Un trabajador, en un 'coworking' madrileño. (D. B.)
La gran experiencia del mercenario en mil batallas genera la sensación de que se las sabe todas, pero la realidad es que está sobreadaptado a un mercado mediocre
La reacción del mercado laboral a la flexibilidad es generar mercenarios, no trabajadores. Cuando las empresas no se comprometen con sus empleados, es imposible que los trabajadores se comprometan con las empresas. La flexibilidad laboral genera un círculo vicioso: las malas condiciones laborales reducen la productividad, lo que empeora la condiciones laborales, y así sucesivamente hasta deformar sectores productivos enteros.
Con la 'mercenarización' pierden empresarios, trabajadores y nuestro sistema productivo al completo. La flexibilidad laboral fomenta el desarrollo de sectores económicos de baja productividad y basados en mano de obra barata con alta rotación. La 'mercenarización' complica el crecimiento de empresas donde retener a los trabajadores e implicarlos es esencial. Y, por último, la flexibilidad que disfruta el mercenario enmascara una peor calidad de vida.
La apuesta del sistema productivo español por la flexibilidad es indiscutible. Las empresas españolas se han caracterizado por responder a las dificultades, crisis y retos por la vía de reducir los costes laborales. Las vías utilizadas han sido múltiples: externalizar vía consultoras, recurrir a 'freelancers', autónomos (falsos o genuinos), contratos temporales encadenados, etc. El resultado es que, cuando hay una crisis, la economía española destruye más empleo y más rápidamente que las economías de nuestro entorno.
Entender el círculo vicioso de la flexibilidad requiere desvestir el eufemismo. En la práctica, la flexibilidad laboral es la antítesis de la fidelización de los trabajadores. Retener empleados es caro, y si una empresa apuesta por la flexibilidad, no tiene sentido que gaste en buenas condiciones laborales, salarios, horarios o formación.
Los abanderados de la flexibilidad a menudo olvidan que el mercado tiene dos partes. Que una persona no se sienta segura en un puesto de trabajo tiene consecuencias. Si la empresa no ofrece planes de carrera claros, el trabajador trazará su propio plan de carrera fuera de la empresa. Si la empresa trata al trabajador como alguien prescindible, el empleado efectivamente se comportará como alguien que se sabe prescindible, preocupándose mínimamente por su rendimiento o por la calidad de su trabajo. Esta 'mercenarización' del mercado de trabajadores es la consecuencia de la flexibilidad.
Foto: EFE.
Un mercenario es básicamente un superviviente y un superviviente siempre arrastra traumas. Es alguien que ha perdido toda fe en que el mercado le ofrezca algo bueno y desconfía de las empresas casi patológicamente, lo que complica iniciar una relación de confianza a largo plazo. Un mercenario hace su trabajo según cualificación y salario, y punto. La gran experiencia del mercenario en mil batallas genera la sensación de que se las sabe todas, pero la realidad es que está sobreadaptado a un mercado mediocre. En cierto modo, no es culpa suya si el mercado es poco exigente y el modelo no le permite desarrollarse más.
Dependiendo del nivel salarial o del puesto, la 'mercenarización' se muestra de manera diferente y tiene consecuencias diferentes. Probablemente, la hostelería sea el sector donde hay más flexibilidad laboral y más fácil sea visualizar a empleados 'mercenarizados'. En la consultoría 'freelance', es probablemente donde veamos los ejemplos más excelsos de mercenarios: gente extremadamente bien pagada, 'señores lobo' excelentes en colaboraciones puntuales, pero que son incontratables. Al igual que una empresa difícilmente puede salir de la trampa de la flexibilidad una vez que basa en ella sus costes, para un mercenario es complicado salir de ese estilo de vida y superar su desconfianza.
Quienes saben de economía nos han dicho que no hay alternativa y que el mercado laboral va inexorablemente por el camino de una mayor flexibilidad. También nos han dicho que es el mercado quien define los costes salariales y que en ciertos sectores es imposible ofrecer mejores condiciones. No estoy seguro de que eso sea toda la verdad. Incluso en la hostelería es fácil ver que donde hay mejor servicio hay mayor retención de empleados. En los sectores innovadores, la flexibilidad no es precisamente el centro del debate, por el contrario, la discusión se centra en cómo ofrecer mejores condiciones laborales y retener al trabajador.
Algunas de nuestras 'mayores tecnológicas' están basadas en relaciones flexibles de bajos costes y tan imaginativas que han llegado a los tribunales
A medio y largo plazo, la 'mercenarización' no conviene ni al empresario, ni al trabajador ni a nuestro sistema productivo. A los empresarios, la flexibilidad les genera costes ocultos asociados a la rotación: ineficiencia y baja calidad, así que con frecuencia terminan pagando a una consultora externa más de lo que les costaría cuidar a su propio equipo para que fuese más productivo e implicado. Los trabajadores 'mercenarizados', incluso los mejor pagados, viven en una muy incómoda incertidumbre, sujetos a estrés y con un desarrollo profesional limitado. A nivel país, basta ver que algunas de nuestras 'mayores tecnológicas' (sic) están basadas en relaciones laborales flexibles con bajos costes salariales y tan imaginativas que han llegado a los tribunales. Si la primera idea en la cabeza de un emprendedor es cómo reducir costes salariales vía flexibilidad, es difícil que como país nos vaya a ir bien.
AUTOR
EDUARDO MANCHÓN
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