LOS ROSTROS DE LA RUINA EMPRESARIAL GRIEGA
Anochece en Atenas y el metro está a reventar. En la parada de Syntagma, la más céntrica de la capital griega, se ha improvisado un bazar subterráneo. Allí vende bisutería barata el empresario Manolis Poliudakis. Lo hace con gran entusiasmo, a pesar de que es una de las miles de víctimas silenciosas de la crisis helena.
Hace tan sólo cuatro años era el dueño de cuatro empresas. Diseñaba piezas de joyería valoradas en decenas de miles de euros y trabajaba con las mejores firmas del sector. La recesión llamó entonces a su puerta y tuvo que cerrar sus negocios, como lo han hecho decenas de miles de emprendedores helenos en los últimos meses.
Hoy vende pulseras y collares de escaso valor. Incluso regala un vale de cinco euros por cada 20 euros de compra: “El Gobierno sabe todo lo que está pasando, porque hay muchos casos como el mío, pero le da igual. Son unos ladrones. El sistema no es el problema, porque no dicta que tenga que haber ladrones, pero nuestros políticos lo son”, lamenta el fornido y simpático tendero, ataviado con dos cordones dorados y un silbato de brillantes para atraer a sus clientes.
Todo le fue bien hasta 2009. Cuatro años antes había comprado un piso en un edificio neoclásico del centro por 300.000 euros, valiéndose de un crédito bancario. Estableció allí sus empresas. Una se dedicaba sólo al oro y otra únicamente a la plata. Entre todas sumaban 17 trabajadores. No tenía problemas de pago: tanto los empleados como su prestamista cobraban sin demora alguna.
Comenzó la crisis y sus clientes se evaporaron. Las empresas suministradoras de materias primas empezaron a dudar tanto de él como del país, y dejaron de enviar sus partidas o exigieron requisitos desmedidos. Poco a poco comenzó a perder dinero. Unos meses después ya había cerrado sus negocios y prescindido de todos sus trabajadores. Son las consecuencias de seis años de recesión: el país ha perdido alrededor del 25% de su PIB, lo que ha arruinado a miles de familias.
“El banco no me perdonó los intereses. Ahora debo 240.000 euros"
Manolis sólo tiene ahora una pequeña tienda en un suburbio de la capital y su puesto navideño en el metro. “En mi familia tenemos como símbolo un árbol que creemos que es inmortal. Nos da fuerza. Si no, ya me habría suicidado, como tantos otros”, cuenta el empresario a El Confidencial.
Su problema no es sólo lo que ha perdido, sino también lo que debe. Dejó de pagar al banco cuando comenzó a perder dinero. Su entidad no le perdonó los intereses penalizadores aplicables a los plazos atrasados y ahora le reclama 240.000 euros que, por supuesto, no tiene. “Los bancos son como los vampiros. Chupan el dinero pero no dan nada”, denuncia, reclamando, como tantos otros, poder pagar la deuda en un mayor número de plazos ante la imposibilidad de hacerlo de otra manera.
También pide la apertura del grifo del crédito. Esa es una asignatura pendiente de los bancos helenos, reclamada también desde el Gobierno tras haber sido recapitalizadas las entidades con más de 40.000 millones de euros. Ese dinero todavía no fluye hacia las pequeñas y medianas empresas: “No sólo no dan, sino que quitan. Si alguien paga con tarjeta nos pueden cobrar fácilmente el 16% del total a nosotros”, lamenta. Sin crédito, es muy probable que continúen desapareciendo empresas en Grecia, aseguran los expertos. Más de 100.000 han bajado definitivamente las persianas desde el inicio de la crisis.
Quien quiere sobrevivir debe adaptarse. Por eso, Manolis ha dejado de diseñar sus productos y ahora importa bisutería barata, principalmente de Italia. “La gente no tiene dinero para comprar. Queremos hacer muchas cosas pero no salen por ese motivo. Debería vender mi género al doble de precio, pero no lo hago porque tengo que sobrevivir”, lamenta el empresario. La deflación helena ha comenzado a llamar también a su puerta: los precios en el país están cayendo. La inflación acumulada desde enero es negativa: un -1,1%.
Son las consecuencias lógicas de la situación financiera de un país donde el sueldo medio ha sido recortado un 22,3% en los últimos años y que ha visto cómo la tasa de desempleo ha aumentado hasta alcanzar el 27,3% actual, la mayor de la Eurozona.
