La visibilidad ha caído hasta apenas 100 metros, por la contaminación Sajjad HUSSAIN/AFP
Respirar un día en Nueva Delhi equivale a fumar 21 cigarrillos, con la polución en niveles que superan en 50 veces las recomendaciones de la OMS
Nueva Delhi, la capital de la India, ha alcanzado hoy una contaminación del aire cercana a los 500 AQI, según las autoridades del país, una cifra que medidores independientes, como AQI.in elevan hasta 975: un nivel de polución que causa el daño equivalante a fumar 21.7 cigarrillos al día y un nivel 60 veces más alto que el que la OMS considera seguro.
La contaminación se ha convertido en una emergencia médica: la niebla, densa y tóxica, que envuelve la ciudad, donde viven 33 millones de personas, ha provocado que miles de personas hayan acudido al médico por picores en los ojos, dolores de garganta, tos seca, dificultades para respirar y dolores de cabeza. Los expertos estiman que más de un millón de personas mueren cada año en el país por enfermedades relacionadas con la contaminación.
El Gobierno ha cerrado los colegios, y las aerolíneas han tenido que suspender vuelos por baja visibilidad, mientras trenes y autobuses operan con retrasos.
Quemas agrícolas ilegales
Las autoridades han puesto en marcha el nivel 4 de un plan anticontaminación, el más estricto del protocolo nacional, que limita las actividades comerciales e industriales, y establece las clases online y el teletrabajo para evitar desplazamientos. Las autoridades también instaron a los niños, ancianos y otras personas con enfermedades crónicas o problemas respiratorios a evitar salir al exterior tanto como sea posible.
Cada año, con la llegada del invierno, la ciudad sufre la llegada de esta niebla tóxica, a medida que el aire frío atrapa el polvo, las emisiones y el humo de los incendios agrícolas ilegales, provocados por la quema de rastrojos tras la cosecha de arroz en los estados cercanos. Se estima que este año las quemas agrícolas ilegales han contribuido hasta en un 40% a la contaminación de Nueva Delhi.
XRP mantiene un proceso judicial con el regulador desde hace años
21Shares ha solicitado permiso para comercializar un ETF de XRP
Desde que Donald Trump ganó las elecciones en Estados Unidos hace casi dos semanas, un río de dinero ha entrado en criptomonedas. Aunque el bitcoin y su rally están en el foco por ser la principal 'cripto', dentro del grupo de las más valiosas hay subidas aún más espectaculares. XRP es el token de la compañía Ripple, que acumula una revalorización de casi el 130% desde los comicios. El activo también ha conseguido romper la barrera del dólar que perdió tras el ciclo alcista de 2021 y que le ha costado recuperar más de tres años.
Aunque XRP está siendo una de las grandes ganadoras recientes, la semana pasada se registró un nuevo récord de fondos que entraron en criptomonedas. En concreto, 6.000 millones de dólares de dinero fresco, según datos de Bank of America (BofA). Pese a que la euforia está sacudiendo a los activos digitales, llama la atención la subida vertical de XRP, cercana al 130% desde la cita electoral en Estados Unidos. Este incremento en apenas dos semanas solo es superado por las alzas acumuladas del ejercicio de cinco compañías del S&P 500. Entre ellas, Nvidia o Palantir.
La criptomoneda de Ripple es la sexta por valor de mercado y ha pasado de los 0,50 dólares el día antes de las elecciones a los 1,14 dólares. Ese ascenso cercano al 130% es muy superior al del bitcoin en el mismo periodo, del 36%. La victoria del republicano en las elecciones estadounidense ha impulsado a los activos digitales. Trump se ha convertido en un 'criptobro' desde su última legislatura y no ha escatimado en promesas en este ámbito. Ha asegurado que creará una reserva estratégica de bitcoins y que convertirá a Estados Unidos en la capital mundial de las criptomonedas.
Es cierto que es pronto para saber qué medidas acabarán materializando los republicanos, pero los expertos anticipan un contexto regulatorio más favorable. La empresa detrás de XRP mantiene una larga batalla en los tribunales con el regulador estadounidense, la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas en inglés). Un juzgado dictaminó que XRP no era un valor si se vendía a clientes minoristas a través de las plataformas de intercambio, pero la SEC recurrió la decisión y el proceso sigue abierto.
