
Tras echar el cierre hace ocho años, el legendario Waldorf Astoria de Nueva York acaba de reabrir por completo sus puertas (en julio llegaron los primeros huéspedes y el 1 de septiembre se inauguraron los espacios para eventos), marcando el renacimiento de uno de los hoteles más emblemáticos de la ciudad tras una extensa renovación que ha costado más de 1.700 millones de euros. Y la gran incógnita: ¿volverán los diplomáticos a alojarse en sus lujosas habitaciones y a convertirlo en el centro de sus conspiraciones internacionales? A quién será difícil ver por allí será a Donald Trump, el presidente de Estados Unidos. No solo porque él tiene sus propios hoteles en la ciudad, además de varias residencias, sino también porque es uno de los firmes convencidos de que China espía en los pasillos del Waldord Astoria desde que se hizo con la propiedad allá por 2015.
Fue entonces cuando la aseguradora china Anbang compró la propiedad por alrededor de 1.700 millones de euros. Se convirtió en la transacción hotelera más cara de la historia y, a día de hoy, sigue ostentando el récord. Hilton vendió el mítico establecimiento, pero se aseguró su gestión del durante un siglo. Eso no evitó las teorías conspiratorias de quienes veían la mano negra del Partido Comunista chino tras la operación para espiar a las elites mundiales mientras dormían en Nueva York. Tampoco ayudó que la aseguradora fuera intervenida por el Gobierno de Pekín y todos sus activos, incluyendo el Waldorf Astoria, terminaran en manos de Dajia, un hólding público chino.
Ocho años después, el hotel vuelve a recobrar vida, aunque con un número mucho más reducido de habitaciones, ya que pasa de 1.400 a solo 375. ¿Por qué? No solo se han hecho mucho más grandes las suites de lujo, sino que, además, el espacio se ha ganado para construir un número similar de residencias de alto standing, así como un spa de casi 3.000 metros cuadrados y casi el doble de superficie destinada a salones para eventos y celebraciones. Los precios de las viviendas oscilan entre 1,8 millones y 70 millones, mientras que para alojarse una noche en el hotel, la tarifa parte de 1.700 euros.
Y no hay apertura con clase en Nueva York que no incluya propuesta gastronómica a la altura. En este caso, todo el protagonismo se lo lleva Lex Yard, un restaurante distribuido en dos plantas con un enfoque informal, aunque sin renunciar a una carta gourmet firmada por el chef Michael Anthony, que ya cuenta con estrella Michelin por su trabajo al frente de Gramercy Tavern, situado en el centro de Manhattan.
El nuevo proyecto no escatima en lujos contemporáneos, pero tampoco renuncia a su historia ni a su estilo art déco. El Waldorf Astoria original abrió sus puertas en 1893 entre la Quinta Avenida y la Calle 33, como resultado de la fusión de dos establecimientos construidos por primos rivales: William Waldorf Astor y John Jacob Astor IV. En 1931, se trasladó a su ubicación actual en Park Avenue, convirtiéndose en el hotel más grande del mundo en ese momento.
A lo largo de los años, ha sido escenario de eventos históricos, como las primeras audiencias del Senado sobre el hundimiento del Titanic en 1912. Además, ha alojado a todos los presidentes de Estados Unidos desde Herbert Hoover hasta Barack Obama y ha sido residencia de figuras clave en la historia cultural del país. Tampoco han faltado sonados escándalos en cada una de sus épocas. Por ejemplo, en 1968, la banda The Who fue expulsada del hotel por comportamiento inapropiado. Se rumorea también que John Warne, un magnate del acero, celebraba allí extravagantes timbas de póquer que duraban varios días y donde más de un millonario de la Gran Manzana perdió mucho más que la camisa.
Si por algo fue famoso, fue por ser el centro de reunión de la alta sociedad, que acudía allí para asistir a un baile imperial o a una fiesta con Marilyn Monroe o Elizabeth Taylor, que figuran en la interminable lista de huéspedes con pedigrí. Incluso se cuenta que los duques de Windsor llegaron a redecorar una planta entera del hotel a su gusto. El Waldorf Astoria no tenía competencia. Ahora, sin embargo, tendrá que compartir protagonismo con otros establecimientos de lujo y reivindicar su legado frente a marcas como The Ritz-Carlton, Carlyle, Four Seasons o Mandarin Oriental, que no han perdido el tiempo en sus esfuerzos por conquistar la Gran Manzana, la ciudad con más millonarios del mundo por metro cuadrado.