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Petróleo, los cambios geopolíticos en el mundo árabe y la influencia de internet han marcado el principio del fin del que durante años fue, junto al egipcio Hosni Mubarak, uno de los grandes aliados de los países occidentales en el avispero de Oriente Medio.
En cuatro décadas en el poder, el nombre de Muamar Gadafi ha estado ligado a torturas y asesinatos de opositores o al terrorismo islamista. Al régimen libio se le ha acusado de ser el responsable de la explosión de un avión lleno de pasajeros en Lockerbie (Escocia, 1988), además de apoyar a grupos como el IRA, las FARC o ETA.
Reconocidos terroristas internacionales como Carlos el chacal sabían que siempre podían contar con capital libio para sus proyectos. Sin embargo, nunca hasta ahora la presión internacional sobre el dictador norteafricano había sido tan fuerte.
Entonces, si en 42 años nadie querido acabar con el que a su llegada al poder en 1969 fue considerado el Che Guevara africano, poco después definido por Ronald Reagan como “el perro loco Oriente Medio” y al que José María Aznar calificó hace un par de meses como “amigo extravagante de Occidente”, ¿por qué la OTAN le han entrado las prisas ahora?
Aquí te damos las claves de la escalada de violencia en Libia:
Energéticas: Petróleo, un botín demasiado valioso
En noviembre de 2007, en cable del Departamento de Estado estadounidense advertía una preocupante escalada nacionalista en Libia “que podría poner en peligro la explotación de las enormes reservas de petróleo y gas”.
Según este documento, aireado por Wikileaks el año pasado, Muamar el Gadafi pretendía nacionalizar el petróleo y volver a cancelar las licencias de explotación a las compañías extranjeras.
Numerosas petroleras europeas tienen intereses en Libia. Repsol extraía antes del conflicto cerca de un 4% de su producción en el país norteafricano, donde contaba con aproximadamente una veintena de trabajadores. Sin embargo, la mayor tajada se la llevaban las compañías estadounidenses y la italiana Eni, con una exposición del 14% de su producción.
Libia posee la novena reserva de crudo más grande del mundo, y la mayor del África. Además, tiene una ubicación privilegiada, muy cercana a los países europeos, que facilita y abarata el transporte y la comercialización de un petróleo cuya extracción apenas cuesta un dólar por barril. Antes de la guerra, el país norteafricano extraía 1,6 millones de barriles de petróleo diarios, el 2% de la producción mundial.
Sin embargo, desde el inicio de las revueltas contra Gadafi, la exportación de crudo libia ha caído entre un 56% y un 63%, hasta quedar en una horquilla que va de 500.000 a 600.000 barriles/día, según los datos de la Agencia Internacional de la Energía. Algo que la mayoría de los países no se puede permitir, de ahí que la OTAN y los rebeldes hayan intensificado su ofensiva.
Políticas: Un aliado que ha dejado de ser útil
Desde 2004, George W. Bush decidió levantar las sanciones al régimen libio. A cambio, Muamar el Gadafi permitió la entrada de las petroleras estadounidenses en el país y se convirtió en el encargado de hacer el trabajo sucio en la lucha contra Al Qaeda: interrogatorios y torturas para lograr cualquier información sobre el grupo terrorista.
Durante años, Gadafi en Libia, Hosni Mubarak en Egipto y Ben Alí en Túnez se convirtieron en grandes “amigos de occidente”, como el ex presidente español José María Aznar los ha calificado, en la lucha contra la escalada de poder de los grupos radicales islamistas en Oriente Medio.
Sin embargo, algo empezó a cambiar a principios de 2011. Con la caída de Mubarak y Ben Alí, Gadafi se quedaba solo. El dictador libio dejaba de tener socios occidentales. Invitados ilustres que hace no mucho habían celebrado con él sus 40 años en el poder, le daban la espalda, entre ellos Silvio Berlusconi, primer ministro de Italia, o el Gobierno español.
“No me sorprende que ahora todo el mundo haya saltado contra él”, aseguraba recientemente el periodista y escritor Alberto Vázquez-Figueroa en una entrevista a LaInformacion.com.
Para Vázquez-Figueroa, este cambio de actitud “es lógico”, porque los líderes occidentales “le tenían temor” por la importancia de los miles de millones que produce Libia en gas y petróleo. “Tenía medio mundo comprado, entre ellos a los italianos: a Berlusconi le hacía unos regalos increíbles”, asegura el corresponsal español.