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca se asocia a una mayor desregulación. En el ámbito de los criptoactivos, donde no hay una normativa armonizada, se espera que se regule a favor de obra. De hecho, también se baraja la posibilidad de que pueda haber cambios en la cúpula de la SEC. El actual presidente del organismo, Gary Gensler, con un enfoque cauto hacia los activos digitales, podría dejar el puesto. Su mandato no acaba hasta el año 2026, pero es habitual que estos cargos renuncien si cambia el gobierno, algo que podría ocurrir también en esta ocasión.
Por el proceso judicial que tiene abierto, XRP podría ser una de las grandes beneficiadas si la regulación acaba situándose del lado de las criptomonedas.
Por otra parte, la firma 21Shares ha solicitado a la SEC la autorización para lanzar un fondo cotizado de XRP, según detalla la propia Ripple en su resumen de operaciones e hitos del tercer trimestre. Dicha entidad ya comercializa los ETF al contado de bitcoin y ether. De ser aprobado este producto, XRP podría beneficiarse de una mayor adopción institucional.
XRP es una criptomoneda que quiere facilitar las transacciones internacionales con activos digitales y dinero fiat, de forma que las transferencias e intercambios puedan hacerse mucho más rápido y con menos costes gracias a su token. Plantea una mejora respecto a los tiempos y costes que implica hacer lo mismo en el sistema financiero tradicional.
La inteligencia artificial de Osmo es capaz de detectar si una zapatilla es falsa con sólo olerla. En el futuro, podrá descubrir si tienes una enfermedad como el cáncer antes que ningún otro diagnóstico
"Quiero un tricorder", me dice Alex Wiltschko con entusiasmo en una entrevista por videoconferencia. Wiltschko, el fundador de la empresa de IA Osmo, se refiere al dispositivo portátil utilizado por la tripulación del Enterprise en su exploración del universo. En la serie de ciencia ficción, Spock y otros tripulantes usan el tricorder para descubrir todo lo que necesitan saber sobre un objeto simplemente poniéndolo cerca del mismo.
De hecho, Wiltschko y su equipo han creado una versión alfa del famoso dispositivo de Star Trek. Es más grande, sí, y no hace todo lo que hace un tricorder, pero el principio y funcionamiento es el mismo. Su equipo ha desarrollado una máquina del tamaño de una mochila equipada con un sensor olfativo que utiliza inteligencia artificial para analizar productos por las moléculas que desprende su composición química y distinguir unidades reales de falsificaciones con gran precisión.
Cuestión de moléculas
Todo tiene olor, aunque no lo notemos. Desde la ropa al cuerpo humano, los olores son simplemente moléculas que se desprenden de esos objetos y 'vuelan' hasta nuestras fosas nasales para decirnos cosas. Experimentas esto conscientemente y de forma clara cuando algo es nuevo y está cerca de tu nariz, como al oler un coche nuevo o unas zapatillas nuevas.
Pero, incluso si no lo notas, las moléculas siempre están ahí. Los perros y otros animales son mucho mejores detectando olores porque tienen órganos más refinados que el nuestro. Pero ahora, los humanos tenemos sensores electrónicos que pueden oler con la misma precisión que sus equivalentes biológicos.
Las zapatillas falsificadas, por ejemplo, huelen diferente de las originales. Las zapatillas auténticas y las falsificaciones difieren en los materiales, lo que se traduce en una composición química diferente. Hasta ahora, empresas como StockX han confiado en la inspección visual y en el olfato humano para discernir la autenticidad de cada unidad, un proceso que consume mucho tiempo y es extremadamente costoso. La tecnología de Osmo pretende simplificar este proceso automatizándolo con IA y sensores electrónicos.
Según Wiltschko, su equipo ha "entrenado una IA utilizando sensores de alta sensibilidad para distinguir esas diferencias moleculares". Ahora mismo, la máquina de Osmo tarda unos 20 segundos en distinguir lo auténtico de lo falso. Pronto, asegura, solo serán cinco. Y, con el tiempo, será casi instantáneo. Esta tecnología transformará la manera en que se realizan las verificaciones de autenticidad de productos en todas las industrias, desde la moda a la cosmética o la alimentación, ahorrando billones de euros en pérdidas, salvaguardando millones de puestos de trabajo y evitando posibles crisis médicas creadas por falsificadores. Según la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europe, “60.000 millones de euros se pierden cada año en toda la UE debido a la falsificación en 13 sectores económicos clave”.
