Un operador pasa por delante de una pantalla con la cotización de Nvidia, en la Bolsa de Nueva York.
BRENDAN MCDERMID (REUTERS)
La explosión de Oracle, último ejemplo de cómo la tecnología ha cambiado las reglas de la inversión: las estratosféricas valoraciones se ven compensadas con la apuesta ilimitada de las tecnológicas
La capacidad de desarrollar máquinas capaces de debatir argumentos o componer canciones es un cambio tecnológico cuya evolución futura es difícil de calibrar hoy por hoy. Aunque los científicos llevan décadas trabajando en el aprendizaje automático, el lanzamiento de ChatGPT a finales de 2022 fue el pistoletazo de salida para una carrera por desarrollar modelos más avanzados, en la que la fiebre inversora, el gasto masivo en centros de datos y las mejoras tecnológicas se alimentan entre sí.
La IA ha cambiado las reglas de la inversión, y el mejor ejemplo llegó la semana pasada. Oracle, el gigante del software especializado en bases de datos aumentó su valor de mercado en 240.000 millones de euros en cuestión de minutos después de anunciar contratos para computación en la nube ligados a la IA que reportarán 400.000 millones de euros. De repente, y pillando a contrapié a las decenas de analistas que siguen la empresa (que se apresuraron a recalcular sus previsiones), la empresa se coló en la carrera por la IA, su valoración quedó a un paso del billón de dólares y Larry Ellison pasó a ser el hombre más rico del mundo.
En el epicentro del terremoto está otra empresa estadounidense, Nvidia, suministradora de la infraestructura clave, los chips diseñados para el tipo de computación que exige el entrenamiento de modelos de IA. Fue la primera empresa de la historia en valer tres billones dólares, y también la primera en valer cuatro, cuando en septiembre de 2022 estaba en 300.000 millones. Al igual que representa la euforia por la IA, Nvidia representa también el riesgo de burbuja, pues rara es la revolución tecnológica —desde el ferrocarril a internet— que no viene acompañada de una fiebre financiera. Pero de momento el idilio de los inversores con la empresa y, por extensión, con la tecnología, parece a prueba de desengaños.
“Tras una de las recuperaciones más rápidas en la historia existe una creciente preocupación de que la IA se encuentre en una burbuja insostenible”, explicaba Bank of America poco antes de que publicara sus resultados trimestrales, “cualquier indicio de ralentización en el gasto en IA podría avivar aún más las preocupaciones sobre la burbuja”. Hubo señales de ralentización (el negocio en centros de datos quedó algo por debajo de lo esperado) que el mercado, a grandes rasgos, obvió. Uno de los grandes debates del mercado en 2025,y el único en el que Donald Trump es un elemento secundario, sigue pendiente de resolución.

En la encuesta mensual de gestores de fondos de Bank of America correspondiente a julio, el temor a una burbuja en inteligencia artificial no era el riesgo extremo (tail risk) más citado por los profesionales (están por delante una recesión global por los aranceles o un rebrote inflacionista), pero sí el que más crecía. Tras una ronda de contactos con grandes inversores, el estratega de UBS Andrew Garthwaite indicaba (el mes pasado) que prácticamente todos preguntan al respecto. Y, a título anecdótico, las búsquedas en Google de la expresión “AI bubble” fueron en agosto seis veces superiores a las registradas en junio.
Las señales de alerta han saltado algunas veces. En febrero irrumpió DeepSeek, el modelo de IA chino capaz de mirar de tú a tú a los gigantes de Silicon Valley con una inversión menor. La guerra arancelaria se ha librado, también, en el terreno de los chips. Este verano, el MIT (organismo de investigación ligado a la Universidad de Harvard) publicó un estudio indicando que el 95% de los proyectos empresariales de IA pierden dinero, y el lanzamiento de ChatGPT 5 no ha sido todo lo brillante que el mercado esperaba. “Los inversores más agresivos están listos para abalanzarse ante los primeros indicios que sugieren que el auge de la IA ha terminado, o que simplemente se ha exagerado. El verano les brindó varias oportunidades”, explica Deutsche Bank, que cita la creciente exigencia de resultados. La cara visible de la explosión de la IA, Sam Altman, fundador de ChatGPT, también manifestó que es posible que se esté inflando una burbuja en el sector. Pero las cotizaciones siguen en zona de máximos.
Valoraciones y un poco de hemeroteca
En todo caso, si hubiera una burbuja, no estaría construida sobre la nada sino sobre una apuesta decidida y masiva de las otras grandes tecnológicas. Las cifras son mareantes: Meta, Alphabet, Microsoft y Amazon prevén inversiones de capital de 300.000 millones solo este año, un esfuerzo posible porque estas empresas son unas máquinas de ganar dinero como el ser humano nunca ha conocido. Así, Nvidia cerrará 2025, según las previsiones, con ventas de 112.000 millones, el doble que un 2024 cuando ya duplicó ingresos. Se espera que los vuelva a duplicar de aquí a 2027. Similar tendencia anticipan los analistas para los beneficios. Cotiza cara, pero porque espera crecer sin freno. “Las valoraciones siguen pareciendo más moderadas que en el apogeo de la burbuja puntocom”, añade Deutsche. “En esta ocasión, hay menos acciones directamente afectadas por el auge y, en general, tienen modelos de negocio mucho más consolidados, bases de clientes más antiguas y niveles de deuda más bajos”.
