martes, 16 de noviembre de 2021

El medicamento es tres veces menos rentable que hace seis años


  • Solo el 7,9% de las terapias que comienzan la fase clínica llega al mercado



El negocio del medicamento no vive su mejor momento. A pesar de las ventas millonarias que se están viendo en 2021 con la vacuna contra el coronavirus, esta es solo la excepción de una regla que se está agravando en los últimos años. Comercializar hoy un nuevo fármaco es tres veces menos rentable que en 2014, cuando alcanzó la cota más alta de la última década (7,2%), según los datos que ofrece Farmaindustria. Con todo, el año 2020 no fue el más negro. Un año antes, la cifra de rentabilidad media era de 1,6%, casi un punto por debajo que la del ejercicio anterior (2,5%).

Las explicaciones a este fenómeno son varias y con responsables diferentes. Por un lado, los tratamientos que se investigan hoy son mucho más complejos que los que se hacían antaño. La síntesis química era mucho más rentable que el desarrollo de terapias biológicas y estás últimas no llegaban a los costes que tienen hoy algunas terapias génicas. A la vez, esta complejidad de los nuevos medicamentos exige también mayores ensayos clínicos, con más plazos y, en definitiva, más costes. Los datos son claros: la inversión en I+D se ha duplicado en la última década mientras que las ventas no son las de antaño.

Esto último también se explica por la personalización que se está llevando a cabo en la medicina. Antes, una terapia innovadora contra el colesterol lo tomaba un gran número de personas, mientras que ahora un producto oncológico para un subtipo específico de cáncer tiene muchos menos destinatarios. Por ello, aunque el precio de los medicamentos sea más elevado, las ventas totales provocan que no se superen las cifras de hace años.




n hay que sumar que la práctica totalidad de medicamentos que comienza a ensayarse en humanos no llega nunca a comercializarse. Los datos de la patronal de la industria farmacéutica revelan que solo el 7,9% de los medicamentos llega a venderse, un dato que además no es homogéneo si se analizan las áreas terapéuticas. En urología solo llega al mercado el 3,6% de las moléculas que se estudian, porcentaje similar para las ramas de cardiología (4,8%), oncología (5,3%) o neurología (5,9%). Las áreas en las que más productos están llegando a venderse son la hematología (23,9%), metabólicas (15,5%) o enfermedades infecciosas (13,2%). Hoy, en oncología, hay 2.740 medicamentos en algún punto del ensayo clínico. Según los datos de Farmaindustria, solo llegarán a los pacientes 137.

Todas estas trabas también hacen que se sucedan operaciones de compra en el sector. La aventura de llevar un medicamento al mercado y morir en el intento es algo que solo las grandes farmacéuticas se pueden permitir. Es por ello que muchas pequeñas empresas están siendo objeto de adquisición por parte de las multinacionales. Cuando una gran empresa divisa en su radar a una pequeña con una molécula o terapia muy prometedora, se llevan a cabo las compras para dotar de músculo económico a ese ensayo a cambio de potenciar la cartera de productos.

Soluciones

La falta de rentabilidad provoca que haya entre los expertos dos líneas de actuación que, por un lado, mejorarían las cuentas de los fármacos y, por otro, acortaría el tiempo en llegar a los pacientes. En el debe de la industria se encuentra mejorar sus sistemas de investigación y desarrollo para ser más eficientes en la producción de innovaciones terapéuticas. Cuando una compañía estima sus costes de desarrollo incluye una parte de las moléculas que se han caído por el camino por no demostrar la eficacia o seguridad necesaria. Para ello se están volcando en sistemas de inteligencia artificial, big data o computación para poder predecir mejor dónde se encuentra el fármaco que llegará a buen puerto entre toda su cartera de investigación básica.

Por otro lado, la pelota está en el tejado de la Administración. Se piensa que la fase regulatoria de un medicamento (aprobación de la agencia reguladora y financiación gubernamental) se demora en exceso. El tiempo que se pierde en colocar el medicamento en el mercado se le resta de la patente, por lo que la industria se encuentra presionada. Si los tiempos se reducen y hay más meses para explotar la propiedad intelectual, los precios podrían llegar a bajar.