La tecnología de Osmo se basa en años de trabajo de laboratorio con sensores de alta sensibilidad que, según describe Wiltschko, "tienen el tamaño de un lavavajillas". Estos sensores de alta precisión están diseñados para ser tan sensibles como el olfato de un perro, capaces de detectar las firmas químicas más tenues. "Operamos los sensores 24/7, recopilando constantemente datos sobre la composición química de todo, desde ciruelas y melocotones hasta productos manufacturados", explica Wiltschko.
Los datos recopilados forman la base del proceso de entrenamiento de su inteligencia artificial, y conforman una enciclopedia de alta resolución de diferentes olores ubicados en un sistema de coordenadas llamado el Mapa Principal de Olores (Principal Odor Map). Si estás familiarizado con la codificación de los colores en las imágenes digitales, funciona de manera similar. El color de un píxel corresponde a un lugar en un mapa RGB, un punto en un espacio tridimensional con coordenadas de rojo, verde y azul. En el Mapa Principal de Olores es igual, excepto que las coordenadas en ese espacio predicen cómo determinadas combinaciones de moléculas olerán en el mundo real. Esto, me dice Wilstscko, es su "salsa secreta" para hacer posible las pruebas en unidades portátiles con sensores de menor resolución, cuya sensibilidad es aproximadamente equivalente a la de la nariz humana.
Del laboratorio al gadget cotidiano
Hoy, el aparato de Wiltschko tiene el tamaño de una mochila, y no es tan mágico ni omnisciente como el tricorder de Star Trek. Pero él imagina que algún día podría ser del tamaño de una caja de cerillas y detectarlo todo, desde una sustancia tóxica en el aire de tu casa hasta la frescura de la comida en el frigorífico, una enfermedad que aún no se ha manifestado, como un tumor canceroso en el interior de tu cuerpo.
Wiltschko señala que, aunque los sensores portátiles son menos sensibles que los del laboratorio, los extensos datos recopilados con sus sensores de alta resolución hacen posible una detección de olores efectiva con maquinaria menos precisa. Esto funciona de forma similar a una IA para el escalado de imágenes, que es capaz de inferir el contenido de una imagen para crear una versión de mayor resolución basándose en miles de millones de imágenes de su modelo de entrenamiento. Esta adaptabilidad es crucial para aplicaciones en el mundo real, donde no es factible llevar una máquina del tamaño de un frigorífico en el bolsillo del pantalón.
Rohinton Mehta, vicepresidente senior de hardware y fabricación de Osmo, señala que la clave del proceso de identificación no es el olor que podemos percibir sino la composición química del objeto. "Muchas de las cosas que queremos observar y autentificar ni siquiera tienen un olor perceptible", dice Mehta. "Es más bien que intentamos analizar su composición química".
Mehta afirma que, en una reciente prueba piloto de la empresa con una importante compañía de reventa de zapatillas, lograron una tasa de éxito superior al 95% en la diferenciación de zapatillas falsas y originales. Los sensores de Osmo fueron más precisos que los humanos y, en algunos casos, la IA detectó falsificaciones que la propia compañía de zapatillas no había identificado inicialmente.
Por ahora, el método solo funciona para productos de gran volumen, no para objetos muy raros de los que solo se han fabricado tres o cuatro unidades, apunta Mehta. Esto se debe a que, como explica Wiltschko, su IA aprende usando datos. Para que aprenda el olor de un nuevo modelo específico de zapatilla, se necesitan unas 10 unidades auténticas. A veces, la firma del olor es tan tenue que necesita 50 zapatillas auténticas para aprender a reconocer el nuevo modelo.
Wiltschko imagina un futuro en el que el sistema no solo certifique productos una vez estén en el mercado, sino que prevenga activamente la falsificación desde el origen. El laboratorio de Osmo no solo huele objetos fabricados por otros, sino que también crea nuevos aromas internamente usando los mismos sistemas de IA y robótica. Aromas que pueden incorporarse como sellos de certificación a cualquier producto.
