Al hablar de Kennedy, es importante distinguir entre logros e impacto"
David Abraham, Universidad de Miami
El 22 de noviembre de 1963, en Dallas, Texas, John F. Kennedy
recibió el discutible beneficio de quienes mueren jóvenes y se hizo leyenda como
el político transformacional que no pudo terminar de hacer las buenas cosas para
las que los estadounidenses lo habían elegido.
Kennedy quedó como una estatua para los estadounidenses -podría decirse que
para el mundo entero- y, como suele suceder con los humanos puestos en
pedestales, muy pocos saben a ciencia cierta por qué esa persona terminó allí.
Hay quien dice que es un sitial que no se merece porque el suyo fue un gobierno
muy breve que dejó pocos avances dentro de Estados Unidos y cometió graves
errores en política exterior que pusieron en peligro el liderazgo estadounidense
en años cruciales de la Guerra Fría.
Otros consideran que lo importante no es lo que hizo JFK sino lo que
proyectó, como conminar a los estadounidenses a preguntarse qué podían hacer
ellos por el país en su discurso de toma de posesión en 1960. Un mensaje tan
poderoso que sigue repitiéndose como un lema ciudadano.
Los llamados 'Mil días de Kennedy' abrieron los años sesenta, aunque más
cronológica que culturalmente, porque más allá del semblante juvenil y un cierto
talante liberal, la pareja presidencial de John y Jacqueline pertenecía a los
sectores más tradicionales de la sociedad estadounidense
De alguna manera su figura se engancha con aquellos años, también
mitológicos, de la explosión de la juventud, los procesos de descolonización, la
liberación femenina y la llegada del hombre a la Luna, con el programa espacial
que impulsó Kennedy en sus mil días.
Pero al igual que pasa con los años sesenta, para algunos JFK es un
presidente sobrevalorado.
Logros vs impacto
El relato mítico en torno a Kennedy lo presenta como un líder amado por
todos, cuando la verdad es que las elecciones que ganó al republicano Richard
Nixon fue por tan sólo 0,1%.
Kennedy fue tímido a la hora de atender los reclamos de la comunidad negra
que empezaba a movilizarse exigiendo el respeto a sus derechos civiles y se sabe
que intentó disuadir a Martin Luther King de convocar la hoy famosa Marcha sobre
Washington temeroso de que se produjeran problemas de orden público.
"Al hablar de Kennedy, es importante distinguir entre logros e impacto", dijo
a BBC Mundo el profesor David Abraham de la Universidad de Miami, especialista
en historia, y quien tenía 21 años cuando murió el presidente.
"Si vamos estrictamente a lo logros, no fueron muchos y en lo doméstico fue
su sucesor, el presidente Lyndon B Johnson quien logró darnos grandes programas
sociales e impulsar los derechos sociales de los que hoy nos beneficiamos. Pero
Kennedy pareció inspirar la posibilidad de algo mejor y creo que esa inspiración
movilizó a la generación siguiente".
Sin embargo, muchos creen que Kennedy estuvo desde el principio detrás de las
luchas sociales, en parte quizá porque el apellido quedó después vinculado al
movimiento con los esfuerzos más claros de su hermano Robert, también asesinado
cuando en 1968 buscaba la nominación presidencial por el partido Demócrata.
Cuba como legado
JFK tuvo un arranque desastroso en el frente internacional, cuyas
consecuencias, indeseables para Washington, se sienten aún hoy a pocos
kilómetros de las costas estadounidenses.
Muchos indican que el fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos -un mal
explicado plan que heredó Kennedy de su predecesor Ike Eisenhower- cimentó el
poder de Fidel Castro en Cuba y lo empujó a la esfera comunista, encabezada por
la Unión Soviética.
Más de medio siglo después, desaparecidos los soviéticos, los Castro siguen
controlando el poder y por eso entre buena parte de los cubanos exiliados las
siglas JFK son un mal recuerdo que les atormenta cada día que pasa con el
gobierno comunista rigiendo en la isla.