UBS hace una distinción similar sobre aquellas firmas que perdían dinero, aunque la entidad es más cauta: “El dilema actual es la evolución del flujo de caja desde niveles ya elevados. Las valoraciones infladas dejan poco margen para decepciones”. Y fija tres cautelas clave: la primera, si la IA dará los retornos que promete: “Muchos de los casos de uso son promesas de futuro, no oportunidades de ingresos reales”. La segunda, que la política de estos Google, Amazon, Microsoft y Meta (los llamados hiperescaladores) es intrínsecamente incierta, sobre todo en la medida en que esos casos usos de la IA están por definir (y este negocio no es la clave del beneficio de estas firmas). Finalmente, la entidad recuerda la paradoja Blackberry: una ventaja competitiva actual no se puede extrapolar al futuro. “DeepSeek destacó a principios de año que China se encuentra en una posición sólida para alterar el dominio tecnológico de EE UU. Aunque todavía se encuentra en niveles absolutos mucho más bajos”, explica.
Los analistas de Citi, no obstante, abrazan el tecno optimismo: “El mercado está subestimando el ritmo de aceleración que se avecina. Los ingresos por IA crecerán un 80% anual en cinco años, hasta alcanzar los 670.000 millones de euros en 2030”. El banco considera que los tres usos actuales de la IA (atención al cliente, programación y obtención de información) supondrán un ahorro anual a las empresas de 200.000 millones. Según Goldman Sachs, la inversión en centros de datos, de la que se nutre Nvidia, se está acelerando, y no desacelerando. Pero también lanza su propia alerta: “La proliferación de la IA empresarial no alcanza el nivel de gasto en infraestructuras. A pesar de que los casos de uso se están extendiendo, no parece que el gasto vaya a seguir el ritmo del acelerado gasto en infraestructura de IA a corto plazo”. El premio Nobel de Economía Daron Acemoglu también alertó este año del riesgo de que la inversión en esta tecnología no obtenga el rendimiento esperado.

Deutsche resume estas discrepancias: “Las previsiones sobre los efectos económicos de la IA han tendido hacia los extremos. Algunas han sido apocalípticas, basándose en aumentos específicos de productividad del 15% al 30%. Otras han sugerido que ‘no hay nada que ver aquí”. Oracle puede dar más carrete al optimismo: en la conferencia de analistas posterior a los resultados, Larry Ellison se centró en la llamada “inferencia de IA”, el proceso de utilizar un modelo ya entrenado para obtener información a partir de las bases de datos de los clientes de Oracle.
En todo caso, de momento manda el dinero. Y los gigantes tecnológicos, que compiten entre sí por ser los líderes, no expresan dudas. Como apuntó Sundar Pichai, CEO de Alphabet, “el riesgo de invertir menos de lo necesario es mucho mayor que el riesgo de invertir más de lo necesario”. Tom Riley, responsable de inversión temática de la gestora de fondos de Axa, explica que estas tecnológicas no están construyendo una infraestructura ad hoc para determinados usos, sino una tecnología de propósito general, de ahí la escala masiva. “Esta construcción ahora está respaldada no solo por proveedores de IA, como Open AI, que entrenan sus modelos, sino también por la demanda cada vez mayor de los usuarios. Es una situación más saludable”, añade. La mayoría de los ingresos de Nvidia procede de un puñado de clientes. El 40%, solo de dos de ellos.
El punto en que una subida se convierte en una burbuja siempre será difuso, y como mucho se puede apreciar a posteriori. Pero, a diferencia de otros procesos, esta burbuja tiene un combustible casi inagotable en las inversiones de los hiperescaladores… Siempre que mantengan su fe, y de momento parecen dispuestos a hacerlo incluso aunque tiren por el camino un dinero que, por otro lado, les sobra. En una carrera de armamentos (entre empresas, pero también entre países) no se busca la rentabilidad, sino la victoria. Una lógica más difícil de desmontar, pero que también contribuye, o contribuirá, a llevar las valoraciones de los activos más allá de lo que sea razonable, como ha ocurrido en todas, o casi todas, las revoluciones tecnológicas. En el mercado, la duda no suele ser el qué, sino el cuándo.
Nuño Rodrigo
Madrid - 15 SEPT 2025 - 05:25 CEST
https://cincodias.elpais.com/mercados-financieros/2025-09-15/especulacion-revolucion-o-carrera-de-armamentos-el-gran-debate-del-mercado-sobre-el-futuro-de-la-ia-sigue-sin-resolverse.html