Los científicos de la empresa demostraron cómo funciona esto de una forma muy práctica y curiosa durante un experimento que llamaron el Proyecto de Teletransportación de Olores. Capturaron un aroma usando cromatografía de gases-espectrometría de masas (GCMS), que descompone sus componentes moleculares y sube los datos a la nube. Estos datos capturados se convirtieron en una coordenada en el Mapa Principal de Olores de Osmo. Una vez mapeado, un robot formulador en otro lugar recibe las coordenadas, que son instrucciones precisas para mezclar diferentes elementos según la receta del aroma, recreando efectivamente el olor original en el mundo real.
Usando esta misma tecnología de fabricación de olores, Wiltschko imagina incrustar moléculas inodoras directamente en productos como identificadores únicos, creando una firma invisible que los falsificadores no podrían detectar ni replicar. Piensa en esto como un sello invisible de autenticidad. Osmo está desarrollando estos marcadores únicos para ser integrados en materiales como el pegamento o incluso en el propio tejido, proporcionando un indicador de autenticidad encubierto pero inconfundible.
Un mercado de billones de euros
Esto es una gran oportunidad económica, como apuntaba antes. Como me cuenta Wiltschko, sólo la industria del deporte es un mercado de miles de millones de dólares. Nike, por ejemplo, tuvo ingresos de 60.000 millones de dólares el año pasado. Sin embargo, hay otros 20.000 millones de dólares en productos Nike falsos que podrían ser reales. Aún así, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos incautó el año pasado bienes falsificados valorados en apenas 1.000 millones de dólares. Una cifra ridícula que no sólo es de Nike o la industria del deporte, pero de todos los sectores manufactureros combinados. Claramente, esta tecnología de olores podría convertirse en un arma crucial para luchar contra las falsificaciones, particularmente en los casos más difíciles donde los métodos convencionales.
Wiltschko ve este sistema como parte de una estrategia más amplia para digitalizar el sentido del olfato, un concepto en el que comenzó a trabajar en Google Research. La base del sistema radica en un concepto llamado Relación Estructura-Olor (SOR en inglés). SOR trata de predecir cómo olerá una molécula basándose en su estructura química, y la clave para resolver esto fue el uso de redes neuronales.
Estos avanzados algoritmos de aprendizaje automático permitieron al equipo de Wiltschko construir un mapa de olores complejo, capaz de interpretar y predecir aromas de una manera que los ordenadores pudieran entender. "Creamos nuevas moléculas que nadie había olido antes y las predecimos con una precisión sobrehumana", afirma Wiltschko. Aquí es donde los datos de entrenamiento de los sensores de alta resolución del laboratorio son cruciales. "Aplicamos las lecciones aprendidas con datos de referencia perfectos en el laboratorio a nuestros modelos portátiles", explica Wiltschko.
Más allá de las falsificaciones, la tecnología de Osmo tiene un potencial revolucionario en salud y seguridad. Wiltschko me cuenta cómo se podrían usar los sensores portátiles para la seguridad del hogar, como la detección de químicos tóxicos en el aire o la identificación de gases dañinos que podrían estar presentes en una cocina o un garaje. Ahora mismo contamos con detectores rudimentarios de monóxido de carbono, pero existen muchísimas más moléculas que los sensores modernos pueden registrar. Y, según él, hay una cantidad inmensa de nuevos sensores y estudios que aún no han llegado al mercado, muchos de ellos motivos de premios Nobel de química. Estos avances llevarán el poder de la detección de olores ambiental a los hogares, proporcionando a las familias herramientas para monitorizar y gestionar la seguridad de sus entornos.
El potencial médico de esta tecnología es igualmente transformador. Wiltschko imagina que el sistema podría usarse para detectar enfermedades de manera temprana, como el cáncer, la diabetes o incluso condiciones neurológicas como el Parkinson, analizando los sutiles cambios en el olor corporal que a menudo preceden a los síntomas graves. "El olfato humano puede detectar algunos de estos cambios, como cuando una persona querida está enferma, pero estamos trabajando en un sistema que pueda cuantificar y analizar esos cambios mucho antes y con mucha más precisión", explica Wiltschko.