Y la troika exige más recortes
Esos son los datos sobre la mesa de la troika, el grupo de acreedores de Grecia formado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Los hombres de negro han vuelto a Atenas para investigar el estado de las reformas en el país y negociar el desembolso de los próximos 1.000 millones de euros en ayudas. No están siendo unas negociaciones sencillas: las posiciones del Gobierno y de los acreedores no habían estado tan alejadas desde hace un año. Se encuentran “a millas de distancia”, según declaró un oficial europeo anónimo a la prensa helena.
El principal motivo es la negativa del primer ministro Antonis Samarás a aprobar más recortes horizontales. Tanto él como el ministro de Economía, Yannis Stournaras, llevan semanas repitiendo esa consigna: “No se necesitan más medidas de austeridad. Son peligrosas”. “Deberíamos dejar que los estabilizadores funcionasen”, dijo el pasado jueves el líder de las finanzas del país en una entrevista al canal estadounidense CNBC.
Esa posición parece chocar con la de los hombres de negro, partidarios, en principio, de realizar más recortes si son necesarios. Se utilizarían para cubrir una brecha de financiación en la economía helena que surgirá en 2014. Ese es otro de los motivos de desencuentro entre ambas partes. Atenas admite su existencia, pero ha cifrado la desviación en no más de 700 millones de euros. La troika ha calculado, sin embargo, un agujero de más de 2.500 millones de euros.
Ambas partes negocian desde el pasado domingo la extensión real de la brecha, en un tira y afloja inédito en el país. Stournaras rechazó el jueves referirse a una cifra concreta. “No es un ejercicio preciso. Estamos negociando”, se limitó a decir.
La existencia de dos estimaciones distintas ha propiciado también la creación de dos planes distintos para atajar los problemas. Stournaras aboga por acordar “medidas estructurales que tengan un impacto fiscal” para atajar la brecha financiera. El ministro está presentando estos días un paquete de reformas por valor de 1.200 millones de euros (equivalentes al 0,7% del PIB griego) entre los que se incluyen las reducciones de los presupuestos de las organizaciones públicas, la fusión de cuerpos estatales y la implementación estricta de los límites salariales en el sector público, una de las asignaturas pendientes de Atenas.
Pretende, asimismo, cerrar o limitar los agujeros que permiten a las compañías evadir su contribución a las instituciones de seguridad social del país. Buena parte de la brecha financiera se debe a la deuda de esas organizaciones, en especial la de EOPYY, el mayor proveedor de salud pública del país.
“Sólo por vender tres días en el metro pago 1.500 euros”
Las empresas se quejan de no poder hacer frente a esos pagos. Manolis, por ejemplo, debe cancelar en los próximos días un tramo de 10.000 euros atrasados que debe a dichas instituciones. Asegura que no puede hacerlo. “Sólo por estar tres días en el metro pagamos 1.500 euros y lo máximo que gano son 300 euros al día. Pierdo dinero, pero lo hago para publicitar mi tienda. ¿Cómo podría pagar todo ese dinero?”, se pregunta. El 39,4% de los trabajadores helenos desarrolla su actividad sin seguro, según una encuesta oficial.
El Gobierno pretende, con sus medidas, mejorar la recolecta de estos y otros impuestos para cubrir la desviación. El ministerio de Finanzas ya alardeó hace unos días de haber superado el objetivo mensual de recaudación de octubre en un 24%. “La dolorosa contribución de las familias y los negocios han contribuido a que el país se acerque a sus metas fiscales”, expresó el viceministro Jristos Staikouras. El Ejecutivo confía en conseguir un superávit primario superior a los 340 millones de euros en 2013. La cuenta excluye el pago de los intereses de una deuda pública que ya supone el 169% del PIB del país.
Para la troika, sin embargo, las medidas propuestas por el Ejecutivo podrían no ser suficientes. Atenas pretende ayudar a los hombres de negocios disminuyendo las aportaciones de las empresas a los fondos sociales en un 3,9% para flexibilizar la presión impositiva, según han filtrado los medios helenos.
Los ‘hombres de negro’ ponen en jaque al Gobierno
Los acreedores del país tienen, además, otras aspiraciones. Quieren cerrar las empresas públicas de sistemas de defensa, conocidas como Eas y Elvo, algo que choca frontalmente con las intenciones del Gobierno. El Ejecutivo aboga por reestructurarlas, pero no cerrarlas. A la troika le preocupa, además, la lenta elaboración de una lista de 25.000 funcionarios sujetos a ingresar en un programa de movilidad con sueldo reducido durante unos meses hasta su recolocación o despido.
