Cuando el Teatro Colón de Bogotá abrió por primera vez sus puertas al público, hace casi 122 años, indios y campesinos no tuvieron un lugar en él ni en pintura. Literalmente.
Corría el año 1892 y para hacerle justicia al hermoso edificio neoclásico que iba a albergar la primera sala de ópera de América Latina, el presidente Rafael Núñez había dispuesto que hasta el telón de boca que debía cubrir el escenario en las ocasiones especiales debía ser una obra de arte.
Pero cuando el artista al que se le había comisionado la tela envió un primer boceto en el que varios campesinos observaban, curiosos, a los protagonistas de diferentes óperas clásicas, el mandatario inmediatamente pidió que otras figuras "más decorativas" sustituyeran a los personajes de ruana, el poncho tradicional de los habitantes de la tierra fría colombiana.
La anécdota cobra vigencia más de un siglo después porque, como resultado de un extenso trabajo restauración, los colombianos pronto podrán volver a apreciar en todo su esplendor el lujo y la majestuosidad de aquellos primeros años del teatro.
Aunque, según su actual director, Manuel José Álvarez, el proceso también es parte de una drástica reinvención del Colón que también le dará más espacio a los excluidos de antes.
"Si se me permite la analogía, yo quiero poner todos los campesinos de regreso en el telón de boca", le dice a BBC Mundo.
"Yo quiero dar espacio a todos los jóvenes, a toda la gente de todos los sectores de la ciudad. Vamos a traer a los taxistas, vamos a traer a los estudiantes. Vamos a seducirlos, vamos a convocarlos, vamos a programar para ellos", promete.
Un teatro para todos
Para Álvarez se trata simplemente de que el Colón asuma debidamente su vocación pública y, como tal, que se ponga al servicio de todos los colombianos.
"Este es el único Teatro Nacional que tiene el país, opera con recursos públicos, y por lo tanto su oferta cultural tiene que ser incluyente a todos los sectores y a todas las disciplinas de las artes escénicas", explica.
"Por eso la oferta va a ir desde la música clásica, a la ópera, al ballet clásico, a la música tradicional, a la música urbana, al hip-hop, a la música electrónica. Y lo mismo con el teatro y con la danza", detalla.
Gracias a la renovación, que tomó seis años, muchos de los cambios propios de la nueva etapa del teatro también se podrán apreciar desde su misma puerta de entrada.
"Por ejemplo, antes a la galería se entraba por un pasillo oscuro con una escalera al fondo y la gente que iba a galería no se podía mezclar con la gente de las otras zonas del teatro. Ahora la gente va a estar mezclada", cuenta Álvarez.
Y con los boletos más baratos a 15.000 pesos colombianos (unos ocho dólares estadounidenses, sin considerar descuentos adicionales para adultos de la tercera edad o estudiantes), el director del Colón espera ver a colombianos de todos los orígenes en las lujosas butacas.
Compitiendo con los grandes
Este cambio de orientación, sin embargo, no significa de ninguna manera que la augusta institución dejará de intentar codearse con las más prestigiosas salas de espectáculos.
"En algún momento fue uno de los grandes teatros latinoamericanos y espero que lo vuelva a hacer", le dice su director a BBC Mundo.
"Dentro de las limitaciones de su aforo", aclara.
Efectivamente, con sus 848 asientos, el Colón de Bogotá apenas puede acomodar a un tercio de los espectadores que caben en la sala principal de su famoso homónimo argentino y a poco más de la mitad de los del mexicano Palacio de Bellas Artes.
Y Álvarez reconoce que eso limita su capacidad de competir con las más grandes salas.
"Pero estamos ahí. Vamos a insertarnos en ese circuito cada vez más, y vamos a trabajar en red con algunos de estos grandes teatros", le dice a BBC Mundo.
"Y vamos a ser un teatro de producción: vamos a arriesgar, vamos a producir, vamos a coproducir –no solo con nacionales, sino también con teatros y grupos de otras partes".
"Un escenario para el siglo XXI"
No siempre, sin embargo, fue fácil llevar a cabo esta misión.
Según historiadores, en sus primeros años, la elegante sala de ópera bogotana se vio perjudicada por su ubicación geográfica.
Después de días cruzando el Atlántico, pocas de las grandes compañías europeas estaban dispuestas a emprender el largo viaje por entre las montañas que separan a Bogotá de los puertos del caribe colombiano.
Eventualmente, sin embargo, las tablas del Colón recibieron a artistas de la talla de Ígor Stravinski y Alicia Alonso, Paco de Lucía y Julio Bocca.
Y la gala de inauguración, que tendrá lugar este viernes, tendrá como protagonista al bailarín colombiano estrella del Royal Ballet de Londres Fernando Montaño, quien estará acompañado por sus colegas de esta agrupación y del English National Ballet.
Mientras, para el resto del año están previstas, entre otras, una colaboración con el Teatro Nacional de La Zarzuela de Madrid y las visitas de la formación barroca Il Giardino Armónico y el Ballet de Montecarlo.
Y, a tono con la promesa de una agenda cultural amplia, también hay planeadas presentaciones de los hip-hoperos Crew Peligrosos y el espectáculo de circo Urban, además de conciertos permanentes de los maestros de la música popular colombiana.
Todos ellos, así como los espectadores, se encontrarán con un teatro en el que además de haber restaurado su sala mayor y todos los elementos patrimoniales, también procedió a una importante modernización de sus entrañas.
Las obras incluyeron, por ejemplo, un reforzamiento estructural del edificio y se habilitaron salidas de emergencia e instalaciones para los discapacitados.
También se dotó al teatro de equipos de última generación en audio y video, iluminación escénica y maquinaria escénica.
"El Teatro Colón es una sala del siglo XIX con un escenario para el siglo XXI. Un escenario que puede acoger cualquier espectáculo, con cualquier exigencia", resume Álvarez.
Y todo indica que también es un espacio que ya entendió que en el arte y la cultura también alcanza la gente "de ruana".
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