No quiere dar fechas para cuando veremos estas herramientas de diagnóstico, me cuenta. Primero los científicos tendrán que identificar cuáles son los marcadores moleculares que el olor debe tener para que la máquina pueda detectar distintas enfermedades, apunta, pero su empresa ya está trabajando con investigadores del sector médico. Queda un largo camino por recorrer pero las implicaciones para la atención preventiva de la salud son tan revolucionarias como obvias, permitiendo potencialmente diagnósticos más tempranos y mejores resultados para los pacientes, ahorrando también billones de euros a nivel global.
A pesar de comenzar con algo tan mundano y pequeño como unas zapatillas de deporte, el objetivo es todo menos eso. Su sueño sigue siendo el tricorder. En el futuro, sí, pero está convencido de que llegaremos antes de lo que pensamos.
Hoy en día, se estima que se escanean unos 10.000 millones de códigos de barras a diario en todo el mundo.
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Láseres. Eso es lo que necesita el personal del supermercado, insistió Paul McEnroe. Escáneres en las cajas y pequeñas pistolas láser con forma de pistola.
¡Apunta, dispara y vende!
En 1969, se trataba de una visión extravagante del futuro: estos láseres escanearían unas extrañas marcas en blanco y negro en los productos que McEnroe y sus colegas de IBM habían diseñado.
Se entusiasmó y dijo que acelerarían las filas en los supermercados.
La solución se conocería más tarde como código de barras.
En ese momento de la historia, los códigos de barras nunca se habían utilizado comercialmente, aunque la idea llevaba décadas gestándose tras una patente presentada el 20 de octubre de 1949 por un ingeniero que pasó a formar parte del equipo de McEnroe.
Los expertos de IBM estaban tratando de hacer realidad los códigos de barras.
Tenían una visión del futuro en el que los compradores pasarían rápidamente por la caja registradora con láseres que escanearían cada artículo que quisieran comprar.
Pero los abogados de IBM tenían un problema con el futuro.
"De ninguna manera", dijeron, según cuenta McEnroe, un ingeniero ahora retirado.
Le temían a "un suicidio con láser".
¿Qué pasaría si la gente se lesionara los ojos intencionalmente con los escáneres y luego demandara a IBM?
¿O si el personal del supermercado se quedara ciego?
No, no, se trataba de un simple rayo láser de medio milivatio, trató de explicar McEnroe. Había 12.000 veces más energía en una bombilla de 60 vatios.
Sus súplicas cayeron en oídos sordos, así que recurrió a un puñado de monos Rhesus importados de África.
Después de que las pruebas en un laboratorio cercano demostraran que la exposición al minúsculo láser no dañaba los ojos de los animales, los abogados cedieron.
Y así fue como el escaneo de códigos de barras se volvió algo común en los supermercados del mundo entero.
Además de los monos, cada miembro humano del equipo de McEnroe en IBM también merece crédito por el Código Universal de Producto (UPC), como se conoció formalmente a su versión del código de barras.
Entre ellos, Joe Woodland, quien ideó el concepto inicial de los códigos de barras décadas antes, después de dibujar líneas en la arena de una playa.
Crucialmente, George Laurer y otros miembros del equipo de IBM tomaron esta propuesta preexistente de estilo código de barras y la desarrollaron hasta convertirla en un rectángulo ordenado de líneas verticales negras que corresponden a un número que puede identificar de manera única cualquier artículo de supermercado imaginable.
La industria de la alimentación adoptó formalmente el UPC en 1973 y el primer producto que lo llevaba fue escaneado en el supermercado Marsh de Ohio en 1974.
A partir de ahí, conquistó el planeta.
Pronto aparecieron otros tipos de códigos de barras y el UPC sentó las bases de los llamados "códigos de barras 2D", como los códigos QR, que pueden codificar aún más información.
Pero la historia de estas pequeñas marcas en blanco y negro es mucho más alocada y accidentada de lo que uno podría imaginar.
Midiendo el espacio
Incluso se podría argumentar que todo empezó con la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
"Escaneaba cosas para la CIA", explica McEnroe. "Mapas enormes".
Fue uno de sus primeros trabajos en IBM, y lo preparó para trabajar en una tecnología completamente nueva, pero relacionada, que revolucionaría la industria minorista.