Aquel fallo en costas cubanas dejó a Kennedy expuesto ante el enemigo
soviético como un líder débil, incapaz de controlar las cosas en su patio
trasero, lo que impulsó al soviético Nikita Krushev a erigir el muro que durante
décadas dividió a Berlín.
Sin embargo, el punto culminante de la gestión de JFK fue la crisis de los
misiles cubanos de 1962, cuando las dos grandes potencias estuvieron muy cerca
de chocar en una conflagración nuclear.
La historia reservó al presidente estadounidense el mérito de haber
desactivado la amenaza, algo que sirvió para enmendar sus previas novatadas en
política exterior y consagrarlo como adalid de la paz, una aureola que reforzó
cuando firmó poco después con el mismo Krushev el acuerdo para limitar las
pruebas nucleares.
Salvador del planeta o no, olvidado ya el terror del equilibrio nuclear de la
Guerra Fría, últimamente se le echa en cara a Kennedy haber negociado la paz
dejando un "portaviones" comunista en el hemisferio americano.
Tiempos turbulentos
Tras el asesinato de Kennedy empezó una de las épocas más duras para EE.UU.,
en parte consecuencia de iniciativas que tomó durante su gestión, como la
participación en la guerra de Vietnam.
Las protestas populares que generó años después la guerra, máximo síntoma del
divorcio entre la clase política y la ciudadanía, sobre todo los más jóvenes,
erosionaron la confianza del público en sus gobernantes.
"Era natural que con las cosas que pasaban por aquellos años la gente mirara
hacia atrás y se imaginara cómo podrían haber sido las cosas de diferentes si
JFK hubiera podido estar allí", explicó a BBC Mundo el historiador Dan
Bryan.
Para Bryan la admiración por Kennedy puede ser un asunto generacional, que
debería ir desapareciendo naturalmente.
"Una razón de que el mito persista es que él fue muy popular entre jóvenes y
adultos jóvenes a principios de los 60. Muchos de ellos tuvieron gran impacto en
el periodismo y la política posterior", afirmó Bryan.
"Mucha de esa gente ha envejecido y se ha hecho más realista, reconociendo
que ninguna persona puede mantener la altura del mito que le crearon a Kennedy.
Y en parte por las revelaciones sobre aspectos menos favorecedores de su
personalidad".
Uno de esos aspectos es su fama de mujeriego, aunque en ese particular, sus
coqueteos con Marilyn Monroe, otra figura trágica del imaginario colectivo, han
contribuído en cierta medida a la imagen del asesinado mandatario, más como una
celebridad que como político.
El reino de Camelot
En vida Kennedy se movió en una esfera irreal para la mayoría de la gente:
miembro de una familia que muchos han descrito como la "realeza" estadounidense,
desde siempre vinculado a factores del poder y además vinculado con Hollywood y
sus mayores estrellas, como Monroe o Frank Sinatra.
La aristocrática pareja de John y Jackie introdujo en la Casa Blanca una
elegancia y refinamiento que no había conocido la residencia presidencial en
mucho tiempo.
No en vano aquella era quedó para siempre identificada como Camelot, nombre
de los dominios de otro gobernante promisor, el mítico Rey Arturo de la leyenda
inglesa.
Se trató de una bien coordinada estrategia publicitaria de la viuda, quien en
la primera entrevista tras el asesinato de su esposo, usó la letra de una
canción de un musical de moda para describir el legado del malogrado
mandatario.
"Que no se olvide, que una vez hubo un lugar, por un breve momento iluminado,
que se conoció como Camelot", recitó Jackie, agregando que aunque vendrían
buenos presidentes en el futuro, nunca habría un "Camelot de nuevo".
Y así quedó bautizada para siempre jamás la improbable Casa Real de esta
familia monárquica de la república estadounidense, una condición legendaria aun
mayor que refuerza la figura de JFK que al final la protege de las revaluaciones
históricas.
Carlos Chirinos BBC Mundo Última actualización: Viernes, 22 de noviembre de 2013
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