De hecho, nuestro país era uno de los que más negocios tenía con el todavía presidente libio. Nuestros lazos comerciales superan los 3.600 millones: le hemos vendido armas por valor de 19 millones, y nuestras multinacionales más punteras tienen intereses en la región por, al menos, 800 millones. Ahora bien, la intervención militar para derrocar su régimen nos ha costado 72 millones.
Humanitarias: Masacres a los opositores, ¿realidad o pretexto?
El pasado 19 de marzo, la OTAN justificó su intervención en Libia para proteger a la población civil de los bombardeos de las fuerzas leales a Muamar al Gadafi. Según la alianza internacional, los ataques aéreos que se llevaron a cabo el 22 de febrero sobre Bengasi y Trípoli, causaron centenares de muertos. Sin embargo, el régimen libio siempre ha calificado estas acusaciones como un pretexto para justificar una intervención militar “humanitaria”.
De hecho, pocas semanas después del inicio de los ataques de la OTAN, el medio ruso Russia Today publicó un reportaje en el que varios oficiales el Ejército que monitorean las imágenes de satélite aseguraban que “algunos de los informes hechos por los medios occidentales no corresponden en su totalidad a las fotos que ellos han obtenido”.
Además, el periodista y jurista italiano Micòl Savia ha asegurado en varios artículos que no ha visto ninguna de las fosas comunes que los opositores a Gadafi mostraron al mundo y que fueron portada de varios diarios. “Simplemente no existen”, asegura Savia, que también reconoce que “vemos lo que los libios quieren que veamos ya que no es aconsejable movernos por nuestra propia cuenta, pero estas son cosas difíciles de no ver”.
Internet: la chispa que prendió la revolución
“Todo lo que está ocurriendo, es resultado de internet”. Alberto Vázquez-Figueroa tiene claro que, sin la Red, la Primavera Árabe, como se conoce a las revueltas de los pasados meses en los países norteafricanos, no habría sido posible.
Sin internet, nadie se hubiera enterado de que “se quemó un señor en un pueblo de Túnez porque la Policía le quitó su carrito de verduras”, en referencia a Mohamed Boazizi. Su muerte corrió como la espuma por las redes sociales e inició las revueltas en Túnez, que se contagiaron a Egipto, Siria y Libia.
“Ese señor le prendió fuego al norte de África y le prenderá fuego a medio mundo”, asegura Vázquez-Figueroa. Internet es el arma al cual los dictadores le tienen que tener miedo. De hecho, políticos como Gadafi se han dedicado a descalificar a los jóvenes que utilizan la Red, a los que ha llegado a llamar “drogados”.
Reconocidos terroristas internacionales como Carlos el chacal sabían que siempre podían contar con capital libio para sus proyectos. Sin embargo, nunca hasta ahora la presión internacional sobre el dictador norteafricano había sido tan fuerte.
Entonces, si en 42 años nadie querido acabar con el que a su llegada al poder en 1969 fue considerado el Che Guevara africano, poco después definido por Ronald Reagan como “el perro loco Oriente Medio” y al que José María Aznar calificó hace un par de meses como “amigo extravagante de Occidente”, ¿por qué la OTAN le han entrado las prisas ahora?
Aquí te damos las claves de la escalada de violencia en Libia:
Energéticas: Petróleo, un botín demasiado valioso
En noviembre de 2007, en cable del Departamento de Estado estadounidense advertía una preocupante escalada nacionalista en Libia “que podría poner en peligro la explotación de las enormes reservas de petróleo y gas”.
Según este documento, aireado por Wikileaks el año pasado, Muamar el Gadafi pretendía nacionalizar el petróleo y volver a cancelar las licencias de explotación a las compañías extranjeras.
Numerosas petroleras europeas tienen intereses en Libia. Repsol extraía antes del conflicto cerca de un 4% de su producción en el país norteafricano, donde contaba con aproximadamente una veintena de trabajadores. Sin embargo, la mayor tajada se la llevaban las compañías estadounidenses y la italiana Eni, con una exposición del 14% de su producción.
Libia posee la novena reserva de crudo más grande del mundo, y la mayor del África. Además, tiene una ubicación privilegiada, muy cercana a los países europeos, que facilita y abarata el transporte y la comercialización de un petróleo cuya extracción apenas cuesta un dólar por barril. Antes de la guerra, el país norteafricano extraía 1,6 millones de barriles de petróleo diarios, el 2% de la producción mundial.