McEnroe sabía que las filas de pago en las tiendas avanzarían mucho más rápido si el personal pudiera escanear los productos en una computadora en lugar de tener que leer los precios estampados en cada artículo y luego procesar la venta manualmente.
Para ser aceptado, un sistema de escaneo de códigos de este tipo tendría que funcionar todo el tiempo y leer el código correctamente incluso si el producto se pasara por el escáner a velocidades de hasta 2,5 metros por segundo.
El equipo de IBM se puso a trabajar basándose en el diseño patentado por Woodland y su colega, pero con una diferencia importante: el enfoque original se basaba en la lectura del grosor de las líneas negras.
El equipo de IBM descubrió que era más fácil basar el proceso de escaneo no en la medición del grosor de esas líneas verticales, sino en la distancia entre el borde de una línea y el de la contigua.
En decir, el espacio entre las líneas, que era más reflectante y más fácil de detectar por el escáner.
De esa manera, no importaba si la impresora de etiquetas dibujaba líneas más gruesas de lo previsto: el escaneo seguiría funcionando, prácticamente siempre.
La encarnación del mal
McEnroe subraya que el lanzamiento de la tecnología de códigos de barras UPC no estuvo exento de polémica.
"Nuestra primera tienda no llegó a abrir", recuerda.
Había gente fuera protestando porque los precios ya no se estamparían en cada producto, sino sólo en los estantes donde se colocaban.
Algunos sindicatos de la época pensaban –en definitiva con razón– que la tecnología de escaneo amenazaba puestos de trabajo en los supermercados.
También existía la preocupación de que los códigos de barras pudieran utilizarse para ocultar los precios.
Estas reticencias se disiparon pronto, pero los códigos de barras siempre siguieron inquietando a algunas personas.
Para unos pocos fanáticos, no son nada menos que el mal.
En 2023, Jordan Frith, profesor de comunicación en la Universidad de Clemson en Carolina del Sur, publicó un libro sobre la historia de los códigos de barras.
Durante su investigación, encontró un artículo de 1975 en una publicación llamada Gospel Call que señalaba que los códigos de barras podrían ser "la Marca de la Bestia", una referencia a una profecía bíblica del Libro del Apocalipsis sobre el fin del mundo.
El pasaje del Nuevo Testamento se refiere a una bestia, a veces interpretada como el Anticristo, que obliga a todas las personas a ser marcadas en la mano derecha o en la frente.
En la profecía, solo aquellos que aceptan tal marca pueden comprar o vender.
El artículo de 1975 indicaba que, con el tiempo, los códigos de barras serían "tatuados con láser" en la frente o el dorso de la mano de todos, listos para ser presentados en las cajas de los supermercados.
Aunque parezca extraña, la idea ha demostrado ser sorprendentemente pegadiza.
Un libro de 1982 titulado The New Money System ("El nuevo sistema monetario"), de la escritora evangélica Mary Stewart Relfe, popularizó aún más la supuesta conexión, afirmando que el número 666 estaba "oculto" entre las líneas de los extremos y del medio de cada código de barras.
De hecho, estas "líneas de protección", como se las conoce, sirven como punto de referencia para ayudar al escáner láser a identificar el inicio y el final de cada secuencia UPC.
Laurer, del equipo de IBM, considerado coinventor del UPC, insistió más tarde en que no había nada siniestro en esto y que el parecido con el patrón utilizado para codificar el número seis era una coincidencia.
Pero esta extraña teoría todavía se puede encontrar en algunos rincones de internet.
Algunos incluso toman medidas extremas para evitar los códigos de barras, incluidos los miembros de un grupo cristiano ortodoxo ruso conocido como Viejos Creyentes.
Una de ellos, Agafia Lykov, le dijo a los periodistas de la revista Vice en 2013 que los códigos de barras eran "el sello del Anticristo".
Agregó que si le daban algo con un código de barras, sacaba el contenido y quemaba el paquete.
En 2014, una empresa láctea rusa explicó en su sitio web por qué había una cruz roja impresa sobre los códigos de barras de sus envases de leche.
Como es "bien sabido", decía la declaración, los códigos de barras son la Marca de la Bestia. La declaración ha sido eliminada.
Distópicos
"Resulta un tanto extraño imaginar a un grupo de ejecutivos de supermercados liderando el camino hacia el apocalipsis", dice Frith.
