Las últimas encuestas reflejan la incapacidad de los demócratas para repetir los votos que les dieron el control político de Washington.
Las campañas electorales en Estados Unidos —no solo desde el inolvidable fontanero de Ohio— suelen producir momentos, conversaciones, anécdotas que sirven para ilustrar su complicado trasfondo político. Ante las legislativas del próximo martes, ese destello de condensación puede que haya ocurrido el pasado 20 de septiembre durante un encuentro del presidente Obama con votantes, auspiciado por el canal CNBC y sin que faltasen preguntas de la audiencia.
Una señora negra, ex militar y madre de familia fue la primera en tomar la palabra con un tono respetuoso pero firme: «Sinceramente, estoy agotada. Agotada de defenderle, defender a su gobierno, defender el cambio por el que voté, y profundamente desilusionada por donde nos encontramos ahora. Me dijeron que votaba por un hombre que iba a cambiar las cosas de forma sustancial para la clase media. Yo soy una de esas personas. Y estoy esperando, señor presidente. Estoy esperando».
La «señora exhausta»
Ese mezcla de enojo y desilusión aquilatado por la conocida como «señora exhausta» se está viendo reflejada en las encuestas y análisis electorales que los medios de Estados Unidos publican en la recta final de los comicios legislativos previstos para el 2 de noviembre. Con sobradas evidencias de que el Partido Demócrata será incapaz de sumar otra vez todos los votos que llevaron a Obama hasta la Casa Blanca en 2008 o permitieron en el año 2006 acabar con las mayorías republicanas en ambas Cámaras del Congreso.
Según el detallado sondeo elaborado para el «New York Times» y la cadena CBS, los conservadores han sido capaces en esta campaña de eliminar la ventaja que tenían los demócratas entre mujeres, católicos, los de menores ingresos y los independientes. Los mismos bloques de votantes decisivos que hicieron posible el monopolio político del partido de Obama en Washington, ahora con fecha de caducidad. En términos genéricos, un 46 por ciento de los votantes se declara dispuestos a votar a los republicanos y un 40 por ciento a favor de los demócratas.
Como confirmación de las frustraciones y dudas acumuladas por la opinión pública de Estados Unidos en estos dos años, un 57 por ciento de los votantes registrados están preparados para asumir el riesgo de votar a un candidato con poca experiencia política. Y más de un 25 por ciento no tendrían reparos en respaldar a aspirantes políticos con puntos de vista que puedan parecer extremos. Números que explican el auge de alternativas como el «Tea Party» en este ciclo electoral.
Desconfianza económica
En el capítulo económico, cuestión central en estas elecciones, los republicanos han conseguido también superar la tradicional ventaja de los demócratas como el partido con mayor capacidad para crear trabajo. Una percepción —ante una tasa de desempleo cercana al 10%— en la que los conservadores han conseguido empatar, además de fomentar todavía mayor confianza en cuanto al control del disparado déficit federal.
Este ambiente tóxico para cualquier partido en el poder también se ve reflejado en una profunda falta de confianza en las instituciones. Según el sondeo Times/CBS, una plusmarca del 76 por ciento rechaza la gestión del Congreso. Y el respaldo al presidente Obama se encuentra limitado a un 43 por ciento de votantes registrados. El mismo nivel que tenía Bill Clinton en las elecciones legislativas de 1994, cuando los republicanos fueron capaces de conquistar las dos Cámaras federales.
Según afirmaba ayer en portada el «Washington Post», para explicar la situación del electorado estadounidense en estos momentos hay que emplear palabras tales como «enfado, miedo, preocupación, nerviosismo, decepción, ansiedad y desilusión». Con la certeza de que el impacto se sentirá el próximo martes: «Los republicanos están emplazados a cosechar los beneficios de la enorme insatisfacción con el “status quo”. Cuán profundo y amplio es algo que deben decidir los votantes, pero hay poca duda de que el resultado cambiará el equilibrio de poderes en Washington».
Por PEDRO RODRÍGUEZ abc.es internacional
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