martes, 23 de septiembre de 2025

El coste oculto de la medicina antienvejecimiento que nos quiere vender Silicon Valley


Bryan Johnson, CEO de Blueprint e inversor tecnológico, junto a su hijo Talmage Johnson. 
(Cedida)



La industria de la longevidad está en pleno auge y promete extender nuestra vida indefinidamente, pero sus costosas intervenciones y falta de regulación esconden riesgos éticos, sociales y financieros



i pudieras, ¿pagarías por vivir para siempre? Algunos multimillonarios de Silicon Valley no solo crean productos tecnológicos, también han puesto sus mirada en la inmortalidad. Las redes sociales están inundadas de influencers que promocionan péptidos, polvos “funcionales” de hongos y otros trucos —a menudo sin base científica— que prometen maximizar tu esperanza de vida. Algunos incluso afirman revertir tu edad biológica.

La búsqueda de vivir más, parecer más joven o simplemente vivir la “mejor vida” se ha convertido en una industria en pleno auge, que abarca tratamientos tan diversos como baños de hielo, saunas, cámaras de crioterapia e incluso terapia de luz roja.

Pero tras gran parte del marketing y de las publicaciones en redes sociales hay intereses comerciales dispuestos a aprovecharse del miedo de la población al envejecimiento y a la muerte.


Nadie vive para siempre

La razón principal por la que los seres humanos no son inmortales radica en la evolución. Este proceso favorece los rasgos genéticos que promueven la reproducción exitosa y la adaptación, en lugar de aquellos que alargarían indefinidamente la vida individual.

Los antiguos griegos contaban historias aleccionadoras sobre la extensión de la vida. Quienes aspiraban a la inmortalidad a menudo pagaban un precio terrible. El mítico Ticio, por ejemplo, quedó condenado a envejecer sin cesar tras recibir la vida eterna sin la juventud perpetua.

Hoy en día, la industria de la longevidad cuenta con el respaldo de fondos de capital riesgo, inversores famosos y compañías farmacéuticas. Sin embargo, gran parte de estos fondos se destinan a productos y servicios con escasa o nula evidencia de que mejoren la salud o alarguen la esperanza de vida.

En su muy publicitada búsqueda de la extensión de la vida, el inversor de capital riesgo estadounidense Bryan Johnson gasta millones y se somete a pruebas médicas constantes con el objetivo imposible de no morir jamás. Su régimen incluye una dieta controladísima, cientos de suplementos diarios y estrictas rutinas de sueño y ejercicio. Incluso ha recibido transfusiones de plasma sanguíneo de su propio hijo.


Beneficio antes que evidencia

La innovación centra la industria de la longevidad, atrayendo a inversores de Silicon Valley dispuestos a hackear el proceso de envejecimiento. Sin embargo, pocas de estas innovaciones cuentan con evidencia de alta calidad.

Por ejemplo, la resonancia magnética de cuerpo entero se anuncia como un método para detectar cáncer y otras anomalías en fases tempranas. Sin embargo, no hay evidencia de que estas exploraciones mejoren los resultados de salud. Las facultades de medicina de todo el mundo no recomiendan la resonancia magnética de cuerpo entero en personas sanas.

Este tipo de pruebas puede dar lugar a “incidentalomas”, hallazgos inesperados que pueden generar procedimientos, gastos y ansiedad innecesarios. A pesar de presentarse como una alternativa disruptiva a la sanidad convencional, la industria de la longevidad depende del sistema sanitario para el seguimiento de pruebas, consultas especializadas e intervenciones, lo cual incrementa la presión sobre servicios médicos ya saturados.


Haz pruebas y lo descubrirás

A pesar del entusiasmo público por los test de detección, los expertos llevan tiempo advirtiendo de que más pruebas no siempre implican mejor salud.

Uno de los riesgos más claros es el sobrediagnóstico: detectar una anomalía o enfermedad que nunca impactará en la salud de la persona. Cuantas más pruebas se realicen, más hallazgos clínicamente irrelevantes surgirán, creando un ciclo autoalimentado. Esto puede derivar en procedimientos y pruebas adicionales innecesarios.
Longevidad frente a prevención

Los promotores de la longevidad afirman que sus servicios y productos forman parte de la medicina preventiva, al detectar enfermedades antes de que aparezcan y mantener a la gente más sana. Pero el movimiento de la longevidad difiere radicalmente del principio de prevención a gran escala.

La prevención en la medicina convencional se basa en medidas sencillas y avaladas, como las inmunizaciones y los cribados de cáncer en edades adecuadas. Sin embargo, no existe evidencia clara de que muchas de las pruebas y tratamientos exhaustivos que promociona la industria de la longevidad mejoren los resultados a largo plazo en personas sanas.

En realidad, solo suponen un gasto elevado, un consumo intensivo de recursos y pueden conducir a más pruebas innecesarias.


Por qué es importante

Al medicalizar el envejecimiento, el movimiento de la longevidad es un ejemplo clásico de fomento de enfermedades y corre el riesgo de incorporar la edad como estigma en el comercio cotidiano, patologiando el envejecimiento normal en lugar de aceptarlo como parte de la vida. Además, desvía la atención y los recursos de funciones sanitarias públicas esenciales que podrían mejorar la calidad de vida de millones de personas a medida que envejecemos con dignidad.

El bombo mediático en torno a muchas afirmaciones infundadas sobre longevidad distrae de lo que ya sabemos que funciona realmente: ejercicio regular, alimentación saludable, buen descanso, relaciones significativas y acceso justo a tratamientos médicos basados en la evidencia.