Sin embargo, se podría decir que los códigos de barras tienen un dejo distópico.
Para algunos, se han convertido en símbolos del capitalismo en su forma más fría.
También suelen aparecer en secuencias escalofriantes en las películas.
En "Terminator" nos enteramos de que los prisioneros de robots asesinos en un futuro apocalíptico reciben marcas de código de barras en sus brazos para su identificación.
"Esto se graba mediante un escáner láser", le explica el protagonista Kyle Reese, que viaja en el tiempo, a una aterrorizada Sarah Connor.
"A algunos de nosotros nos mantuvieron con vida para trabajar, cargando cadáveres".
La marca de código de barras, en este contexto, tiene ecos de los números tatuados en los brazos de los prisioneros de los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
En la vida real, a veces se han usado de forma maliciosa, especialmente cuando se trata de códigos QR, que en lugar de utilizar líneas verticales consisten en constelaciones de pequeños cuadrados blancos y negros en un patrón que se puede leer con las cámaras de los teléfonos inteligentes.
Debido a que, por ejemplo, escanear un código QR con el teléfono puede dirigir el dispositivo a un sitio web malicioso, los piratas informáticos han utilizado códigos QR en ocasiones.
Ubicuos
A pesar de algunos usos nefastos de los códigos de barras y de las afirmaciones extravagantes de que representan la Marca de la Bestia, esta tecnología se utiliza hoy en día en miles de procesos industriales y comerciales en todo el mundo.
Se estima que se escanean unos 10.000 millones de códigos de barras a nivel global todos los días, según GS1, la organización que supervisa los estándares de los códigos UPC y QR.
Y como ayudan a los minoristas realizar un seguimiento de enormes inventarios de productos, permiten operar negocios gigantes con relativamente poco personal.
Erin Temmen, gerente de cuentas de la empresa de etiquetado Electronic Imaging Materials, concuerda.
Su compañía, como otras del sector, produce etiquetas de código de barras que funcionan prácticamente en cualquier entorno.
Esto incluye, por ejemplo, etiquetas resistentes al frío que no se caen de los equipos llenos de nitrógeno líquido y etiquetas resistentes a los productos químicos que conservan el código incluso si se salpican con sustancias nocivas en un laboratorio.
También produce etiquetas de código de barras más reflectantes, para aumentar la distancia de escaneo hasta 14 metros, lo que las hace detectables incluso si un artículo está en lo alto de un estante.
Esa versatilidad es un indicio de la amplia variedad de contextos en los que se utilizan realmente los códigos de barras.
Han ayudado a rastrear el comportamiento y el movimiento de las abejas y los pájaros cantores, han marcado óvulos y embriones en clínicas de fertilidad para evitar confusiones y se han colocado en lápidas para dirigir a los visitantes a los monumentos en línea para los fallecidos.
El ejército estadounidense los utiliza para controlar la asistencia y la formación del personal. Una universidad de Arabia Saudita, para registrar la asistencia de los estudiantes a las clases.
Los códigos de barras han ido al espacio.
En la Estación Espacial Internacional se usan para registrar la ingesta de alimentos y bebidas de los astronautas, así como para identificar sus muestras de sangre, saliva y orina.
En la Tierra, los hospitales utilizan sistemas de códigos de barras para rastrear muestras de sangre, medicamentos y dispositivos médicos como prótesis de cadera.
La identificación asistida por máquina puede ayudar al personal a garantizar que los médicos administren el medicamento correcto al paciente correcto, por ejemplo.
"Hablo con médicos y miembros del personal de los hospitales responsables de la gestión de inventarios y todos ellos afirman que han obtenido beneficios", afirma la profesora Valentina Lichtner, de la Universidad de Leeds, quien investiga el impacto de los sistemas de seguimiento de códigos de barras en los entornos sanitarios.
Nada de esto habría sido posible sin las líneas trazadas por Woodland en la arena y el trabajo de McEnroe y su equipo en IBM.
Frith cree que la tecnología aparentemente simple del código de barras tradicional probablemente se mantendrá durante mucho tiempo.
A pesar de estar en todas partes, "la mayor prueba de su éxito", afirma Frith, "es que nunca pensamos en ellos".
* Si quieres leer la nota original en BBC Future, haz clic aquí