Los hombres de negro pretenden también el levantamiento total de la moratoria a los desahucios del país, según ha filtrado la prensa helena, algo que podría poner en jaque al Gobierno. Varios diputados de la coalición bipartita que rige Grecia ya han dejado claro que votarán en contra de tal medida. Algunos tampoco están de acuerdo con la decisión de aplicar el nuevo impuesto de propiedad a las granjas y terrenos de cultivo. Cualquier disidencia podría dar al traste con el Gobierno, dada su exigua mayoría en el parlamento. Controla a tan solo 154 diputados de los 300 de la cámara.
Muchos empresarios consideran excesivas las medidas. Manolis no confía en ella ni en la agresiva política de recortes sin medidas que estimulen el crecimiento: “La troika nos está convirtiendo en mendigos. Su austeridad no nos ayuda a desarrollarnos. Los griegos tenemos granjas, tenemos un mar para pescar, tenemos recursos… es increíble que haya destruido nuestra producción propia, impidiendo que aprovechemos lo que tenemos”, critica.
Miles de empresarios sin esperanzas
En su situación se encuentran miles de empresarios en Grecia: “Somos una empresa con más de 30 años de historia pero, si las cosas no cambian, no nos quedan más de tres años”, reconoce a este diario otro hombre de negocios, Stamatis Stamatidis, dueño de Repuestos Internacionales, una pequeña compañía de piezas de automóvil situada en el barrio capitalino de Metaxouryio. Sus ventas han descendido un 56% desde el inicio de la crisis, lo que ha provocado graves problemas: hasta 13 trabajadores han dejado una empresa gestionada ahora por un puñado de empleados.
“La gente no tiene dinero y busca siempre lo más barato. Antes venían cuando sus coches comenzaban a dar problemas y necesitaban reparación. Ahora sólo lo hacen cuando ya están rotos, y al final les sale más caro”, lamenta.
Repuestos Internacionales lleva dos meses sin pagar a sus empleados. En esa situación se encuentran miles de empresas en toda Grecia: la mitad de las compañías no pagan a sus trabajadores a tiempo, según desveló recientemente una inspección del Ministerio de Trabajo. Stamatis también critica a los bancos por no abrir el crédito: “Nosotros pagamos por adelantado todos los repuestos a las empresas extranjeras, pero los bancos no nos dan dinero. Sin esos fondos, ¿cómo podemos trabajar?”, se pregunta.
El caso de Dimitra Daskalaki es similar. Su familia posee una empresa de maquinaria de cocina para restaurantes en el barrio de Kerameikos. Las ventas de su negocio han descendido entre un 60% y un 70% desde el inicio de la crisis. “La gente no tiene dinero para comprar. Los restaurantes nuevos sólo quieren maquinaria de segunda mano”, explica esta empresaria. Su tienda tenía diez trabajadores antes de la crisis; ahora sólo emplea a la mitad.
“La crisis ha acabado con la clase media de este país”
Todos ellos han visto sus sueldos reducidos en un 30%. Cobran entre 600 y 700 euros. “No se puede vivir con ese dinero. La crisis ha acabado con la clase media de este país. La gente rica es más rica todavía y los pobres son más pobres”, lamenta.
Dimitra está pensando en cerrar la empresa. No puede ni siquiera hacer frente a los incrementos en la tributación. Paga un 23% de IVA y un 40% de impuesto de sociedades, además de las tasas personales: “No estamos pagando los impuestos. Lo intentamos, pero si lo hacemos no podemos sobrevivir. El problema se hace más grande todos los meses”, comenta. Cuatro de cada diez negocios helenos al por menor están pensando en cerrar, según muestran las estadísticas.
Ella tampoco puede pagar a sus trabajadores al día. Les debe dos meses, repitiendo la situación de Repuestos Internacionales de Stamatis. “No vemos ninguna esperanza, no hay solución para esto. La gente viene y quiere comprar para pagar en plazos, pero nosotros no podemos ofrecer ese servicio. Los nuevos restaurantes que abren sobreviven los dos primeros años, pero la mayoría cierra al tercero”, abunda la empresaria. “Muchos quieren devolver lo poco que compran”.
Dimitra también vende sus productos con grandes rebajas. Sólo así sobrevive. “Aquí no hay trabajo, la gente que tiene una preparación se está yendo”, lamenta. En efecto, más de 120.000 griegos, en su mayoría jóvenes, han abandonado el país en los últimos años. La tasa de desempleo juvenil supera el 55%. “A los políticos griegos sólo les interesa hacer todo lo que dice Europa. No les importa la gente ni las necesidades”, lamenta la joven. Su negocio, como otras miles de empresas en Grecia, vive al borde del precipicio, pendiente de las decisiones tomadas en los despachos.
Héctor Estepa. Atenas
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