trabajar en Adidas, nunca había hablado con sus primos del otro lado del río. “Por supuesto, lo que hice fue radical”, señala de su opción laboral.
Frank Dassler, nieto del fundador de Puma, trabaja para Adidas. Ellen Jervell/The Wall Street Journal
Bjørn Gulden, presidente ejecutivo de Puma, también cambió de bando. Dice que su traslado quizás fue más sencillo porque no nació en el pueblo y, tras su paso por Adidas, trabajó 12 años para otra compañía. De todos modos, cuando se hizo público su nuevo cargo, ex colegas y amigos le preguntaron cómo era posible y por qué. “Por suerte, no estaban tan molestos”, afirma.
Gulden admite que bromea con sus amigos si los ve usando las tres rayas. Cuando sus hijos juegan fútbol, señala, en teoría pueden hacerlo con la ropa de Adidas, aunque “claro que juegan con prendas de Puma”, observa. “No son tontos”.
Hoy, ejecutivos de Adidas y Puma señalan que la guerra es cosa del pasado. Hacker, el alcalde, concuerda que la animosidad se ha desvanecido y señala que en 2009 las dos empresas jugaron fútbol en equipos mixtos por primera vez como un gesto de buena voluntad.
Hacker participó en el evento y usó un zapato de Puma y otro de Adidas. “Creo que podemos decir que ya no hay enemigos en esta ciudad”, sostiene el alcalde, quien creció en una familia de Puma. “Ahora es posible vestir ambas” marcas, asegura. “En mi caso, como alcalde, creo que hasta diría que es obligatorio”. Cuando está de vacaciones, el funcionario trata de alternar días de Adidas y Puma.
Cuando los padres del pueblo aprobaron los entrenamientos de fútbol conjuntos, el entrenador Kittler sintió alivio. “Es el último bastión por derrumbar”, indica.
A los niños poco les importa si están usando Puma o Adidas. “Estos chicos son parte de una nueva generación”, afirma Kittler. “Afortunadamente no piensan como nosotros lo hacíamos”.
Luego de un enfrentamiento de 70 años en Herzogenaurach hay señales de una tregua. Ellen Jervell/The Wall Street Journal
Fischer, el ejecutivo con tatuajes de Puma, también cree que la paz reina en Herzogenaurach, aunque teme que podría ser demasiado tarde.
Puma y Adidas perdieron tanto tiempo peleando entre ellos a fines de los años 70, reconoce, que no se dieron cuenta de la llegada de Nike Inc. NKE +0.19% Ahora, los dos fabricantes están por detrás del gigante estadounidense en ventas mundiales.
“Creo que ahora estamos más unidos contra Nike”, señala, frente a una fuente en el centro del pueblo en honor a la historia zapatera de Herzogenaurach. La fuente, construida en 2008, representa la paz, indica. En ella, cuatro niños juegan al tira y afloja. Los dos de un lado calzan Adidas, los del otro Puma.
No obstante, hay cosas que son difíciles de cambiar. “Todos creen que esto expresa que ahora somos amigos”, dice Fischer. “Pero conozco al artista, así que me aseguré de que los niños Puma tuvieran un poquito más de cuerda de su lado… Lo que significa que ganan”.
domingo, 18 de enero de 2015 12:06 EDT
http://lat.wsj.com/articles/SB12004256792565283529804580393600076200846?tesla=y
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