Cuando uno vive en un país extranjero -como yo, una británica en Italia- y se deleita con las diferencias culturales, puede llegar un momento en el que descubra que, de alguna manera, está empezando a adoptar costumbres ajenas.
Suele ser algo inocuo, como que a uno le empiecen a gustar caramelos salados o tomar té con menta en vez de con leche.
Qué me pasó a mí?
Pues no se trata exactamente de un oscuro secreto, más bien de un lujo no muy sofisticado.
Tengo una pasión por los bidés.
He desarrollado la misma dependencia que tiene cualquier italiano que se respete, parecida a la que tantos tienen con el teléfono celular: ¿cómo pude vivir sin ellos?
Cuando voy a un lugar que no los tiene, los extraño.
Hoy en día, por supuesto, uno puede comprar esos convenientes paños húmedos pero para mi ahora malcriado trasero eso es como cuando uno está que se muere por comer las mejores papas asadas al horno, crujientes por fuera y suaves por dentro, y lo que le dan es un paquete de papas fritas de supermercado.
Cualquier italiano que esté leyendo esto probablemente estará asintiendo con la cabeza y gritando: "¡Así es!", mientras que otros, como los británicos, deben tener una expresión parecida a la que uno pone cuando huele huevos podridos.
De Francia a Italia, para quedarse
Aunque fue inventado, nombrado y luego casi abandonado por los franceses, el bidé se ha convertido en un símbolo de la supremacía de la higiene italiana. Hay incluso una ley de construcción que exige que cada casa tenga al menos uno.
Y no se trata sólo de algo práctico, como esas minimangueras que uno ve al lado de los inodoros en Medio Oriente; es un mueble del baño hecho para mimar las partes pudendas.
Tiene un grifo mezclador con un chorro que puede ser dirigido. Los accesorios son igualmente considerados: los italianos no acostumbran a usar paños especiales para secarse la cara pero al lado de cada bidé hay una toallita especial que se usa exclusivamente para secarse las nalgas.
Ponen también una botella de "detergente íntimo": un jabón líquido cuyo PH es neutro para evitar irritaciones en los genitales. ¡Nada de agresivos jabones antibacterianos!
A caballo
"Puede llegar a sorprender que en Francia la palabra 'bidet' originalmente significaba 'caballito'", señala Edmund Weiner, director adjunto del Diccionario de Inglés de Oxford.
"Pero no es difícil entender cómo la palabra terminó utilizándose para denominar a ese objeto del baño". Como Francis Grose, autor de "Un diccionario clásico de la lengua vulgar", lo describió en 1785: "Es una especie de tina, inventada para que las damas se aseen, para lo cual la montan como si fuera un poni francés".
Pero habiendo crecido y sobrevivido sin uno, siempre me divierten las reacciones de los italianos cuando se enfrentan a la ausencia de bidés en otras partes del mundo.
Cuando les cuento que en Reino Unido la gente no tiene bidés, después de poner cara de haber olido un huevo podrido, me preguntan con una curiosidad genuina: "Pero, ¿cómo se limpian allá abajo? ¿Se duchan cada vez que tienen que ir al baño?".
También me causa gracia el horror que sienten por el uso inapropiado que los extranjeros le dan a los bidés. Uno de mis vecinos en Boloña fue de vacaciones a Venecia con unos amigos holandeses. Para su disgusto, le tocó ver cómo usaban el bidé del baño para enfriar sus bebidas.
Eso no quiere decir que los italianos sólo los usan para limpiarse las partes nobles. Como algunos turistas, también los usan para remojar sus pies cuando están cansados.
Una amiga italiana que ha vivido en Estados Unidos por 15 años me dice que no hay día en que no extrañe su bidé. "¡Son tan multiuso!", suspira. "Sirven para limpiar a los bebés, enjuagar el trapeador y, en una casa tan llena como en la que yo crecí, con cinco personas y un sólo baño, hasta para hacer pipí, si el inodoro estaba ocupado".
Me pregunto si algún lector italiano no está sonriendo discretamente y pensando para sus adentros: "¡Uff! ¡Al menos no soy el único que alguna vez hice eso!".
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