Iglesia de San Antonio Thaumaturgo, en el Gran Canal de Trieste (IvanMiladinovic / Getty Images)
La ciudad italiana ha atraído a lo largo de la historia a literatos de fama universal que han encontrado en sus célebres cafés un lugar de inspiración y reunión
Trieste, situada en el noreste de Italia, ha acogido a lo largo de los dos últimos siglos a grandes autores de la literatura universal. Su condición de ciudad fronteriza le ha proporcionado una mezclaúnica de tres culturas (la eslava, la latina y la germánica) que embelesa a los visitantes por su genuina diferencia con el resto de urbes italianas.
Apenas dos horas separan la población de Venecia, y, desde su estación central, trenes y autobuses la conectan con el resto de Italia, Austria, Eslovenia o Croacia. A esa misma estación llegó el joven James Joyce en 1904 para asumir una plaza de profesor de Inglés en la Berlitz School. Se quedó en Trieste una década y escribióDublineses (1914) y los primeros capítulos de su célebre Ulises(1922).
En aquel entonces, Trieste era una ciudad cosmopolita y próspera. Era el puerto principal del Imperio austrohúngaro y las riquezas afluían sin parar. La piazza Unità d’Italia, en el centro de la ciudad, es un fiel reflejo de esa opulencia cosechada a lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX. Es la plaza más grande de Europa con vistas al mar, presidida por el Ayuntamiento y flanqueada por palacios monumentales. Uno de ellos es la antigua sede de la Austrian Lloyd, posteriormente denominada Lloyd Triestino, la naviera más importante del Imperio de los Habsburgo, que se fundó en 1836 en la ciudad.
Castillos de cuento
El Gran Canal, a escasos diez minutos de la piazza Unità d’Italia, es otro testimonio del esplendor de Trieste. El escritor francés Stendhal pudo constatarlo durante los meses en los que desempeñó el cargo de cónsul en la ciudad. En ambos lados del canal se encuentran los palacios de la nobleza, numerosas plazuelas y los célebres cafés, a los que intelectuales y artistas acudían en busca de inspiración. Eso mismo encontró el poeta Rainer Maria Rilke durante su estancia en el castillo de Duino, situado a menos de una hora de Trieste. Allí escribió Las elegías de Duino (1923), que dedicó a su mecenas y propietaria del castillo, la princesa de Thurn y Taxis.
De regreso a Trieste, hay otro paraje de ensueño en el que detenerse. El castillo de Miramare y sus jardines, cuya apariencia parece sacada de un cuento de hadas, fueron construidos a mediados del siglo XIX en lo alto de un promontorio frente al mar. Allí, el archiduque Maximiliano de Habsburgo y su esposa vivieron su apasionado amor hasta que el archiduque partió para asumir la Corona de México. Jamás regresó. La aventura mexicana llevó a Maximiliano frente al pelotón de fusilamiento. Su esposa, afligida por la pérdida, fue recluida en Miramare hasta que retornó a su Bélgica natal.
Café y literatura
Sin embargo, la vida de los triestinos no se detuvo. El declive de la monarquía austrohúngara coincidió con la eclosión cultural de las primeras décadas del siglo XX. Los cafés de la ciudad bullían de acalorados debates políticos, al tiempo que acogían asiduas reuniones de escritores.
En el Café Stella Polare, cerca del Gran Canal, todavía se puede degustar el delicioso café que en su día tomaban el escritor triestino Italo Svevo y su gran amigo James Joyce mientras discutían sobre las obras de uno y de otro.
Ni la Primera Guerra Mundial ni la anexión de Trieste al reino de Italia truncaron la explosión literaria de la ciudad. Italo Svevo escribió La conciencia de Zeno (1923), su obra maestra, sin dejar de acudir al Café San Marco, otro mítico local de la ciudad. También era común ver allí al ilustre poeta triestino Umberto Saba cuando cerraba la persiana de su Librería Antica e Moderna, que está situada a diez minutos del Café San Marco y se puede visitar.
Muchos locales históricos han sobrevivido hasta la actualidad
Los cafés literarios que inundaban Trieste forman parte de la esencia de la ciudad. Muchos locales históricos han sobrevivido hasta la actualidad. Con suerte, los clientes del Café San Marco pueden encontrarse con Claudio Magris, gran autor de la literatura italiana contemporánea que sedujo al mundo con su obra Danubio (1986) y que suele sentarse a leer y escribir en sus mesas. Una vez, Magris escribió que el Café San Marco, igual que sus congéneres, era “el corazón de la ciudad” que palpitaba rebosante de vida. Y es cierto, todavía laten con fuerza en las calles de esta ciudad que ha alimentado la literatura universal desde su rincón a orillas del mar Adriático.
Cinco cafés literarios
Los cafés literarios de Trieste vivieron de primera mano el florecimiento cultural de la ciudad en las primera décadas del siglo XX. Hoy todavía se puede degustar un delicioso café en estos emblemáticos locales.
CAFÉ TOMMASEO
Es uno de los más antiguos y prestigiosos de Trieste. Abrió sus puertas en 1830, y aunque adoptó el nombre actual un poco más tarde, no ha parado de servir cafés a sus clientes desde entonces. Era un punto de reunión de las élites intelectuales y políticastriestinas.
CAFÉ URBANIS
Nació como pastelería poco después que el anterior. Situado en la plaza de la Bolsa de Trieste y cerca del teatro, el Café Urbanis es unlocal elegante con buenos cafés.
CAFÉ DEGLI SPECCHI
Está en el centro de la ciudad, en la piazza Unità d’Italia. Fue un establecimiento frecuentado por intelectuales, artistas y políticosvinculados al Risorgimento italiano, el movimiento unificador del país.
CAFÉ STELLA POLARE
A principios del siglo XX era habitual encontrar en este local al escritor James Joyce, que venía cada día a tomar café y a comer pastel, y también a Italo Svevo, que pasaba el rato leyendo o escribiendo.
CAFÉ SAN MARCO
Es el más célebre de los cafés literarios de Trieste. Fundado justo antes de la Primera Guerra Mundial, por sus mesas pasaron los escritores Joyce, Svevo y Saba, y, en la actualidad, esa tradición continúa con Claudio Magris.
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