Sin embargo, desde el inicio de las revueltas contra Gadafi, la exportación de crudo libia ha caído entre un 56% y un 63%, hasta quedar en una horquilla que va de 500.000 a 600.000 barriles/día, según los datos de la Agencia Internacional de la Energía. Algo que la mayoría de los países no se puede permitir, de ahí que la OTAN y los rebeldes hayan intensificado su ofensiva.
Políticas: Un aliado que ha dejado de ser útil
Desde 2004, George W. Bush decidió levantar las sanciones al régimen libio. A cambio, Muamar el Gadafi permitió la entrada de las petroleras estadounidenses en el país y se convirtió en el encargado de hacer el trabajo sucio en la lucha contra Al Qaeda: interrogatorios y torturas para lograr cualquier información sobre el grupo terrorista.
Durante años, Gadafi en Libia, Hosni Mubarak en Egipto y Ben Alí en Túnez se convirtieron en grandes “amigos de occidente”, como el ex presidente español José María Aznar los ha calificado, en la lucha contra la escalada de poder de los grupos radicales islamistas en Oriente Medio.
Sin embargo, algo empezó a cambiar a principios de 2011. Con la caída de Mubarak y Ben Alí, Gadafi se quedaba solo. El dictador libio dejaba de tener socios occidentales. Invitados ilustres que hace no mucho habían celebrado con él sus 40 años en el poder, le daban la espalda, entre ellos Silvio Berlusconi, primer ministro de Italia, o el Gobierno español.
“No me sorprende que ahora todo el mundo haya saltado contra él”, aseguraba recientemente el periodista y escritor Alberto Vázquez-Figueroa en una entrevista a LaInformacion.com.
Para Vázquez-Figueroa, este cambio de actitud “es lógico”, porque los líderes occidentales “le tenían temor” por la importancia de los miles de millones que produce Libia en gas y petróleo. “Tenía medio mundo comprado, entre ellos a los italianos: a Berlusconi le hacía unos regalos increíbles”, asegura el corresponsal español.
De hecho, nuestro país era uno de los que más negocios tenía con el todavía presidente libio. Nuestros lazos comerciales superan los 3.600 millones: le hemos vendido armas por valor de 19 millones, y nuestras multinacionales más punteras tienen intereses en la región por, al menos, 800 millones. Ahora bien, la intervención militar para derrocar su régimen nos ha costado 72 millones.
Humanitarias: Masacres a los opositores, ¿realidad o pretexto?
El pasado 19 de marzo, la OTAN justificó su intervención en Libia para proteger a la población civil de los bombardeos de las fuerzas leales a Muamar al Gadafi. Según la alianza internacional, los ataques aéreos que se llevaron a cabo el 22 de febrero sobre Bengasi y Trípoli, causaron centenares de muertos. Sin embargo, el régimen libio siempre ha calificado estas acusaciones como un pretexto para justificar una intervención militar “humanitaria”.
De hecho, pocas semanas después del inicio de los ataques de la OTAN, el medio ruso Russia Today publicó un reportaje en el que varios oficiales el Ejército que monitorean las imágenes de satélite aseguraban que “algunos de los informes hechos por los medios occidentales no corresponden en su totalidad a las fotos que ellos han obtenido”.
Además, el periodista y jurista italiano Micòl Savia ha asegurado en varios artículos que no ha visto ninguna de las fosas comunes que los opositores a Gadafi mostraron al mundo y que fueron portada de varios diarios. “Simplemente no existen”, asegura Savia, que también reconoce que “vemos lo que los libios quieren que veamos ya que no es aconsejable movernos por nuestra propia cuenta, pero estas son cosas difíciles de no ver”.
Internet: la chispa que prendió la revolución
“Todo lo que está ocurriendo, es resultado de internet”. Alberto Vázquez-Figueroa tiene claro que, sin la Red, la Primavera Árabe, como se conoce a las revueltas de los pasados meses en los países norteafricanos, no habría sido posible.
Sin internet, nadie se hubiera enterado de que “se quemó un señor en un pueblo de Túnez porque la Policía le quitó su carrito de verduras”, en referencia a Mohamed Boazizi. Su muerte corrió como la espuma por las redes sociales e inició las revueltas en Túnez, que se contagiaron a Egipto, Siria y Libia.
“Ese señor le prendió fuego al norte de África y le prenderá fuego a medio mundo”, asegura Vázquez-Figueroa. Internet es el arma al cual los dictadores le tienen que tener miedo. De hecho, políticos como Gadafi se han dedicado a descalificar a los jóvenes que utilizan la Red, a los que ha llegado a llamar “drogados”.
Por Roberto Arnaz from lainformacion.es 24/08/2011
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